Kitty

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Desde que lo conoció, podía decir que su vida había dado un giro de ciento ochenta grados. Wooyoung lo tenía embobado, sonriéndole a la almohada y soñando despierto.

Le enloquecía su estilo fácilmente descrito como estereotípicamente femenino (y es que aquellas faldas le quedaban de infarto) y su actitud tan malditamente dominante que le hacía querer arrodillarse, actuando tan sumiso, que a duras penas se reconocía cuando se veía al espejo.

Quería reír cuando lo buscaban chicas en la universidad alegando lo masculino y dominante que aparentaba ser.

Aunque debía admitir que en su vida no todo era de tonos rosa, en su casa las cosas sólo empeoraban; su padre pasaba más tiempo ebrio que sobrio, su madre cada día tenía más moretones y él se sentía impotente porque no había nada que pudiera hacer.

Las escasas veces que intentó interferir su madre le gritó furibunda y su padre terminó por golpearlo también, no iba a negar que aquel hombre le daba miedo.

Por eso muchas noches escapaba de casa para ir a la de su chico, quien lo recibía gustoso entre sus brazos fuertes.

— ¡Eres una inútil mujer! — ahí estaba la horrible repetición de su rutina. Podía escuchar con desprecio tras la puerta de su habitación las palabras salir arrastradas de la ebria lengua de su padre.

— Hye por favor... Los niños están — primer golpe. Bien sabían ambos que ni él ni sus hermanos (que recién regresaban de la casa de los abuelos) estaban durmiendo.

— ¡Cállate! Bien sabes que digo la verdad, ¡Que tus pequeños bastardos se enteren de la puta que tienen por madre! — otro golpe, pero esta vez por parte de su madre.

— ¡Deja de insultarme! — a esa exclamación le siguieron varios golpes y exclamaciones de dolor, San no quiso seguir escuchando.

Era frustrante que esta situación todavía pudiera afectarle tanto.

Se levantó de su cama para tomar la mochila que ya acostumbraba a dejar lista, se la puso en la espalda y saltó por la ventana de su habitación. Tenía suerte de vivir en una casa de una sola planta.

No avisó a su novio que iría, de todas formas, Wooyoung ya debía saber que iría.

• ────── ✾ ────── •

— ¿Por qué no te mudas conmigo gatito? — le dijo él mientras acariciaba su cabello, San apoyando la cabeza en su regazo.

Estaban en el sofá fucsia de la estancia.

Wooyoung vivía solo, sus padres le habían dado ese privilegio hace un tiempo.

— Papá me mataría, ni siquiera sabe que vengo aquí — hizo un puchero inconsciente viéndose demasiado adorable.

— No tienes que volver a verlos, yo me haré cargo de ti amor.

No iba a negar que era tentador, pero no quería dejar a sus hermanos ni a su mamá, después de todo los amaba. Incluso a su padre.

Wooyoung al notar su silencio detuvo las caricias haciendo que se incorporara.

— No es que quiera presionarte, pero pasas la mayoría del tiempo aquí, no haría mucha diferencia si te mudas.

>> Además, me gustaría tenerte para mí — le sonrió de esa forma coqueta tan suya y lo atrajo hasta sentarlo sobre sus piernas dándole un beso corto.

— Está bien amor, lo pensaré — el de cabellos púrpura no necesitó más palabras, se lanzó a besarlo más profundo, más agresivo, más demandante.

Justo como les gustaba.

Sus lenguas chocaban de forma obscena, peleando por el dominio, aunque estaba claro desde hace mucho quién llevaba el mando.

Wooyoung rompió el contacto con una mordida juguetona en el labio inferior de San, bajando sus besos por el pálido cuello y dejando marcas a su antojo causando esos jadeos y gemiditos bajos que le enloquecían.

Bajó con descaro sus manos de su cintura a sus glúteos volviendo a atacar sus labios con ímpetu.

— No te contengas gatito, me gusta escucharte — le dijo cuando volvieron a separarse, en respuesta, San se acercó a susurrarle.

— Es que a mí me gusta provocarte — y le mordió el lóbulo de la oreja.

Joder.

— Atente a las consecuencias entonces — con eso supo que su novio no tendría piedad.

The FemboyWhere stories live. Discover now