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— Enzo —dijo Clara, entrando a la habitación sin golpear.

Encima de él, había una rubia espectacular. Probablemente una modelo, o actriz, o cantante, quién sabe. La chica se encontraba sentada sobre el regazo de Enzo, sin la blusa puesta. Apenas escucho el ruido de la puerta, se vistió rápidamente y salió disparada de la habitación, empujando a Clara en el proceso.

— La puta madre Clara, ¿qué haces? —dijo Enzo, furioso, acomodándose la camisa.

Clara quería morirse, ahí mismo. Sin embargo, le pidió disculpas y cerró la puerta, dejando a Enzo solo ahí dentro. No sabía bien por qué, pero lágrimas empezaron a correr por su rostro mientras se alejaba rápidamente de la habitación, con la voz del jugador llamándola a lo lejos.

Casi que corriendo, salió al patio. Camino unos metros lejos de la casa, porque sabía que Enzo la estaría buscando, y se metió por la parte de detrás, escondiéndose.

Saco un cigarrillo, lo llevo a su boca y lo encendió. Las lágrimas seguían corriendo por su cara, sin poder frenarlas. Dio una larga pitada, el humo tóxico llenando sus pulmones, pero la calmo un poco.

Enzo había estado hacía solo unas semanas con Valentina, gimiendo a través de las paredes de su casa, y ahora... ¿La estaba engañando con una rubia? ¡Como si nada!

Pero no era eso lo que molestaba a Clara, obviamente que no, sino el hecho de que no fuera ella. La cocinera desconocía el tipo de relación que tenían Valentina y Enzo, quizás era una relación abierta, quizás solo eran algo casual...

¿Por qué no podía ser ella?

Esa simple pregunta le rompió el corazón en mil pedazos. ¿Era eso lo que realmente quería? ¿Ser solo una chica en la que Enzo enterrara la cara una noche y luego siguieran como si nada?

Pero... daría lo que fuera por solo una noche con Enzo Fernández.

Cerró los ojos, mientras daba otra calada, e intentaba que las lágrimas dejaran de caer por su cara. Se odiaba, odiaba todo. Quería irse a su casa, dormir y no despertar por tres días.

— ¡Clara! —gritó Enzo, buscándola.

Como pudo, intentando no hacer ruido, Clara se escondió detrás de unos arbustos, tirando el cigarrillo a un costado.

— ¡Clara, la puta madre! —volvió a gritar Enzo, enojado.

Ella se sentó en el piso helado, cerró los ojos y se quedó ahí, inmóvil, quién sabe por cuánto tiempo. La idea de mirar a la cara a Enzo se le hacía imposible, le daba asco y... tristeza. Así que se quedó escondida, en silencio, hasta que pasaron dos, tres horas y lentamente empezaba a congelarse.

Tenía los labios azules, los dedos amoratados y la inflamación de su ojo había bajado notablemente debido al frío. Si pasaba una hora más afuera, probablemente sufriría de hipotermia.

Por lo que, derrotada, aceptó que era momento de volver a entrar.

Y cuando entro, temblando de pies a cabeza, ya casi no había nadie en el lugar.

Miro por encima para ver si Enzo estaba en la sala, pero no lo encontró por ningún lado. Perfecto.

Busco sus cosas, su abrigo —que se puso rápidamente para calmar los temblores de su cuerpo— y salió al patio delantero, nuevamente, muy a su pesar, en búsqueda de un Uber.

Los minutos pasaron y ningún auto aparecía, por lo que, agobiada y cansada, decidió que lo mejor sería caminar de vuelta a su casa. Sería un largo trayecto y probablemente moriría de frío con borcegos y pollera, pero era algo que estaba dispuesta a aceptar.

𝓛𝓪 𝓬𝓸𝓬𝓲𝓷𝓮𝓻𝓪 | ᴇɴᴢᴏ ꜰᴇʀɴᴀɴᴅᴇᴢ | ᴄʜᴇʟꜱᴇᴀ ꜰ.ᴄ. | +18Where stories live. Discover now