Sin familia, sin recuerdos.

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El policía consiguió abrir las puertas del ascensor antes de que aquellas extrañas enredaderas los pillaran. El garaje estaba completamente vacío (en cuanto a personas 😅) pero quedaban algunas ambulancias aún.
Los dos corrieron hacia una de las ambulancias cargando con la camilla. El policía abrió las puertas de atrás de la ambulancia y se montó el primero en el asiento del conductor. Mientras, la enfermera, subió la camilla lo antes posible. La camilla estaba dentro de la ambulancia, pero las enredaderas llegaron tan rápido hasta ellos, que Diana ni siquiera había cerrado las puertas cuando estaban a punto de atraparlos.

El joven policía no tuvo más remedio que pisar a fondo aunque no estuviera preparada. Con aquel brusco arranque no sólo se cayeron (fuera) algunas de las herramientas que habían en la ambulancia, sino que la camilla casi sale de la ambulancia. Diana agarró fuertemente la camilla para que no se fuera mientras el terrible conductor hacía los más bruscos derrapes para escapar.

Por si fuera poco, junto a las enredaderas oscuras, se añadió a su persecución el hecho de que el edificio comenzó a derrumbarse. Todo ello provocado por un temblor como los anteriores.

Después de dar mil giros, tropecientos derrapes violentos y de haber recibido algún que otro golpe. Lograron por fin, salir del garaje. Los escombros habían tapado la visión, por lo que el policía dió por muerto aquel extraño ser vivo, por lo que redujo la velocidad, lo que permitió que Diana pudiera asistir adecuadamente a la paciente. Cerró de una vez por todas las puertas de la ambulancia y ya no le hizo falta agarrarse a ningún sitio para evitar su caída.

Sin embargo, mientras el policía conducía, vio por el retrovisor derecho, cómo se adelantaban las enredaderas. «¿Qué coj!$@s
pensó lleno de desesperación. Pisó a fondo el acelerador, pero las enredaderas eran mucho más rápidas.

Para sorpresa de los dos, las enredaderas tenían una mente colectiva, eran parte de una mente colmena, ¡estaban vivas!
Los tallos se acercaban más y más al manillar que tenían las puertas traseras de la ambulancia. A su vez, algo muy insólito le pasaba a la adolescente de la camilla. Su pulso comenzó a acelerarse, y aunque la máscara de oxígeno se le cayó, no ocurrió nada malo, ¡ella respiraba!

En uno de sus intentos lograron abrir la puerta, no hace falta que describa el susto que se dió Diana. Lo había dado todo por perdido, al igual que el policía, que vio cómo las puertas se habían abierto a través del retrovisor.

Aquellas malignas enredaderas iban a invadir la ambulancia y a matar a los que estaban ahí, cuando la adolescente abrió los ojos, se incorporó rápidamente y como estaba de espaldas a las enredaderas, se giró rápidamente y estiró el brazo. Mientras utilizaba sus poderes, pegó un grito estridente. Entonces, la enredaderas comenzaron a deshacerse, retrocedieron rápidamente, como si algo que no se pudiera ver las estuviera quemando. Sin embargo, la ambulancia, que seguía yendo a toda velocidad, se topó con un bache que movió el gotero que llevaba la adolescente y por lo tanto, tiró tanto de la vía, que se la arrancó, provocando que gritara aún más de dolor. Se pudo ver que en sus ojos brotaban lágrimas.
Cuando ya no se podían ver las enredaderas por lo lejos que estaban, las puertas de la ambulancia se cerraron solas y la adolescente se volvió de nuevo, pues estaba en una postura muy incómoda.
Presionó la herida que se había hecho por la vía con la mano.
Diana, alucinada por lo que había visto, se quedó parada pensando cómo había sido posible. Entonces, la adolescente levantó la mirada y se miraron a los ojos.

– Pásame esa venda– pidió la adolescente.

Diana se había quedado en su mundo, y cuando le dijo eso, no fue capaz de reaccionar, apenas se había enterado de lo que le había dicho.

Lo que conlleva un secretoWhere stories live. Discover now