ᴘᴀʀᴛᴇ úɴɪᴄᴀ

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La vida cuando se trabaja en el Congreso de Estados Unidos nunca es sencilla, y mucho menos cuando se está en tiempos de guerra.

Hacía dos años que el caos se había desatado al otro lado del charco, en Europa. Un príncipe muerto, alianzas secretas, y muchas ganas de pelea entre las potencias europeas habían desembocado en una guerra sin sentido e interminable que rozaba la locura y parecía no tener solución. Habían pasado ya tres años desde su inicio, y la gente empezaba a cuestionarse por qué nadie detenía aquel despropósito. Los estadounidenses comenzaban a empatizar con la causa por culpa de (o gracias a) algunos empáticos que insistían en la intervención de la mayor potencia mundial para ahorrar millones de vidas.

La Casa Blanca era un caos, y cada vez más periódicos criticaban la nula intervención del gobierno en los conflictos que sucedían en la otra punta del mundo. Algunos artículos en concreto eran realmente insistentes en la causa, así que se propusieron hallar a los escritores de dichos artículos y obligarlos a cerrar el pico de una buena vez.

Uno de esos escritores que no dejaban de remover el avispero, era anónimo. Arrogante al creer que nunca lo pillarían, no se callaba una sola opinión. Pero, como era de esperar, dieron con él. O más bien, dieron conmigo.

- Agente Walker – la profunda voz de mi jefe me sacó de mi pequeño trance.

Era un agente de alto rango, pero aun así, cuando tu superior te llama, tiemblas de miedo. No me permití hacerlo en aquel momento, claro estaba. Por fuera debía ser el frío y calculador agente secreto que esperaban que fuera. Por dentro, me acojoné como un niño que teme la regañina de su madre.

- ¿Sí, señor?

- En la Casa Blanca requieren su presencia – anunció con la duda pintada en sus palabras.

- ¿Por qué? – Pregunté, sabiendo de antemano que no recibiría ninguna respuesta concreta.

Mi jefe se encogió de hombros, y yo largué un suspiro, nervioso. Tenía alguna idea de en qué lío podía haberme metido aquella vez. Me levanté de mi asiento, dejando mi lugar de trabajo, y caminé en silencio tras mi superior, preguntándome si me amenazarían para callarme o serían más drásticos conmigo. Esperaba que mi puesto en el Congreso me sirviera de algo.

- Hay una limusina esperándolo fuera. Métase dentro y no haga preguntas – dijo cuando llegamos a la recepción del gran edificio. – Tenga cuidado, Walker.

Asentí con la cabeza, tomando aquel buen deseo por parte de mi jefe como una orden.

El trayecto, a pesar de ser de apenas veinte minutos, se me hizo eterno. Sólo había un motivo para que me quisieran en la Casa Blanca, y no podía ser un buen augurio para mí, eso desde luego.

Una sucesión de saludos fríos y silencios incómodos se dieron lugar sin cesar durante la próxima media hora, hasta que finalmente me vi sentado en una inmensa y lujosa sala vacía, a la espera de Dios sabría el qué o quién. Terminé tomando un caramelo de menta de un cuenco cercano, saboreándolo mientras retorcía el envoltorio entre los dedos. Si iban a matarme, esperaba que al menos no fuera de aburrimiento.

Me comencé a plantear quién de la redacción había podido averiguar quién era y delatarme a las autoridades. Sólo por mis artículos, las cifras de venta del periódico se habían disparado, y yo no me llevaba nada, ¿por qué vender a su gallina de los huevos de oro? ¿Tanto dinero estaba el gobierno dispuesto a pagar por esa información?

Entendía el aprieto en el que estaba poniendo al presidente, criticando su moralidad y la de todos los que le rodeaban. Pero ya había sembrado la empatía en el pueblo estadounidense, silenciarme no serviría de nada a aquellas alturas. Mi fin sería el inicio de una revolución. O eso me gustaba pensar, quizás era más ego que realidad.

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⏰ Last updated: Apr 14 ⏰

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El Inferno De Las Trincheras: Una Odisea Inspirada Por DanteWhere stories live. Discover now