Un amor de librería.

CAPÍTULO 2

"En algún lugar de la neblina tuve la sensación de que había sido traicionada." The Great War (Taylor Swift)

El viaje de regreso es silencioso. Silencioso de palabras, porque mis pensamientos no acatan las mismas órdenes.

No me atrevo a dirigirle ni una sola mirada a Iván en todo el trayecto, a pesar de ser muy consciente de su cercanía y de su presencia, porque su pierna roza la mía cada vez que el autobús gira.

Mi trabajo está en peligro. Mi esfuerzo, mi vida. Todo por lo que luché estos años, y todo lo que sacrifiqué también. ¿Cómo les digo a mis padres? ¿y a mi hermana? Otra vez van a preocuparse por mí, pensaran que soy una fracasada aferrada a un empleo mediocre, según ellos, y que ahora tiene que rehacer su vida.

Mi vida, ¿Qué vida?, si mi vida es mi trabajo. Quiero llorar. Quiero ahogar esta tristeza y preocupación en una botella de coca cola y llorar abrazada a mi gato Oso hasta quedarme dormida. Pobrecito, que tortura, quizás por eso no me tolera.

"No hay que perder la cabeza, no hay que desesperarse".

Si lo repito cien veces más, quizás lo entienda. Ese será mi nuevo mantra.

—¿No dirás nada? — La voz de Iván me descoloca. Me planteo ignorarlo, aunque no ayudaría en nada, porque somos dos adultos y tenemos que comportarnos como tal.

—No tengo nada para decir. — Sueno enojada, porque lo estoy y no me voy a esforzar en ocultarlo. Mi voz es firme, como lo son mis ideas y convicciones.

—Lo dudo mucho Lucia, siempre tienes algo para decir. — cuando habla lo hace con la voz más grave de lo normal. Pronuncia lentamente las palabras y se me pone la piel de gallina solo imaginarlo susurrándome al oído.

El cuello me suena cuando giro la cabeza de golpe para mirarlo. Si lo miro fijamente y estudio cada detalle, puedo entender por qué las personas se sienten atraídas por él. A fin de cuentas, son las razones por las que cuando lo conocí me llamó la atención. Iván podrá tener mil defectos, y aun así tiene ese algo que llama la atención, que te engancha a mirarlo, apreciarlo. Es ese tipo de hombre que atrae a las señoras mayores, el que las hace reír y conversar sintiéndose admiradas cada vez que van a comprar un libro. Es de esos que no pasa desapercibido, no por ser guapo simplemente, es más bien todo lo que lo rodea y lo hace verse así. Su vibra. Al fin y al cabo todos vibramos de formas distintas, y la forma que tiene Iván de vibrar, es a lo que más le temo.

Cabello prolijo. Nunca despeinado. Nunca revoltoso. Siempre cuidadosamente colocado para los costados y atrás, dejándole el rostro liberado, sin un solo mechón colgándole sobre la frente. Me sé de memoria el recorrido de sus ondas, porque nunca cambia, como si se pasara todas las mañanas frente al espejo perfeccionando una imagen que quiere dar día a día. Igual que su semblante. Siempre con una sonrisa reluciente en el rostro. Siempre mostrando una faceta amable al mundo, incluso cuando no se encuentra contento o a gusto. Me hace preguntarme cuándo está siendo sincero y cuándo no.

¿Cómo sé todo esto?, lo sé porque Iván se ha vuelto predecible para mí. Es un lienzo que puedo pintar de memoria una y otra vez con el mismo paisaje. Un paisaje tormentoso, con un atardecer cálido e hipnótico que lo devora todo, como su mirada y sus ganas de comerse el mundo.

—No siempre, pero es verdad, tengo algo para decirte. — La miel de sus ojos impacta contra el océano de los míos antes de desviarse casi como por acto reflejo hacia mis labios y mi sonrisa. Si busca intimidarme o ponerme nerviosa no lo logra. — Ni sueñes con quedarte con el puesto. Prefiero morir lentamente antes de que te quedes con la librería.

—Cada día me sorprende más lo violenta, exagerada y rebuscada que eres. — Se incorpora un poco en el asiento. Lo veo levantar la mano y siento inmediatamente el frío metal de uno de sus anillos en la comisura de la boca. — Lo siento, ya me estaba perturbando un poco verte la pasta dental blanca en el rostro.