II. Esteban Kukuriczka

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24 de diciembre.

Podía sentir el olor de las galletas en el horno, mientras escuchaba risas provenientes de la sala. Era la tarde de noche buena, y con mi esposo estábamos a las apuradas para tener lista la cena.

—Gorda, los chicos están por venir ya. —Me giré hacia él con una cara de preocupación. —Pero quédate tranquila que ya casi todo está listo, la mesa, la comida, la decoración...

Ambos nos quedamos en silencio, esperando a que alguno dijera lo que ninguno quería decir.

—Solo falta... —Empecé a hablar con algo de temor.

—La nena.

Fue entonces cuando escuchamos unos pasitos rápidos acercándose a nosotros. De pronto pudimos ver a una pequeña con el cabello entre castaño y rubio, con los ojos miel y una sonrisa que nos enamoraba cada día. Esteban se acercó a ella y la cargó, dandole un beso el cachete se giró hacia mí y me dió un pico.

—Yo la cambio amor, vos seguí ahí.

Hice caso y terminé de preparar todo para la cena. Hoy vendrían a comer los chicos con los que había trabajado mi esposo en su último proyecto; una película basada en la tragedia de los Andes, en el que le fue muy bien.

Cuando por fin me sentí satisfecha con cada pequeña cosa que hiciera falta, miré el reloj con tranquilidad, ésta se fue en cuanto ví que faltaban solo quince minutos para que todos empezaran a llegar.

Me bañé y me pude un vestido negro, recogiendo mi cabello en una media cola y maquillándome lo más rápido que pude. Cuando estaba viéndome en el espejo, escuché la puerta abrirse y lo que sentí al ver a los dos amores de mi vida entrar por la puerta no tiene punto de comparación.

Eran Esteban y nuestra hija, él estaba vestido con una camisa blanca y un pantalón negro, ni tan elegante pero tampoco en fachas, aunque debo admitir que cada cosa que le veía ponerse me hacía enamorarme cada vez más de él. A su lado, mejor dicho en sus brazos, estaba Mia, traía un vestidito rojo y unos ganchos en el cabello mal puestos.

Reí y me acerqué a ellos, cargando a mi hija y acomodándola un poco. La dejé en el suelo y la vi ir detrás de Kayl, nuestro pequeño schnauzer, a jugar.

—Te ves preciosa. —La voz de Esteban me hizo girar hacia él, no pude evitar mirarlo una vez más y guiñarle un ojo.

—Yo siempre estoy divina.

Él soltó una risa y me tomó de la cintura para darme un beso en los labios. Fue un beso de los muchos a los que ya estaba acostumbrada, pero que siempre me dejaban hipnotizada; suave, dulce y romántico. Me separé de él y coloqué las manos en su cuello, sentí su aliento lo suficientemente cerca como para saber que me iba a besar otra vez, cuando sentimos el timbre sonar y cómo alguien gritaba desde afuera de la casa.

"¡Abran la puerta que ya llegó el alma de la fiesta!"

Sonreí al identificar la voz de Matías, me acerqué a cargar a Mía y le dije a Esteban que fuera a abrir. Terminé de acomodarle los zapatos a la pequeña rubiecita frente a mí, ya que traía las medias al revés, y luego ambas bajamos de la mano.

—Bue pero mirá quién ya aprendió a caminar. —Mia ya se había lanzado a los brazos de Malena, que estaba justo al lado de Matías. —Mirá qué traicionera que sos vos, elegiste a la loca.

—Cállate nene, —Male ya tenía en brazos a mi niña, la que ahora jugaba con su cabello. —ella prefiere a la tía Male.

Y así empezaron a llegar el resto de los invitados, algunos trayendo un vino o algún juguetito para la niña que se había apoderado del corazón de todos.

La noche transcurrió sin ningún inconveniente, algunos bebían, otros bailaban y todos pasábamos un buen rato. Ya estaban por llegar las doce, y quién estaba más emocionada era Mía. Podía ver sus ojos ilusionarse al ver la pila de regalos, que casi todos eran para ella. Vi sus ojitos brillar aún más cuando un Santa algo flacucho se acercaba desde la cocina.

Todos logramos reconocer a Esteban, pero para la pequeña rubiecita era el mismísimo Santa en persona. Ella no tardó en lanzarse a sus brazos, empezando a conversar con él y a preguntarle un montón de cosas.

—Yo me porté re bien, Santa. —Mía estaba en las piernas de Kuku, quien sostenía a la niña como si de una muñequita de porcelana se tratase.

—Yo sé, si sos una nena divina. —Ella rió y le dió un abrazo para luego alejarse y correr a mis brazos.

Luego de que todos nos diéramos el abrazo de navidad, sentí como alguien tiraba de mi vestido. Frente a mí había una nena ansiosa por abrir sus regalos. Y como cada cosa que hacía, era símbolo de celebración. Cada paquete que se abría y cada sonrisita era digna de aplausos para todos los adultos en la sala.

—Mirá amor, le gustó la cocinita. —Sentí como uno de los brazos de Esteban me rodeaba la cintura y me acercaba a él. —No sabés lo feliz que me hace tener conmigo a las dos mujeres más hermosas de ésta tierra.

Yo sonreí y me acerqué a darle un beso en los labios, el cual no tardó en ser abucheado por varios de los chicos. Ambos reímos, seguimos hablando con los chicos y pudimos respirar en paz cuando vimos como Mía se quedaba dormida en brazos de Victoria, la novia de Agustín.

Me detuve a pensar un momento en lo que estaba pasando, era ya la tercera navidad que pasábamos con Mía, y la novena que llevaba con Esteban, pero se sentía diferente; se sentía mucho mejor. Pude sentir el amor en el ambiente, no era solo el momento, era la gente con la que estábamos, y el cariño que nos teníamos.

Podría decir que ésta fue una de las mejores navidades que tuve junto a mi familia, una navidad que voy a recordar siempre, junto a las personas que amo y por las cuales daría todo lo que tengo.

Miles de recuerdos llegan a mi mente, inundándome de nostalgia y alegría, esperando que ésta felicidad dure mucho más. Esperando que cada momento sea memorable para nosotros, que el amor que nos tenemos nunca falte, tal y como nos prometimos el día de la boda. Que nos acompañemos siempre, como cuando nos enteramos que yo tenía tres semanas de embarazo. Y muchas cosas más en las que no podría empezar a describir, porque es algo que solamente comprendes hasta que lo vives.

Es un amor que solo entiendes, con la persona correcta.

—¿En qué pensás, gorda? —Esteban me miraba con cierta preocupación. —¿Te sentís mal? Tenés los ojos rojos.

—Todo está bien, gordo. —Tomé su mano y la acaricié para luego recostarme su hombro. —Solo que te amo.

Él me miró un momento, podía jurar que estaba sonriendo. Me dió un beso en la frente y apoyó su cabeza sobre la mía.

—Yo también te amo.

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Girl, ando media bloqueada, las clases me llegan orto.

Anyways. Les gustó? A mí masomenos, les juro que intento hacerlo más largo pero la cabeza no me da para más 😭

Igual, cuando ya tenga varios listos, voy a ir mejorando algunos.

En fin, que viva Esteban Kukuriczka. Yo lo amo a ese hombre.

Ya no digo más para no caer pesada vv, voten y comenten para saber qué les parece y si hay algo que mejoraaar.

Se les quiere 🫂

Se les quiere 🫂

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