TODO UN CABALLERO

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En la enorme pantalla del salón salía el Señor Jeon, desnudo y sudando en medio de varios hombres mientras follaba sin parar a un joven de pelo rubio claro. Cuando este se corrió, llegó otro para ocupar su lugar, uno que hasta entonces le había estado lamiendo y frotando los brazos a Jung Kook. En la esquina inferior derecha de la pantalla había un número: siete. Siete hombres que se había follado por el momento.

Se reunió un pequeño grupo a nuestro alrededor, atraídos por el ruido del sexo y la sórdida película del gang bang del Señor Jeon. Había comentarios por lo bajo, la mayoría de sorpresa o excitación. Pronto comenzaron las preguntas sobre si esa noche haría lo mismo y sobre si podían apuntarse. Sin embargo, las palabras solo fueron un murmullo para mí, uno que se mezclaba con los gemidos, los gritos y los constantes jadeos del sexo en la pantalla.

No era agradable ver a tu novio de aquella manera, pero el Jung Kook que estaba participando en aquel gang bang, no era mi Jung Kook. Aquel era el Señor Jeon del principio, el que tenía los ojos repletos de locura y apretaba los dientes con enfado mientras sudaba, jadeaba y seguía follándose a hombre tras hombre. Todos gemían y le pedían más y más, todos le tocaban y querían un poco de ese hombre grande, fuerte y atractivo, y todos parecían estar disfrutando muchísimo; todos menos él. Fue un pensamiento extraño, quizá incluso tonto, pero no podía dejar de sentir que aquel Jung Kook drogado y sudoroso estaba sufriendo. Quizá fuera algo en su mirada perdida, quizá en la forma en la que evitaba que los demás trataran de alcanzar su rostro o sus labios, quizá en la forma en la que su abdomen se contraía como si estuviera a punto de vomitar, quizá en la forma que gruñía, tan profunda y desesperada. Pequeños detalles que se escondían de las miradas de aquellos que no conocían a Jung Kook y que solo podían ver al hombre increíblemente guapo y fuerte que, además, tenía la polla grande y te follaba sin descanso. Solo podían ver a La Leyenda Sexual, no al hombre que temblaba y jadeaba tras su octavo polvo, que apretaba las mantas de la cama y cerraba los ojos un instante para coger aire antes de obligarse a sí mismo a seguir.

Noté una presión en la espalda y algo húmedo en el cuello, una mano desconocida colándose por dentro de mi camisa y rozando mis pectorales.

Entre todo aquel ruido, escuché mi nombre, un susurro que me trajo de lo más profundo de mis pensamientos. Entonces aparté la mirada de la pantalla para ver a un Señor Jeon de expresión preocupada y triste. Bill le estaba frotando la entrepierna con su mano mientras miraba la televisión y sonreía. Un hombre moreno se había inclinado para hablar a Jung Kook al oído mientras le acariciaba el pecho de arriba abajo. Yo tenía a Alejandro muy pegado a la espalda y sentía sus labios en mi cuello, sus manos por mi cuerpo, tirando de mí para alejarme de Jung Kook, como helados tentáculos que me arrastraban a un lugar oscuro al que no quería ir.

Jung Kook y yo nos mirábamos en silencio. Sus precios ojos del azul del océano eran dos mares de tristeza y miedo. Las manos de desconocidos nos estaban tocando, cada vez más fuerte, cada vez más profundo; nos estaban rodeando y nos estaban consumiendo. Pero ninguno de los dos hacía nada para evitarlo. No podía dejar de pensar en aquel Señor Jeon que llevaba follándose a once hombres seguidos. ¿Por qué lo había hecho?, ¿por qué seguía adelante cuando, tras cada hombre, solo temblaba un poco más y parecía más perdido?, ¿por qué se hacía eso a sí mismo?, ¿qué se supone que quería demostrar... o a quién?

Entonces sentí que los ojos se me humedecían y desperté de aquel sueño que me mantenía quieto e impasible. Aparté al hombre que rodeaba a Jung Kook y había empezado a lamerle la cara, ignoré sus quejas y me incliné para abrazar al Señor Jeon. No estaba enfadado, no exactamente, tampoco estaba dolido ni celoso, pero sentía una presión en el pecho y una profunda angustia y tristeza por aquel Jung Kook del pasado. La Leyenda Sexual que era capaz de todo, que se había follado a cientos de personas, la estrella de todas las orgías y fiestas sexuales, que hacía gang bangs y cualquier cosa que le propusieran con tal de llenar aquel vacío que había dentro de él; lo que fuera por saciar aquella voraz necesidad de aprobación.

El AsistenteWhere stories live. Discover now