La reina del ajedrez.

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La ucraniana no conocía a Violeta, pero cada vez que se cruzaban, el aire se cargaba de una tensión palpable. Palabras no dichas zumbaban en el espacio entre ellas, y sus miradas eran afiladas, capaces de cortar el silencio. Ruslana sentía un fuego arder dentro de sí cada vez que pensaba en Violeta; la ira la consumía por cómo había herido a Chiara, sumiéndola en un abismo de desesperación. Y ahora, la acusación con la supervisora solo avivaba las llamas de su furia. Su corazón clamaba venganza, así que respiró hondo, buscando la calma dentro del torbellino de sus emociones.
Ruslana, con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar su verdadera intención, se dedicó a llenar cada día de Chiara con pequeñas travesuras. Siempre había algo que hacer para irritar a Violeta, desde comentarios insidiosos hasta bromas pesadas. Pero para Ruslana, eso no era suficiente; quería intensificar el juego, llevarlo a un nuevo nivel donde pudiera ver el verdadero impacto de sus acciones en el rostro de Violeta.
—Así que tú eres Matthew, eres bastante guapo.—dijo Ruslana.
—Gracias. Tú también eres bastante guapa.
Ruslana sabía del juego sucio de Matthew, así que ideó un plan para eliminar aquel video de su celular, de paso arruinar su vida y de Violeta, ambos sufrirían, tenían que lamentar cada cosa.
En el tablero del destino, las piezas se mueven con sus propias reglas. Chiara, en el silencio de su corazón se refugiaba, Violeta observaba cada movimiento de Ruslana hacia Chiara, con ira, ve cómo Ruslana su espacio usurpa, y en el juego cruel de lo deseado, la soledad se dibuja. Violeta, la tempestad encarnada, sus sentimientos, un mar embravecido. Chiara, su puerto, ahora cerrado, la rechaza, su voz, un susurro perdido.
Ruslana, la compañía serena, un ungüento para el alma, no es el amor que Chiara anhela, pero calma los gritos enjaulados de su alma. En los brazos de una amistad que no pregunta, no reclama, encuentra un consuelo, una paz que no arde en llamas. Pero el corazón de la inglesa es un laberinto de sombras, Violeta, por momentos, su luz, en secreto la nombra, y en ese silencio, donde los sentimientos se esconden, se pregunta si en verdad, el destino se confunde.
La existencia, cual ruleta caprichosa, gira con cartas que el destino ha manchado, donde el amor, en su cruel ironía, se burla con risa helada. Chiara, navegante de dos aguas, con su alma en la cuerda floja, sondea en el vendaval de la vida, un faro, un destello de alborada. ¿Acaso Violeta es la musa perdida, el sueño que la noche reclama? ¿O será Ruslana la luz guía, la constelación que en su cielo proclama?
En este drama que es la existencia, cada escena es un capítulo que se desgrana, cada suspiro y cada lágrima, un verso que el tiempo enmarca. Y en el cruel escenario del amor y la pasión, Chiara, busca su canción. Así, en los hilos del destino, tejidos con dudas y dolor, Chiara, Violeta y Ruslana, un trío en desamor, cada una buscando en la otra, lo que el corazón añora, en este cruel juego de amor, donde a veces, solo se llora.
Violeta, que solo en la privacidad de estas cuatro paredes se permite mostrar la tormenta que Chiara despierta en ella, busca confrontar a Ruslana cuando han coincido en la habitación a solas.
Ruslana, sin embargo, permanece impasible, su atención fija en un plan de venganza que trama en las sombras. Cada palabra de Violeta parece rebotar en un muro de indiferencia, cada acusación se disuelve en el aire. La indiferencia de Ruslana solo sirve para avivar el fuego de la frustración de Violeta, cada momento de silencio es como leña que alimenta su ira.
En la penumbra de la habitación, el enfrentamiento se despliega como una obra de teatro trágico. Violeta, con la furia de un mar en tempestad, lanza sus palabras contra Ruslana, cada una cargada con el peso de la traición y el desamor. Ruslana, la imagen de la calma antes de la tormenta, responde con una sola palabra que resuena con el poder de un golpe directo al corazón: "Cobarde".
La acusación de cobardía es como una chispa en un barril de pólvora, y Violeta explota con una fuerza renovada, sus ataques verbales se intensifican, cada uno más cruel y punzante que el anterior. La habitación se llena de una energía oscura, las palabras de Violeta son como dagas que buscan herir, desgarrar, destruir.
En ese momento crítico, Chiara aparece, su presencia como un faro en la oscuridad, su llegada un cambio de marea. Con ojos que han visto demasiado y un corazón que ha soportado demasiadas tormentas, escucha el final del ataque de Violeta. Con la fuerza de quien ha tomado una decisión irrevocable, Chiara interviene.
—Violeta, ¿es que acaso por una vez en tu vida puedes ser consecuente con tus elecciones? Si elegiste a Matthew por sobre mí, entonces no tienes derecho a reclamar, no tienes derecho de molestar a Ruslana ni cuestionar mi vinculo con ella, tú no formas parte de mi vida.
Las palabras de Chiara, afiladas y despiadadas, caen sobre la habitación como esquirlas de hielo, desnudando el alma de Violeta. La verdad, cruda y sin adornos, la deja expuesta, temblorosa, una figura de vulnerabilidad y arrepentimiento. No hay más diálogo, no hay más enfrentamientos; solo queda el silencio de un amor que se desvanece, disolviéndose en la niebla de sus elecciones pasadas.
Violeta, ahora un espectro de su antiguo ser, se retira en un silencio que resuena con el dolor de lo irreparable. Se aleja, perdida, con la certeza de que ha fracturado algo precioso con Chiara, algo que quizás nunca pueda recomponerse. Su partida es un eco sordo, un vacío que llena la habitación con la sombra de lo que una vez fue y ya no será.
Chiara, con el peso de sus propias palabras aún colgando en el aire, siente la punzada del dolor que ha infligido. La duda la asalta, una tormenta silenciosa que amenaza con consumirla. Ruslana, entendiendo la tormenta interna de Chiara, toma su mano en un gesto de apoyo silencioso, ella realmente la ama.
En el silencioso tablero de la existencia, Ruslana teje su estrategia con la paciencia de un ajedrecista consumado. Ella, la marionetista de este drama, mueve las piezas con una destreza que solo ella conoce, oculta en las sombras de un juego que solo ella ve. Chiara, inocente, permanece ajena a la partida que se juega a su alrededor, una pieza clave en el juego, pero sin conocimiento de las manos que la guían.
Violeta, por su parte, ha sido una contrincante en este ajedrez de pasiones y engaños, pero su reina ha caído, su torre se ha derrumbado, y sus alfiles han sido superados. La partida ha terminado para ella, aunque aún no comprende la magnitud de su derrota. Ruslana, en su silencio, celebra una victoria oculta, un triunfo que no necesita ser proclamado.

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⏰ Última actualización: Jun 11 ⏰

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I kissed a girl ― Chiara + VioletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora