dos.

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-Hola, ya estoy aquí- Ruslana aparece con tres bolsas repleta de comida y veo que asoman nada más y nada menos que cinco botellas de vino-. Esta noche cenamos aquí.

-Ya, me he dado cuenta. ¿Cuántos? ¿Quince?

-Martin, cariño, que tú no bebas no significa que los demás no bebamos. ¿Me prometes que no te enfadas si te digo quién viene? -la palabra miedo se puede leer en mi cara. Esto no puede ser nada bueno, ni nada bueno puede salir de aquí- Sara y Juanjo. Me he encontrado con ellos en el super, y tengo que decirte que eres un exagerado en cuanto a Juanjo. Es un encanto, Martin. Casi he hablado más con él que con Sara.

-Ruslana, te mato. Te juro que cualquier día te mato. ¿Cómo puedes hacerme esto? ¿Tan poco me quieres?

-¿Ves? Exagerado. Ha sido idea del novio de tu amiga, que lo sepas. Es que yo también quiero conocer al chiquillo. No parece mala persona, además, es guapísimo. ¿Tú has visto qué sonrisa? -claro que he visto la sonrisa. ¿Cómo no la voy a ver? Cualquier persona se giraría en la calle para verla. No. No. No. Estamos hablando de Juanjo. Yo no me giraría para verla porque es una persona bastante engreída.

Me meto en el cuarto para no escuchar más a Ruslana. Estoy bastante cabreado. Sara no me tuvo en cuenta para pedirle a su novio que se viniese el fin de semana, y Rus no ha tenido en cuenta lo poco que congenio con Juanjo. Nadie me tiene en cuenta.

Rus abre la puerta de la habitación, con cuidado, cuando me ve preparando la mochila. Tengo que coger muchas cosas, porque me gusta ser bastante precavido, como por ejemplo: llaves del coche, llaves del piso de Ruslana y las llaves de mi piso, mi móvil, el cargador y los auriculares, pañuelos para la nariz y el líquido de las lentillas, con mis gafas metidas en su correspondiente funda. Parece que me voy un mes, pero solo voy al ensayo del musical.

-¿A qué hora hemos quedado?

-A las ocho.

-Intento llegar lo antes posible, pero salgo a las ocho y media del teatro. Supongo que llegaré sobre las nueve -paso por su lado, le doy un beso en la frente y salgo por la puerta de casa con mi mochila al hombro. Que me haya sentado fatal lo que ha hecho no quita que no la quiera con el alma.

·······································

Me despido de Kiki con un beso y un abrazo antes de montarme en el coche. Conocí a Chiara en el casting del musical. Es de Menorca, pero reside aquí en Madrid desde hace tres meses. Ella no suele actuar, pero se encarga de la composición de letras y melodías para la obra. Junto con Pablo forma un equipo de producción musical.

Llego bastante tarde a la cena, pero el aparcamiento en Madrid es terrible. Es más fácil que te toque la lotería que encontrar hueco a la primera. Descuelgo el móvil para que la pelirroja empiece a hablar.

-Martin, ¿dónde estás?

-Rus, te prometo que llevo por lo menos treinta minutos buscando sitio para aparcar, pero estoy ya desquiciado dando vueltas a la manzana. Si lo llego a saber hubiese cogido el metro -la escucho hablar con los demás bastante flojito, sin enterarme de nada de lo que dice o le responden -. Va Juanjo para la puerta del piso. Recógelo.

No. Esto no me puede estar pasando. Esto tiene que ser una broma. Es momento de volver a hacer la pregunta. ¿Tan poco me quiere Ruslana? A pesar de no hacerme ni pizca de gracia la idea de recoger al maño, pongo rumbo a la puerta de mi amiga. Allí me encuentro ya a Juanjo. Vestido con unos vaqueros pitillos y una sudadera gris oversize con algunas estrellas en blancas. Le abro la puerta desde el interior para decirle que se monte.

-Hola- sin más. ¿Qué más le digo?

-Hola. He aparcado en la calle de atrás. La verdad es que he aparcado fatal y creo que caben dos coches. Dale, yo te guío- no me mira. Tiene la vista puesta en el frente, como si le diera vergüenza.

-Creo que no hace falta. He insultado al del coche como cuatro veces pensando que el mío cabría si le diera un poco hacia delante o hacia atrás- creo que consigo destensar un poco el ambiente cuando escucho una risa floja.

