Capítulo 2: Desasosiego

33 4 0
                                    

Taehyung despertó recostado en el suelo, una ceja le sangraba al igual que el labio inferior debido al golpe que se propinó al caer. Lo primero que pensó antes de salir del aturdimiento fue que todo lo sucedido no era más que un mal sueño. Seguramente había llegado tan cansado a casa que se durmió sin repararlo o algo en su sistema había fallado, pero que la charla con Jimin lo dejó un poco perplejo provocando un sueño tan realista y escalofriante que temía con tan solo pensarlo.

Sin embargo, cuando logró levantarse, toda la hipótesis se derrumbó. Los objetos usados seguían allí como sólida evidencia.

El espejo estaba roto, cuarteado, pero los pedazos seguían en su lugar. Las velas estaban deshechas, desparramadas en el suelo. La sal estaba disipada dejando difuso el trazo de la circunferencia.

¿Qué diablos hizo? ¿En qué demonios se involucró? Taehyung sintió desesperación así como un profundo sentimiento aún desconocido que le oprimía el pecho. ¿En qué se metió?

No quería tocar aquella escena pero tuvo que hacerlo, tenía un aroma particular que le hacía arrugar la nariz. Nunca se imaginó que las velas podían oler así una vez que se acababan, era tan horrible. Con las manos temblorosas limpió todo el departamento, se deshizo de las velas, metió el espejo en el armario y guardó el crucifijo en un cajón. No sabía qué pasaría ni si alguna de las cosas serían útiles después.

Una vez que terminó, miró el reloj de la sala. No estaba trabajando pues marcaba las cinco de la mañana como hora fija. Aquello le heló cada gota de sangre que recorría por su torrente sanguíneo. Subió a una silla y bajó el reloj para revisarlo, pero después de hacerlo notó que todo estaba en orden; las pilas estaban en su lugar, el mecanismo parecía estar en perfectas condiciones, no lucía averiado, oxidado o estropeado. En su mente resaltó que solo lo adquirió pocos meses atrás, era de una buena marca, entonces, ¿cómo era posible?

E inmediatamente la respuesta más simple, más posible y la peor, cruzó por su mente: Jeon Jungkook.

La piel se le erizó, cerró fuertemente los ojos y apretó el reloj entre sus dedos. Tenía que sacar cada recuerdo relacionado con el ente de su mente. Eso no era real. O al menos eso quería creer.

Dejó el reloj en la mesita al lado del sofá, con la pantalla que reflejaba la hora hacia abajo pues no quería verlo. Se negaba a creer que todo eso estaba pasando. Nada tenía sentido. Se dijo a sí mismo que la falla se debía a un desperfecto de fábrica. Una vez en el baño, se quitó la ropa que llevaba y luego procedió a limpiarse la herida en la ceja y el labio que se encontraba un poco hinchado; tendría que encontrar alguna excusa por si alguien le preguntaba qué diablos le había pasado, no pensaba decir que se había desmayado a mitad de la noche por un ritual profano.

De pronto sus labios se separaron pero no emitió ruido alguno por la conmoción que lo envolvía. Todo su cuerpo se estremeció con un frío fantasmal pasando a través de él. El frasco de antiséptico que usaba se resbaló de su mano estrellándose contra el suelo y desparramando el contenido, e inmediatamente se vio obligado a aferrarse al lavabo que tenía en frente removiéndose por el súbito dolor latente que apareció, queriendo apartarse de lo que le hacía daño pero que no podía ver. Percibía cómo le acariciaban la piel centímetro a centímetro con un desconocido objeto afilado. Una lágrima rodó por su mejilla cuando se arqueó emitiendo un lastimero grito cargado de dolor, provocando que finalmente cayera al suelo jadeante y perplejo, con un cosquilleo por toda su espalda. Dolía. Ardía. No tuvo que pasar mucho tiempo para sentir la sangre emanar de la herida abierta, deslizándose sobre su piel como pintura roja sobre un lienzo inmaculado. Quiso levantarse, pero sus piernas flaquearon.

Si Taehyung hubiese tenido el valor de mirar hacia atrás, habría visto a Jungkook parado detrás de él con una expresión que probaría la valentía del más rudo. Los orbes del intruso estaban opacos, no poseían emoción o brillo, y las pupilas eran tan sombrías que al mirarlas solo podías pensar en cuánto dolor le fue infligido para poseer tal mirada. El joven espectral sostenía un pedazo de cristal en su mano derecha, finos hilos de sangre se deslizaban por ella al igual que por el cristal, provocando que pequeñas gotas cayeran al suelo de cerámica.

EL AMANTE DEL DIABLO. ➸kth+jjkWhere stories live. Discover now