uno.

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Abro los ojos con dificultad, pero me cuesta un poco menos de trabajo levantarme cuando me percato del olor a café recién hecho que inunda el piso. Busco las zapatillas debajo de la cama y busco las gafas en la mesita de noche. Me echo un vistazo en el espejo, tengo malos pelos, pero me da igual.

No me molesto en vestirme tampoco, por lo que me dirijo a la cocina en calzoncillos y una camiseta de tirantas. El olor se hace más intenso, y a mí, la boca agua. Hay pocas cosas que me gusten más que despertar y tener café preparado.

-Me estaba empezando a preguntar si habías muerto. Llevas durmiendo casi catorce horas.

-Estoy agotado, la verdad. De hecho, creo que es la vez que más cansado estoy- retiro una silla de la mesa para sentarme mientras me restriego los ojos. Sara me mira apoyada en la encimera mientras se muerde las uñas-. Esta obra está siendo demoledora. Ayer por la mañana estuvimos en un colegio, y por la tarde dimos dos pases. Oye, ¿te pasa algo? Estás como... nerviosa.

-No. A ver, es que te quería comentar una cosa. No es nada, solo que no sé como te lo vas a tomar- coge una silla y la coloca justo delante de mí y me coge las manos-. Juanjo viene mañana a pasar el fin de semana.

-¿Y cuál es el problema?

-Pues, nos íbamos a coger un apartamento para no molestarte, pero sabes mejor que nadie que están carísimos. Qué te parecería si hablas con Ruslana para poder pasar con ellos el fin de semana...

-¿Cómo?- no sé qué cara se me tiene que haber quedado, pero ahora mismo creo que tengo las orejas incendiadas, porque el calor que desprenden hacen que me de cuenta del nivel de enfado que tengo.

-No es que molestes, Martin, de verdad. Pero hace casi dos meses que no veo a Juanjo y me gustaría pasar tiempo con él a solas.

-No molesto, no molesto, pero si me quito de en medio mejor, ¿no?

-No te lo tomes así. No quiero que te enfades, Martin, de verdad. Pero entiéndeme...

-Esto me parece surrealista, Sara, qué quieres que te diga. Me estás echando del piso para poder echar unos polvos tranquila. Como comprenderás, no me voy a ir al piso de nadie para que tú estés aquí con él dándote el lote.

-Eres muy egoísta, yo sí lo haría por ti. Yo me iría a mi pueblo si hiciera falta. Pero claro, aquí el señorito no tiene consideración ninguna. Te estoy diciendo que he estado mirando hoteles, apartamentos incluso pensiones, pero todo se me sale de presupuesto.

La miro. Puede que tenga razón y esté siendo egoísta. Pero sabe el cansancio acumulado que llevo con el estreno de la obra. Me bebo el café de un buche y me dirijo a mi habitación para coger algo de ropa y ducharme.

La ducha me sienta algo mejor y hace que me relaje un poco y piense qué puedo hacer. Sara es una compañera increíble, que incluso me ha limpiado el cuarto varias veces cuando no me ha dado tiempo ni a mirarme. También me ha hecho la compra en repetidas ocasiones cuando ha visto mi parte de la nevera vacía. Cuando estoy totalmente vestido, salgo y voy hacia el salón, donde ella está jugueteando con el móvil.

-Vamos a hacer una cosa. Durante el día, yo no estaré en casa, pero para dormir sí, Sara. Necesito descansar y como descanso aquí no descanso en el sofá de Ruslana, ¿vale?- Sara se levanta y me abraza. Me cuenta que cuando Juanjo venga, estarán casi todo el tiempo en casa.

Juanjo es ingeniero, y a pesar de llevar dos años con Sara, yo solo lo he visto tres veces, y durante muy poco tiempo. Nunca le he dado mi opinión a Sara sobre él, porque creo que supondría una fuerte discusión. Y es que el aragonés me parece una persona de lo más engreída y altiva. Siempre va mirando por encima del hombro, como si los demás fuésemos una mierda a su lado. Las cuatro palabras que he cruzado con él solo han sido para hablar de lo bien que se le da su trabajo, de lo bien que le cae a todo el mundo y de que tanto su vida personal y laboral era envidiable. ¿Puede ser una persona más ególatra?