-Perdón, pero me pongo super nervioso cuando tengo coches esperando detrás.

El camino de vuelta al piso lo hacemos en silencio. Pero no hay la misma tensión que había hace dos días cuando llegó. Estoy apunto de abrir la puerta cuando me giro y quedo frente a aragonés.

-Creo que deberíamos empezar de nuevo. Soy Martin.

-Juanjo- apretamos las manos mientras nos miramos a los ojos. ¿De qué color son? ¿Marrones? ¿Verdes? ¿Ambos?-. Me he comportado como un gilipollas, la verdad.

-Un poco, sí. Pero yo me he comportado como un niño chico. No sé qué es peor, de hecho.

Abro la puerta y veo que Sara y Rus han preparado una mesa digna de boda. ¿Se está celebrando algo? Está repleta de quesos, fuet, patatas, aceitunas, jamón, gambas, patés. Ni en mi comunión quedé empachado como creo que estoy ahora solo de ver el manjar

Me acerco a Sara que me da un beso y un abrazo. No la veía desde que me vine al piso de la pelirroja.

-Por fin. Creíamos que te había secuestrado el fantasma de la ópera.

-No, pero casi. Kiki quería que me quedara a tomar algo, y Paul casi me rapta para que le ayudara con algo de no sé qué de una letra.

-¿Qué habéis hecho estos días?

-Pues, la verdad es que no hemos hecho gran cosa, Sara- Ruslana empieza a hablar con la boca llena de queso, y con una mirada mía sabe que lo detesto, por lo que para de hablar y espera a tener la boca vacía-. El primer día salimos porque aquí nuestro amigo conoció a un chaval, camarero de Cuenca.

-Ya puedes ir contando, bigotes- Sara me revolea una servilleta hecha un gurruño. Me río mientras me limpio la boca para empezar a contar, que jamás pasó nada. Que el chico era insípido.

-Pero que yo no fui el único que salió para ligar, que aquí Pipi Calzaslargas ha conocido a un bombero que es un cañón.

Ruslana enseña una foto del bombero. Ella sí triunfó esa noche. Juanjo abre los ojos como platos al ver la foto, y casi se atraganta.

-Ala, pero si es Omar. Yo he coincidido varias veces con él en la biblioteca y salíamos a fumar juntos. Dile que venga. Hace mucho que no sé nada de él.

Media hora más tarde, Omar está sentado con nosotros, con una copa de vino en la mano y contando varias batallas del aragonés y él en la biblioteca.

-Me acuerdo de esa vez que nos echaron por encender el proyector y poner la película de Torrente- soltamos una carcajada colectiva al escuchar la película. También contaron cuando empezaron a fumar creyendo que nadie se daría cuenta e hicieron que los aspersores de seguridad instalados en el techo comenzaran a regar al edificio entero

He de decir, que la noche con Juanjo no está siendo para nada incómoda. ¿Por qué no nos habíamos llevado así desde el principio? ¿Por qué no me miraba a los ojos? ¿Por qué hemos esperado dos años para cruzar más de diez palabras?

Habíamos empezado con cerveza, seguido con vino y ahora estábamos con una copa. No teníamos intención de salir, solo quedarnos en el piso, charlando, conociéndonos. En un momento de silencio, cojo mi vaso y me dirijo a la terraza a tomar un poco de aire. Para ser septiembre, el calor seguía estando presente en la capital. Pienso en todo, pero a la vez no pienso en nada. Me dedico a mirar a los coches y a los transeúntes que pasean por las calles.

-Siento si interrumpo- lo miro y le sonrío, haciéndole saber que todo está bien-. ¿En qué piensas?

-En todo y en nada- digo mientras encojo mis hombros y me subo las gafas. Le doy un pequeño sorbo a la copa mientras los hielos repican en el cristal.

-Wow, qué místico- hace que suelte una carcajada. El alcohol hace que todo me esté apareciendo gracioso-. Martin, de verdad, siento cómo me he comportado estos años.

-Agua pasada, Juanjo, de verdad. Además, no creo que sea el momento de hablar de este tema, porque va para largo. Si te parece, mañana me paso por el piso y allí hablamos. Voy a por otro cubata, ¿quieres?

Pídemelo.Where stories live. Discover now