4.2 | Matías

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«Los toques violentos en la habitación fueron capaces de despertar de su sueño al castaño, que yacía en el suelo del baño con una botella de fernet en manos. Una pesadez increíble se posó en su cabeza y al abrir los ojos notó que nada había sido una pesadilla, Nicola no estaba más.

—¡Matías abrí la puerta!

Le tomaron varios segundos incorporarse gracias al mareo, por lo que se sostuvo de las paredes y se tambaleó al abrir la puerta, enfrentando la imagen de una furibunda ojiazul en compañía de Francisco.

—¿Qué mierda hiciste con Nico? —Vociferó, entrando abruptamente a la habitación.

El equipaje de la pelinegra permanecía intacto en una de las esquinas, por lo que la preocupación aumentó con más fuerza en el pecho de Sofi. Había recibido una llamada de Nicola tan solo minutos atrás; le explicó que dejaba España esa misma madrugada antes de colgar. En cuanto no recibió señales de vida por parte de Matías, supo que algo no andaba bien; llevándola a entrar en un pequeño estado de pánico.

—¿No está con vos? —Preguntó en un hilo de voz, percibiendo el miedo repicar en lo más profundo de sus entrañas.

—¡Evidentemente no, Matías!

—Necesito que los dos se calmen —habló Fran, interponiéndose entre ambos castaños.

—¿Sabés dónde está? —Volvió a cuestionar, con las lágrimas inundándole el rostro.

—¿Ahora venís a llorar? —Rio con ironía— ¿Qué le hiciste? ¡Hablá!

Matías sintió la vergüenza y dolor invadir su cuerpo, apartándole la mirada a Sofía de inmediato. No sabía que decirle, realmente no comprendía cómo terminaron envueltos en aquella situación. No lograba conectar los puntos ente su furia injustificada y la partida de Nicola. Solo entendía que lo había jodido todo y que ella huyó gracias a un único culpable... Él mismo.

—Necesito saber dónde está, por favor —suplicó, perdiendo lo que quedaba de orgullo en él—. Te lo ruego, Sofi; decíme dónde está.

La ojiazul no supo que decir. Esa respuesta ponía en juego el corazón de Nicola y ciertamente ya no estaba segura si era merecedor de él o no. No conocía del todo lo ocurrido, pero estaba cien por ciento segura de que se trataba de algo gigantesco; su amiga no huiría de aquella manera de no ser así.

Francisco le dedicó una mirada llena de compasión y un suspiro brotó de sus labios, jugándosela por Matías.

—Espera un vuelo en el aeropuerto —susurró, bastante insegura aún—. No sé qué le hiciste, pero te prometo que, si la cagas: te parto la cara.

Él asintió a sus palabras, pero se mantuvo inmóvil, incapaz de procesar sus propios pensamientos y movimientos. ¿Por qué le volvía a ocurrir eso? ¿Qué mierda estaba mal con él?

—¡Andá, Mati! —Chilló Francisco, empujándolo hacia la puerta.

Su cerebro finalmente conectó con sus músculos y salió disparado por los pasillos, bajando a una velocidad alucinante las escalares. No le interesaba caerse a trompicones, tan solo tenía en la cabeza verla la cara, aunque sea por un segundo más.»


(...)


—¡Nicola Ferraro! —Llamaron desde el estrado, ganándose la atención de los amigos y familiares en el auditorio.

La pelinegra se puso de pie y caminó hasta el pequeño podio, recibiendo el diploma que se le entregó. En su pecho vibraron cientos de emociones. Después de mucho se sentía completa, llena de felicidad. Había logrado cometer uno de sus mayores sueños, ese que ya no fantasearía despierta.

one shots | LSDLNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora