ENIGMA

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⚠️⚠️ADVERTENCIA ⚠️⚠️

SEXO CON MENORES DE EDAD

DE NINGUNA MANERA ESTOY NORMALIZADO ESTE TIPO DE PRÁCTICAS.

LO HAGO POR EL PURO OBJETIVO DE ENTRETENIMIENTO
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Sukuna y Satoru, alfas de renombre y seductores innatos, se vieron sorprendidos por el revuelo que causaba un profesor recién incorporado. Suguru Geto, un Omega, que había acaparado la atención de todos, un fenómeno inusual que despertó su curiosidad.

—"¿Qué podría tener de especial, sea Omega o no?" reflexionó Satoru, el alfa de cabello plateado, con un dejo de escepticismo.

—"Tal vez su belleza sea deslumbrante," contradijo Sukuna, contemplando la posibilidad desde su asiento privilegiado.

Impulsados a descubrir el secreto de Geto, se infiltraron en una de sus clases. A pesar de ser estudiantes de tercer año y tener clases en otro edificio, la oportunidad de observar al profesor de cerca era demasiado tentadora para ignorarla. Se sentaron en sus pupitres, indiferentes a las miradas curiosas de los alumnos más jóvenes, quienes los reconocían por su fama de bravucones.

—"Por favor, abran la página que les asigné," instruyó una voz suave y cautivadora. Al entrar al aula, Geto trajo consigo un aroma embriagador que llenó el espacio. Sukuna levantó la vista, quedando estupefacto; la visión que tenía delante era de una belleza sin igual. Satoru, con su cabello blanco desordenado, no podía cerrar la boca, impresionado por la presencia del Omega. Los jeans de Geto, ajustados como una segunda piel, resaltaban cada curva de su anatomía, mientras que su camisa, tensa y luchando por contener su pechos, prometiendo más de lo que ocultaba.

El profesor Geto continuó su clase con una voz suave y melodiosa que acariciaba los oídos de los dos alfas presentes. Cada palabra que pronunciaba resonaba como una sinfonía perfectamente armonizada, mientras sus gestos delicados y precisos atrapaban la atención de Sukuna y Satoru, creando una especie de hechizo en la sala de clases.

El tiempo parecía detenerse para ambos alfas, absortos en la presencia magnética del omega que los tenía completamente hipnotizados. Cada mirada, cada movimiento del profesor Geto era como un lienzo en blanco que pintaba una historia de seducción y misterio, despertando sensaciones y deseos que, aunque no desconocidos para Sukuna y Satoru, eran intensificados por la enigmática energía del profesor.

Al finalizar la clase, los dos alfas salieron del aula con sus mentes llenas de pensamientos revolucionados por la presencia de Geto.

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En la seguridad de su habitación mal iluminada, Sukuna se encontraba sumergido en una revista cuya portada mostraba la imagen cautivadora una mujer de pechos grandes y cabello negro como Suguru, su mirada intensa y su postura firme, despertando en el alfa de cabello rosado una mezcla de admiración y pasión desenfrenada. Mientras tanto, Satoru trataba de distraerse con un juego de Xbox, pero sus pensamientos divagaban incontrolablemente hacia el omega que había despertado una llama ardiente en lo más profundo de su ser.

La conexión que habían sentido con el profesor Geto les abrió las puertas a un mundo nuevo de sensaciones y emociones intensas, despertando en ellos un deseo ardiente por descubrir a dónde los llevaría esta nueva conexión que les había sorprendido y cautivado de una manera que, aunque familiar para ellos en cierto sentido, ahora cobraba una intensidad y profundidad inesperadas.


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Al amanecer del nuevo día, la determinación de Sukuna y Satoru era palpable. Con una mezcla de anticipación y un toque de rebeldía, los dos alfas se lanzaron en una carrera cómica por los pasillos, sus pasos resonando con urgencia. Su destino: el aula del enigmático profesor Getou.

Los estudiantes que llenaban los pasillos se apartaban, sus miradas llenas de confusión ante la inusual prisa de los conocidos bravucones. Sin embargo, para Sukuna y Satoru, nada más importaba en ese momento más que llegar al salón de clases que albergaría al objeto de su “curiosidad”.

Llegaron jadeantes, pero triunfantes, los primeros en la sala. Se deslizaron en los asientos delanteros, sus sonrisas traviesas contrastando con su comportamiento ejemplar. Los otros alumnos, acostumbrados a la imagen de los alfas como figuras imponentes, se quedaron mudos, sus mentes luchando por reconciliar la imagen de los dos jóvenes sentados pacíficamente, esperando la clase como si fueran estudiantes modelo.
Sukuna, aprovechando que llegaron temprano, decidió enviarle un mensaje sugerente a su novio Megumi, que estaba en segundo grado. Mientras tanto, Satoru se aburrió rápidamente y revisó el perfil de Instagram del profesor Getou. Descubrió que tenía hijos, pero no encontró rastro de un marido en las fotos.
Esto aumentó la emoción de Satoru, quien se relajó en su asiento. Sukuna, por su parte, comenzó a delirar en su asiento, imaginando todas las cosas picantes y atrevidas que quería hacer con Getou. La puerta se abrió y con ella, una nueva ola de aquel aroma que había capturado su atención el día anterior. Getou entró, su presencia llenando la sala no solo con su fragancia sino con un aura de autoridad que desmentía su estatus de Omega. Sukuna y Satoru intercambiaron una mirada; este día prometía ser interesante: Satoru comenzó a estudiar los movimientos gráciles del omega mientras se movía por el aula. No pudo evitar fijarse en el tamaño de sus senos, que aunque no estaban expuestos, destacaban debajo de la blusa ajustada.

Mientras tanto, Suguru notó la presencia de los dos alfas y parpadeó extrañado. Sabía que no eran sus alumnos y que probablemente pertenecían a un grado diferente, ya que se veían mucho más grandes y desarrollados. Decidió apartar la mirada y comenzar a dar la clase, lo cual fue una bendición para los ojos de Sukuna y Satoru.

La clase transcurrió con normalidad, pero los dos alfas no podían dejar de poner atención a cada movimiento y gesto de Getou. Su presencia dominante y encantadora los tenía completamente hipnotizados, deseando poder realizar sus fantasías más salvajes con él.
La campana resonó por los pasillos, marcando el fin de la clase. Los estudiantes se levantaron, sus sillas raspando contra el suelo en un coro de rutina escolar. La energía del cambio de clase llenaba el aire, una mezcla de alivio y anticipación. Sukuna y Satoru, sin embargo, compartían una mirada cargada de un entendimiento tácito, sus cuerpos tensos con la expectativa de lo que vendría.

Se pusieron de pie, sus movimientos sincronizados, pero antes de que pudieran mezclarse con la marea de estudiantes, la voz de Getou los ancló en su lugar. —"Disculpen", pronunció el omega, su tono firme pero suave, como una melodía que se desliza sobre el caos del aula. Los libros que sostenía eran una barrera sutil entre él y el mundo, un escudo contra la curiosidad indiscreta.

Satoru giró, su expresión una máscara de sorpresa fingida, mientras que Sukuna lo siguió, su rostro esculpido en una calma engañosa. —"Quisiera saber por qué están en esta clase... no es que tenga derecho a correrlos, pero ustedes no se ven de primer año". La pregunta de Getou era una flecha envuelta en terciopelo, directa pero sin filo.

Los alfas intercambiaron una mirada, sus ojos brillando con la luz de una travesura compartida. Sukuna, con la confianza de quien juega una partida ya ganada, respondió con una mentira hilada con la habilidad de un artesano. —"Estamos repitiendo y nos mandaron a esta clase". Su voz era la de la certeza, su sonrisa, un desafío velado.

Getou los observó, su mirada escudriñando más allá de las palabras, buscando la verdad en los espacios silenciosos entre ellas. —"Ya veo... No me informaron sobre ello". Su respuesta fue un eco de duda, su gesto al tocar su cabello, una distracción encantadora.—"¿Cuáles son sus nombres?", inquirió, su curiosidad un hilo que buscaba tejer una conexión. —"Me llamo Sukuna Ryomen", dijo el de cabello rosado, su sonrisa una promesa de complicidad. —"Gojo Satoru", añadió el otro, su nombre cayendo como una pieza final en un rompecabezas.

Getou asintió, su gesto un sello de reconocimiento. —"Un placer conocerlos, chicos, pero necesito ir a almorzar", se despidió con una ligereza que no reflejaba la profundidad de su mirada. Los alfas asintieron, permitiendo que el omega pasara primero. Ambos se miraron con una sonrisa maliciosa antes de seguirlo discretamente, siguiendo el balanceo de esas caderas que los habían hipnotizado. Una vez fuera del aula, los dos alfas se acercaron al omega y lo rodearon con sus cuerpos, provocando que el profesor se detuviera sorprendido.

—"¿Qué están haciendo chicos? Necesito ir a almorzar", exclamó Suguru, tratando de mantener la compostura.

—"Solo queremos acompañarle, profesor", respondió Sukuna con una sonrisa traviesa, mientras Satoru acariciaba su cintura sutilmente.

Suguru se sintió abrumado por la presencia de los dos alfas y se vio obligado a ceder ante sus deseos. Caminaron juntos hacia la cafetería, donde compartieron una comida ligera y risas cómplices. Sukuna y Satoru no podían creer su suerte al tener al profesor Getou tan cerca, y planeaban cómo llevar su atrevida seducción al siguiente nivel.

Al final del almuerzo, Suguru se despidió de ellos con un beso en la mejilla y una promesa de volver a encontrarse. Los dos alfas se miraron satisfechos, sabiendo que habían encontrado un nuevo objetivo en su juego de seducción. Y así, comenzó una historia de pasión y peligro entre los tres, donde los límites se difuminaban y las emociones ardían con intensidad.

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