—¡Ya basta! Estoy harto de que me mientas, sé que soy un monstruo. No soy especial. ¡Mírame! ¿Acaso no ves lo que soy? ¡Entiéndelo por una vez, papá! —Grité enojado. Realmente, no podían culparme. Tenía 9 años. Por favor, solo quería que mi padre dejara de mentir.
—Hijo, sé que es difícil para ti, pero eres hijo de Medusa, de la cual te conté historias cuando eras más pequeño. Sé que es difícil de creer, pero créeme. —Habló pacíficamente, pero mi enojo no iba a parar.
—No soy hijo de Medusa. Hay algo mal en mi cerebro. Entiendo que soy raro, pero créeme, lo comprendo. Tengo miedo de que haya algo roto en mí. Mira mi cabeza, no puedo salir a la calle sin que la gente me mire raro por traer esto en la cabeza para ocultar ese monstruo que hay en mí. ¡Soy un fenómeno! —Mi voz se quebraba mientras mi vista se nublaba por las lágrimas.
—No, no, Wizzy, tú no eres raro, no estás roto, no tienes nada malo. Tampoco eres un fenómeno ni un monstruo, eres mi hijo, te amo. Lo siento tanto, no es tu culpa ni la de nadie que seas así, ¿ok? La gente es así, hijo, son seres que solo saben juzgar, miran, hablan, pero nunca saben la historia detrás de eso. Tú tienes que ser fuerte, nunca bajes la mirada. ¿Qué es lo que decimos? —Habló tomándome de los brazos mientras me sonreía con los ojos llorosos. Sé que está intentando ser fuerte para no romper en llanto enfrente mío.
—Nunca bajes la mirada, siempre mantén tu mirada arriba, sin importar qué. —Me lancé a abrazarlo mientras él decía cosas como, “te amo hijo”, “eres lo mejor que me pasó en la vida”. Mi papá era el mejor y yo era su hijo favorito.
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“Algún día me gustaría ser yo sin que la gente me mire mal.”
