𝙎𝙞𝙥𝙣𝙤𝙨𝙞𝙨
★Ha hecho algunas cosas realmente tontas a lo largo de los años, robar a hombres peligrosos para alimentarse, luego unirse a la mafia de dichos hombres peligrosos y luego quedarse en la mafia sabiendo que las alas escondidas debajo...
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La habitación queda en silencio.
Ni un solo sonido aparte de los chirridos ahogados detrás de las palmas de Quackity.
Wilbur todavía está en el suelo, con los brazos extendidos hacia su padre. Una mano sostiene una almohada rota llena de plumas doradas sucias, la otra tiene un puñado de las mismas plumas en exhibición. Desde su posición en el suelo, Quackity puede ver algunas de sus plumas rotas esparcirse por el suelo. Son feos, destrozados y sucios, una monstruosidad si alguna vez ha habido una, pero son suyas. Y Wilbur lo sabe, y Techno, el pigling detrás de Quackity, también lo sabe. Tommy como siempre lo supo.
Y ahora Philza también lo hace.
Techno, siendo el mamut que es, esta prácticamente una estatua, con las pupilas dilatadas de tal manera que el rojo de ellas es apenas un borde sangriento alrededor del negro de su pupila. Está respirando con dificultad, probablemente por haber corrido hasta aquí.
¿Ansioso por acabar con él?
Tommy tiembla mientras está de pie, sus ojos llorosos saltan de su familia al ave en el suelo. La culpa se grabó en lo más profundo de su ser. Y Quackity SABE de qué es culpable, y duele como nunca antes lo había sentido.
Su polluelo lo entregó.
Pero Phil...
Phil está callado.
Silencio sepulcral.
Un tipo de silencio peligroso.
Una nube negra y atronadora se cierne sobre sus cabezas.
Hay algo parecido a electricidad en él, una nube cargada lista para escupir relámpagos y truenos sobre todos. Convierte la tranquilidad en un huracán furioso en una fracción de segundo.
Quackity todavía tiene ambas manos golpeándose la boca, las uñas clavándose en su cara con tanta fuerza que siente una gota de sangre deslizándose por su mejilla. Chirridos frenéticos siguen saliendo de su pecho y no puede detenerlos. Todo lo que puede hacer es apretar más sus manos sobre su boca en un intento desesperado de amortiguarlas.
Quizás no puedan oírlo.
Quizás los chirridos estén en su cabeza.
Eso es algo ¿verdad? ¡Está alucinando!
Probablemente.
O soñando. ¡Sí! ¡Eso tiene que ser!
Los azules gélidos se encuentran con el marrón oscuro y el blanco lechoso.
Toda esperanza de salirse con la suya con los chirridos se va volando por la ventana, al igual que las posibilidades de supervivencia de Quackity.
La mirada helada del jefe de la mafia viaja por todo Quackity y aterriza en su chaqueta gastada e hinchada, una expresión apretada aparece en su rostro. No se ha quitado el rah que él llama abrigo desde que llegó aquí, sin importar la temperatura. Asumieron que era por comodidad, pero el trabajo se acabó. Todos lo saben.
