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— ¿Querés renunciar? —dijo Enzo, sin soltar las manos de Clara, un poco triste.

La cocinera empezó a sentirse cohibida ante tanto contacto físico, por lo que soltó las manos de Enzo con cuidado y se levantó con la excusa de buscar agua.

— Sí, es que... ¿Cómo te lo explico? —empezó a dudar de haberle dicho que quería renunciar— Necesito desafíos nuevos.

Clara mintió, en parte. Si necesitaba probar nuevas recetas, moverse de la comida argentina, pero la realidad era otra. No toleraba ver a Enzo todas las mañanas y noches sabiendo que no podía tenerlo.

Se sirvió agua de la heladera y empezó a tomar del vaso de a tragos, intentando mantenerse tranquila, pero si Enzo la forzaba escupiría toda la verdad.

— Eso se soluciona muy fácilmente, estoy dispuesto a probar todo lo que quieras cocinarme —dijo Enzo, intentando ser resolutivo.

Clara quería enojarse, decirle que no era tan sencillo, pero se compadeció. Enzo estaba siendo realmente bueno con ella, no había motivos.

— Está bien —aceptó.

— Si el problema soy yo, podés decírmelo, podemos encontrarle la vuelta, no sé... No quiero que renuncies.

El corazón de la cocinera se derritió por completo, si no fuera porque estaba del otro lado de la mesada, se estiraría nuevamente para tomarle las manos.

— ¿Por qué? —indagó, curiosa— Podrías tener a alguien mil veces mejor, con más experiencia, más edad...

— Porque me gusta como cocinas y como me enseñas, la paciencia que me tenés, tus comidas son ricas —se explicó Enzo— Y sos como yo, tenemos la misma edad, eso es importante para mí.

— ¿Soy como vos? ¿A qué te referís?

— Venimos de Argentina, estamos solos acá, no sé, ¿por qué tantas preguntas? —Enzo ahora parecía molesto.

— Perdón, me gana la curiosidad —se disculpó Clara, dejando el vaso con agua a un costado— Está bien, no voy a renunciar.

— De cualquier forma —siguió el jugador— Ya lo sabía, te escuché hablando por teléfono.

Sorprendida, Clara lo miro a los ojos.

— Además, Roger llamó a Juan al día siguiente y se lo dijo —explicó Enzo— Les dije que si renunciabas, íbamos a encargarnos de que no te contrataran en ningún otro lugar.

Si Clara hubiera tenido el vaso en la mano, probablemente se le hubiera caído de las manos. Miro a Enzo, triste, no esperaba que el jugador actuara de esa manera.

— Sé que es cruel —siguió el jugador ante el silencio de Clara— Pero no quiero que renuncies y, si te vas, entonces me voy a encargar personalmente de que nadie de esta ciudad te contrate.

— Enzo... —dijo ella en un hilo de voz.

El jugador se levantó de la banqueta y se acercó hasta donde estaba Clara, aprisionándola entre sus brazos en la mesada.

— Si yo no te tengo, no quiero que nadie más te tenga —murmuró Enzo.

Clara estaba atrapada por los brazos de él, desafiándose con la mirada. Quería romperle la nariz de una trompada, pero eso probablemente la llevaría a ser despedida, y no tendría tanta suerte para conseguir un trabajo nuevo.

Estaba atada a él, ¿en dónde se había metido?

— No puedo creer que me estés diciendo esto —la voz de Clara era apenas un susurro.

𝓛𝓪 𝓬𝓸𝓬𝓲𝓷𝓮𝓻𝓪 | ᴇɴᴢᴏ ꜰᴇʀɴᴀɴᴅᴇᴢ | ᴄʜᴇʟꜱᴇᴀ ꜰ.ᴄ. | +18Where stories live. Discover now