La fiesta de Matthew II

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Marcus

—Acompaña a tu hermano al baño —fue la respuesta de Matthew.

Adán frunció el ceño

—No es necesario, puedo ir solo —objeto con los ojos entrecerrados en una de sus absurdas batallas de miradas, que Matthew siempre ignoraba y a él solo lo llenaban de más frustración.

—Ahora que lo mencionan también necesito ir. Vamos.

Adán, me estudio con agudeza, debió entender en mi sonrisa forzada que no quería quedarme con ellos. Asintió y demostrando que era "independiente" se adelantó, su andar se alentó debido a varias miradas curiosas y algunos cuchicheos provenientes de algunas de las mesas por las que debió serpentear maniobrando su silla de ruedas, era la primera vez que se presentaba en un evento social desde que despertó, sentí rabia cuando lo vi hacerse pequeño en la silla y bajar la mirada, me encaminé a toda prisa hasta donde estaba, tomé los ejes de mando de la silla.

—Suelta las ruedas y coloca las manos dentro, te sacaré en un segundo de la vista de toda esta gente —le dije y fulminé con la mirada a todos los que me pareció lo hicieron sentir mal.

Me sorprendió que Adán, sin decir nada, siguiera mis instrucciones y se dejara conducir. Al llegar al baño, actúe como si nada hubiera sucedido, aunque sí me cerciore de cerrar con seguro por dentro, sí alguien quería entrar al baño, que se jodieran, atravesando medio salón, después de todo, fueron los de esas ultimas mesas los que hicieron sentir mal a Matty, no los quería cerca de él, y caminar les oxigenaría el cerebro, y con suerte se pensaran dos veces antes de mirar a mi hermano como si tuviera antenas en la cabeza.

Adán impulso su silla afianzando las manos a las ruedas y girándolas se detuvo frente a los lavamanos y a la altura que se encontraba el espejo alcanzo a devolverle solo el reflejo de su rostro, la nostalgia por no poder estar de pie se reflejó en la tristeza de su expresión.

—Siento haber mete pegado, pero además de que sí necesito usar el baño, por nada quería quedarme solo a la mesa con los dos Matthews ancestrales ¿estás enojado? —tanteé.

—No contigo, es papá, que no entiende, que no necesito ayuda para todo, me asfixia que siempre este detrás de mí como si fuera un niño torpe dando sus primeros pasos o peor aún un desvalido, que siempre necesita de alguien como una especie de bastón para sostenerse —soltó un bufido y meneó la cabeza ¡Es que cuando dejara de tratarme como a un niño!

—Cuando le plantes cara, pero de verdad, no con tus lloriqueos y pataleos donde al final, te alza un poco la voz, te zampa una nalgada y listo, cedes.

—Es que no puedo, te juro que quisiera ser como antes, imponerme sin importarme las consecuencias, pero es que...

—Deja de actuar como si le debieras algo. Eres tan condescendiente de un tiempo para acá, apenas te da una orden y la acatas sin más, aunque se te nota a kilómetros que te repatea, que no quieres hacerlo.

—Es que le debo la vida, y siento que...

—No le debes nada. Sí te limpio el trasero durante tu coma, pero y qué, te atendió y mantuvo vivo, todo eso fue porque él lo provoco, porque era su responsabilidad, eso es lo que un padre debe hacer «pero no todos lo harían» y porque se sentía infinitamente culpable y con justa razón —brame todo aquello con desprecio.

—No digas eso Marcus, estás siendo muy severo con papá.

—Y qué, él siempre lo fue con nosotros, sobre todo contigo —reconocí y no me detuve, Adán necesitaba escucharme para reaccionar —Quieres que empiece a tratarte como a un hombre ¿sí o no?

La Cuna el finalWhere stories live. Discover now