Luis, el mar y su espíritu libre

1 0 0
                                    

 El amanecer empieza desde las cuatro de la madrugada para los pescadores. En la orilla de la playa, son esperados por sus lanchas, que descansan atadas a una cuerda, bailando al son sereno de las olas que apaciguan la madrugada con su canción de vaivén, mientras algunas aves duermen sobre ellas.El sol se asoma tímido en el horizonte, tiñendo de tonos rosas y naranjas el cielo, y con él, los pescadores que regresan de su labor en sus lanchas con ese particular ruido de motores y las aves que cantando y volando contentas en círculos sobre ellos, forman un gran alborozo como si les dieran la bienvenida, porque saben que traen peces. No existe sonido más hermoso y costeño que ese, y para Luis, que lograba escucharlos en el rancho desde su hamaca, aquel bullicio le indicaba la hora de despertar.En ese mágico pueblito de Venezuela, en el Morro de Lebranche, llamado Guaca; comienza esta historia.Entre finales de los 50's, una infancia en la costa, con el arrullo del mar de frente, adornando la primera vista al salir de su, casa, puede parecer magnífica, y lo fue, aunque no color de rosas, como todo. Pero a pesar de venir de un núcleo familiar múltiple, de madre soltera, y pocas comodidades, Luis, siempre encontraba tiempo y formas de hacer travesuras y ser feliz, como todo niño. Al llegar de la escuela, saludaba a su madre y almorzaba si había oportunidad, se deshacía de todo lo que llevaba puesto y salía corriendo a darse un chapuzón en "La Punta", como le llamaban a esa playa los habitantes locales. Sus mejillas y hombros tostados por el sol, intensificaban el color azul de sus ojos, azules como aquel mar. Un día, al salir de La Punta, subiendo por la enramada, el agua le chorreaba por todo el cuerpo y lo único que lo cubría era su ropa interior. Fijó su vista en algo nuevo, un objeto, pegado a uno de los troncos, un objeto extraño que nunca vio antes. Era una cajita de metal pequeña, con la cara blanca, tenía dos óvalos marcados y cada óvalo tenía una especie de ojitos horizontales, pensando en qué sería aquello, quiso tocarlo. Miró a los lados para asegurarse de que nadie lo detendría y metió su dedo índice en uno de los orificios. Un grito ensordecedor hizo brincar a los que estaban tomando la sombra y almorzando bajo las palmas y al voltear, divisaron a Luis, temblando y al mismo tiempo cayendo al piso de un golpe. Corrieron a auxiliarlo. Aquello era un tomacorriente que se había instalado por primera vez esa mañana para el alumbrado de la enramada, y entonces fue así como Luis conoció la electricidad. Aurora, su mamá, llegó al lugar un momento después, avisada por los vecinos y lo tomó de la oreja para llevarlo a casa, ya que no era raro que se metiera en problemas, pero de cualquier modo aprendió una lección ese día. 

Naabot mo na ang dulo ng mga na-publish na parte.

⏰ Huling update: Mar 13 ⏰

Idagdag ang kuwentong ito sa iyong Library para ma-notify tungkol sa mga bagong parte!

Luis, el mar y su espíritu libreTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon