🥀04| El castigo de Némesis

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“Sus manos ocultaban un poder celestial, un poder que lo impulsaría a alcanzar la ansiada libertad

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“Sus manos ocultaban un poder celestial, un poder que lo impulsaría a alcanzar la ansiada libertad.”

Cuando el mundo era solo una tierra de Dioses y la luna estaba en lo más alto del cielo, Némesis nació, después del arduo parto de la Diosa de la Noche, y fue conocida como “la Creadora”.

Sus delicados ojos se abrieron y en ellos se vio el reflejo de un estrellado cielo, oscuros, apagados, pero sobre todo, sombríos. Se dice que con su primer llanto desprendió un poder tan inmenso que fue capaz de levantar continentes y abrir grietas en la tierra naciente. Esa energía fue llamada “vitae”, y con ella también creó dos especies muy disímiles: los del Aire y los de la Tierra.

A los del Aire los llamó Aviaris. Les otorgó una belleza sobrenatural, alas del porte de su orgullo, cabellos de seda ondeante, ojos brillantes y embaucadores, pieles suaves y el poder suficiente para que reinaran sobre el nuevo mundo que creó.

A los de la Tierra los nombró Humanos. Ellos eran comunes, muy distintos a los del Aire. No tenían alas, no poseían esa belleza única, sus manos no eran tan delicadas y no tenían energía divina fluyendo en sus cuerpos. Sin embargo, ellos habían sido su especie favorita.

A medida que Némesis iba creciendo, se fue tornando en una Diosa que personificaba la venganza divina, y se encargaba de castigar a quienes caían en la desmesura. Desde sus dominios divinos, vigilaba a Aviaris y Humanos por igual, velando que esas razas que había creado con su propio poder cuidaran el mundo que se les había sido otorgado.

Con cada Aviaris o Humano que rompía sus reglas, enviaba castigos divinos tan severos que les dejaban claro a los que presenciaban que no podían abusar de la fortuna, ni mucho menos ellos podían trastocar con sus actos, ya fueran buenos o malos. Si muchas de esas acciones ocurrían, sería roto el equilibrio que ella misma creó para que ambas especies coexistieran.

Némesis, queriendo ejercer su labor desde más cerca, viajó a Iluminaris. Los Aviaris la recibieron y trataron como lo que era, una Diosa, y la hicieron gozar de los más altos privilegios. Levantaron estatuas en su nombre, nombraron a varios de sus hijos con su nombre, bautizaron niños en su presencia y coronaron al nuevo Rey ante sus ojos.

Orgullosa de su creación, bajó hasta la Tierra a visitar al resto de sus hijos, pero los tratos fueron los mismos. La veneraron como la Creadora que era, honraron su figura, aclamaron su nombre, crearon cultos hacia ella, hicieron festivales en los que brindaron por su fortuna y juraron nunca desobedecer sus leyes.

Némesis estaba feliz de ver a sus creaciones felices, gozaba de júbilo al ver cómo todos eran unidos. Los del Aire, en Iluminaris; los de la Tierra, en Mythos. Todo iba como siempre soñó, y más temprano que tarde, con los Humanos se quedó.

Las tierras humanas gozaron de bendiciones en esa época, sus cultivos prosperaban y las enfermedades cesaban. Los niños crecían sanos y fuertes y las mujeres daban a luz sin problemas. Todo gracias a la Diosa Némesis, la que solo llevaba lo malo a aquellos que se lo merecían porque abusaban de la fortuna.

Caminando grácilmente por los senderos de piedra de Mythos, Némesis conoció a un hombre. Era alto, fortachón y trabajador, parecía ser el más hermoso de todas sus creaciones. Se acercó a hablarle, él, impresionado, solo pudo admirarla.

La Diosa y el hombre terminaron enamorados, a sabiendas de que su amor era prohibido. Un humano y una Diosa, un maldito y una bendecida.

Creyendo que estaba en el mismísimo cielo, Némesis eliminó la maldición de la fortuna en su amado para que pudiera vivir sin restricciones. Fue ahí donde cometió un grave error.

El hombre robó a sus hermanos, mintió por las calles, provocó peleas, conquistó mujeres, se vio a sí mismo como el ser más poderoso. Némesis, devastada, solo le quedó una opción: matar a quien había sido su amado.

Hizo que el hombre tragara su propia sangre, que odiara su existencia, arremetiera contra su mente y gritara por piedad a sus delicados pies. Haciendo caso omiso a la voz del traidor, ella terminó con la vida de él.

Herida, dolida, con ira y rabia en sus venas, Némesis se alzó en el cielo y maldijo a todos los humanos por igual, para que sintieran el peso del poder de los Dioses, para que ninguno nunca volviera a atentar contra el orden que estableció.

“Hijos de mi poder, creados por el vitae, ninguno de vosotros sois dignos de mi compasión. Él ha sido suficiente ejemplo de que todos tenéis malicia en vuestros corazones, los he de castigar.”

“Ustedes serán encadenados como polluelos a la Tierra, serán humillados y tratados como basura de seres que escapan del entendimiento humano.”

“No podrán sostener sus propios pies sin antes caer al vacío, sentirán el peso de la debilidad en sus huesos y el fulgor del trabajo en la piel.”

“Pues tal es mi castigo. Les quitaré el poder que necesitan para alzar sus almas al viento y rogarle sus vidas a las estrellas. Sufrirán atados a las cadenas de la Tierra. Humillarán su esencia los del Aire.”

“Serán por siempre humanos, unos malditos en un mundo de bendecidos, unos débiles en una tierra de fuertes.”

“Tal es mi castigo… Y mi odio.”

”

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Vuelo EfímeroWhere stories live. Discover now