Me dispongo a salir del piso con una pequeña maleta cuando la puerta se abre y hace que Juanjo y yo nos quedemos a escasos centímetros.

-Hola. ¿Está Sara?

-Sí, pasa -'¡Hola Martin! Que bien volver a verte. ¿Todo bien? ¿Sí? Yo me alegro. ¿Está Sara, verdad?' Gilipollas. Espero que no pueda leer la mente.

-Gracias.

Salgo de casa mientras escucho como Sara le abre la puerta de la habitación y empiezan a besarse. No sé cómo Sara pudo fijarse en él. Es verdad que el chico físicamente es muy guapo. Alto, con ojos marrones, aunque a veces, verdes y con un pelo negro que cae sobre su frente. También tiene una sonrisa muy bonita, y su cuerpo está muy bien formado. Tiene las manos grandes. Sí. Su mano puede ser como dos veces la mía. Quizás es que yo tengo las manos más pequeñas de lo normal en un chico.

Llego a casa de Ruslana sobre las doce y media, la cual me espera con una cerveza y aceitunas sobre la mesa. Le cuento sobre Juanjo. Sus malos gestos hacia mí, sus desplantes, su poca cordialidad y respeto...

-Oye, me lo estás pintando como si fuese un monstruo- la pelirroja termina de masticar la aceituna y le da un sorbo a la cerveza-. Quizás el chico te ve como una amenaza. Ten en cuenta que su chica vive con una de las caras más bonitas de los escenarios madrileños.

-Rusli, solo hay que verme. Creo que no me hace falta un cartel en la frente que vaya diciendo: 'Me gustan las pollas' - provoco la risa de la canaria, que deja caer su frente en la mesa-. Juanjo no me puede ver, ni yo a él tampoco. Si algún día Sara se llega a casar con ese tío, voy a ir a la boda, pero a oponerme. Sara vale tantísimo...

-Sara es una chica lista, Martin. Si está con él, es por algo. ¿De verdad crees que se va a dejar torear o guiar por alguien así?- me coge la mano con cariño. Esto me huele a chamusquina-. Creo que en parte, puedes estar celoso. Llevas casi tres años conviviendo con ella, haciendo planes, viendo películas, quedándoos hasta las tantas hablando y saliendo de fiesta...

-Ruslana, no me gustan las chicas.

-Yo no digo que te guste Sara.

-¿Entonces crees que me gusta Juanjo?- río con sorna. Me tiene que estar vacilando.

-No, cariño. Lo que creo es que estás muy acostumbrado a pasar la mayor parte del día con Sara, y ahora que no puedes hacerlo, pues estás un poco celoso. Venga, Martin, no creo que Juanjo sea tan insufrible.

-No lo conoces. No puedes opinar, y como soy tu amigo, tienes que fiarte de mí. Esta noche salimos, ¿a que sí? He conocido a un chaval por Tinder y es camarero en Cuenca.

-¿No eras tú el que estaba tan cansado? - soltamos una carcajada mientras brindamos con la cerveza ya casi vacía- Pero sí. Hoy salimos. Necesito bastantes copas hoy para olvidarme de Sebas.

-¿Ya te has aburrido?- Ruslana es una chica que se aburre fácil de lo cotidiano. Es una chica a la que la palabra 'estabilidad' le genera ansiedad. Le gustan los retos, los nuevos comienzos, la vida loca y desenfrenada. Ambos con veinticuatro años y con estilos de vida totalmente diferentes, y ambos queriéndonos tanto el uno al otro. Se podría decir que somos como hermanos mellizos que si están juntos no paran de pelear, y si están alejados más de dos horas ya están hablando por WhatsApp para ver qué tal le va al otro.

-Digamos que Sebas se vendió como rana y terminó siendo sapo. Pero tampoco me preocupa, porque justo hoy he hecho match con un bombero que me ha quitado el aliento. Así que le voy a decir que esta noche vamos a Cuenca y que se venga. ¿Te importa?

-Chica, acabas de decir la palabra bombero. ¿De verdad crees que me va a importar que venga?

Pídemelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora