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A Enzo le costaba respirar, mientras con cada embestida llenaba de placer a la chica con la que estaba. Era la modelo de la fiesta, con quien cogía cada tanto.

Era temprano, Clara llegaría en cualquier momento y eso excitaba a Enzo, la idea de que ella los escuchara. Era raro, pero era así.

Más rápido —pidió la rubia.

— ¿Te gusta así? —gruño el jugador, empujando con fuerza.

La chica gemía de placer, en cuatro, empujando su culo contra Enzo, haciendo fuerza para que su miembro entrara del todo.

Las respiraciones agitadas llenaban la habitación, mientras el jugador tiraba del pelo de ella, embistiendo con violencia. Cerraba los ojos, sin pensar en nada más que el placer que estaba sintiendo.

Una electricidad recorrió el cuerpo del jugador a medida que se acercaba al orgasmo, apurando el ritmo dentro de la rubia.

Entonces la modelo cayó rendida, dejando escapar un jadeo de placer, acompañado de uno de Enzo, que se dejó caer pesadamente a un costado de la chica, producto del orgasmo.

La rubia, argentina, se acercó a Enzo para darle un beso, pero este se negó.

— Ya sabes cómo son las cosas —le dijo él, frío.

— No me gusta como me tratas —contestó ella, buscando las sabanas para cubrir su cuerpo desnudo.

— Pero te encanto como te cojo —Enzo le guiño un ojo, levantándose de la cama buscando su ropa.

Se asomó a la ventana y a la distancia, mirando hacia la casa con asco, estaba Clara fumando un cigarrillo. Definitivamente, los había escuchado. El jugador se sintió complacido.

— Vestite y andate —ordenó Enzo, tirando la ropa de la rubia.

La chica comenzó a vestirse rápidamente. A pesar de todo, le gustaba esto. Verse con el jugador, ignorando por completa la forma en la que la trataba. Era mejor que nada.

Enzo acompañó a la modelo hasta la puerta delantera y ella, nuevamente, intentó darle un beso de despedida, pero el jugador puso la mejilla y se despidió de ella con un simple "chau".

— Buenos días, Clara —saludó entrando a la cocina.

— Buenos días, Enzo —dijo ella, seria.

Llevaba puesta su chaqueta de chef, el pelo atado en una colita alta y sin levantar la mirada, saludo al jugador. Cada vez que él estaba con la rubia, y los escuchaba, fingía demencia. Pero se notaba molesta, incómoda. A Enzo le gustaba eso.

Clara preparó el desayuno de costumbre, con el pan casero que preparaba todos los comienzos de semana y las mermeladas caseras.

— ¿Podrías prepararme dulce de leche? —pidió Enzo, sentándose en las banquetas al lado de la mesada.

La cocinera simplemente asintió, aun sin mirarlo.

— ¿Puedo pedirte un favor? —dijo Clara luego de unos minutos en silencio, sirviendo al jugador una taza de café— ¿Podría venir unos minutos más tarde?

Enzo entendía por dónde venía la mano, y juguetón, le dijo que no era posible, que la necesitaba desde temprano. No sabía por qué se comportaba como lo hacía.

— Entiendo, voy a hablar con Juan, entonces —dijo ella, sin mirarlo, sacando leche de la heladera— Quizás él pueda darme una mano con eso.

— ¿Por qué con Juan? —Enzo parecía molesto— Tu jefe soy yo, no Juan.

𝓛𝓪 𝓬𝓸𝓬𝓲𝓷𝓮𝓻𝓪 | ᴇɴᴢᴏ ꜰᴇʀɴᴀɴᴅᴇᴢ | ᴄʜᴇʟꜱᴇᴀ ꜰ.ᴄ. | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora