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-Buenos días. ¿Como se encuentra hoy señorita?-

Su voz gentil la hizo volver a la realidad, pues se había imaginado a aquel joven entrar como un príncipe azul, rodeado de flores y arcoiris.

-Bien. Muchas gracias. ¿Dónde estoy?-

Comento con cierta dificultad mientras se sentaba en la cama despacio.

-En mi palacio, tranquila usted puede dormir y beber lo que quiera. Descanse por hoy, mañana hablaremos tranquilamente-


Ella asintió y miró como daba órdenes a la servidumbre.

No tenía muchas fuerzas así que obedeció la orden.

Todo el día estuvo recostada, comió y bebió y al anochecer se durmió profundamente.

Al día siguiente despertó muy temprano, tomó una ducha y se cambió con la ropa que una sirvienta le había indicado.

Junto a aquella sirvienta camino por una gran pasillo, llegaron hasta las escaleras y bajaron al salón.

Entraron y aquel joven estaba sentado en una gran mesa.

-Buenos dias-

Comento con pena.

-Buenos días, siéntese por favor.-

Comento aquel joven mientras observaba a la chica parada frente a él.

Era de busto grande, se podía notar con aquel vestido ajustado de color azul, rubia de ojos color miel, era realmente hermosa, era como si hubiera encontrado un diamante en bruto, que sólo necesitó una pequeña pulida para ser la gema más hermosa.

Ella se acercó a la silla más cercana a él y se sentó.

Desayunaron juntos y el pudo notar que sabía cómo usar los cubiertos. Tenía modales impecables en la mesa.

En cuanto terminaron de comer pidió a todos irse para platicar con ella.

-¿De dónde vienes? Un médico te reviso mientras estabas desmayada, caminaste mucho y tenías días sin dormir bien. -

Ella no tenía que mentir, él había sido su príncipe azul que la rescató y quizá ese era su destino.

Su nombre era Laila Roses, tercera hija del rey de Magnolia una ciudad vecina de Fiore, su padre no la mencionaba mucho en las reuniones ya que tenía dos hermanos mayores que asumirian el trono y ella difícilmente era conocida en el reino, sin embargo al nacer en La nobleza tiene los modales adecuados, huyó de casa al escuchar que su padre no tenía ningún interés en su bienestar, ya que al ser la tercera no la contemplaba para ser reina.
La quería vender a cualquier postor. Incluso había organizado una fiesta en el castillo para escogerle esposo, pidió ayuda desesperada a su madre pero ella tampoco podía hacer gran cosa y era lo mejor para ella.

Ella no quería casarse con un desconocido, ella era fiel creyente en casarse por amor asi como los cuentos de hadas mencionaban su final feliz.

Palabras que cayeron fuertemente en Jude.

Tras escuchar su relato, le propuso quedarse el tiempo que quiera en su palacio, y ella agradeció con las lágrimas en las mejillas.


Su estancia en el palacio comenzó a ser notoria. Las rosas del jardín habían mejorado. La comida también,  ella ayudaba en todo lo que podía, incluso al rey lo había ayudado en un par de ocasiones.

Su cercanía comenzó a ser más y más profunda.

Hasta que cierto día llegaron unos soldados con orden del rey de Magnolia de regresar a la princesa a su hogar.

Esto hizo que ella se negara rotundamente,  había estado lejos de casa por casi 3 meses y ahora que había encontrado su hogar su padre nuevamente quería arrebatarle esa felicidad.

Corrió a los brazos de su príncipe y en llanto rogó por quedarse con el.

El ya la amaba, así que no dejaría que se fuera de su lado.

-No te iras de mi lado Laila, estarás conmigo siempre. Porque tu vas a ser mi reina-

Después de esas palabras tomó con ambas manos sus mejillas y la acercó a él besando sus labios.

Ella estaba encantada y sorprendida de que sus sentimientos eran mutuos, correspondio a aquel beso y juntos salieron de la mano y el con tono autoritario ordenó que se fueran de ahí, ya que ella no se iría de su lado, ya que sería su reina.

La mano derecha del rey le entregó a uno de los soldados un pergamino con aquella orden.

Ellos tomaron aquel pergamino y se fueron de Fiore.

*Mi Historia de Amor*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora