prólogo: la libertad

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En una noche oscura  cargada con el olor a tierra mojada y sangre. En el suelo yacía un joven de cabellos rojos y marcas de zorro en las mejillas, su cuerpo marcado por las heridas de la batalla, cada cicatriz un testimonio de su lucha contra las cazadoras que lo habían perseguido hasta el fin del mundo. Su aliento se entrecortaba, y en sus ojos, una vez llenos de determinación, ahora solo se reflejaba la aceptación de su destino.

La envidia al ver a las aves volando en el suelo nocturno y ver qué nunca pudo salir de la jaula en la cual su madre lo habia enserado a través de aquel pacto que ambos hicieron todo para intentar protegerla a su antigua amada y a pesar de todo eso aquella sonrisa no se esperaba de la cara del joven.

Aquella herramienta que había aprendido a usar que había forjado para protegerse de sus enemigos e inspirar a sus aliados una sonrisa que ocultaba su dolor desesperación su miedo, pero aún así en ese momento de oscuridad tan grande una chispa de deseo ardía en su interior. Un deseo de libertad, de romper las cadenas de un destino impuesto por aquellos que lo veían como una abominación. Y mientras la vida se desvanecía de su cuerpo, ese deseo se convirtió en un grito silencioso que atravesó las barreras del tiempo y el espacio.

Entonces, en el umbral entre la vida y la muerte, algo cambió. Una fuerza desconocida respondió a su llamado, y Naruto sintió cómo su ser se transformaba. No era una curación, sino una reinvención, una metamorfosis que lo llevó a cruzar el límite de su existencia casi divina.

Y de repente sintió como su cuerpo fue transportado a otro lugar un sitio en el cual no esperaba nunca estaba la entidad primordial la cárcel de los Titanes el tártaro.

Un ser que era conocido por las historias por ser la contraparte masculina de la primordial de la tierra El joven Naruto se encontraba en el tártaro,  naruto despertó con una sensación de pesadez en su cuerpo que nunca antes había sentido. Al abrir los ojos, lo primero que captó fue el color rojo, no el de la sangre a la que estaba acostumbrado, sino uno más oscuro y profundo, como si estuviera sumergido en un mar de carmesí. Intentó moverse y notó que sus manos estaban cubiertas por unos guantes de un rojo intenso que llegaban hasta sus brazos, sintiendo una textura suave y desconocida al tacto.

Llevó una mano a su rostro, tocando lo que parecía ser un monóculo ajustado sobre su ojo derecho. Era una sensación extraña, como si ese objeto formara parte de él ahora. Sus dedos se deslizaron hacia arriba, encontrando un cabello más corto de lo que recordaba, teñido de un rojo vibrante con puntas que se perdían en la oscuridad.

Al intentar levantarse, una sonrisa involuntaria se dibujó en su rostro, revelando una hilera de dientes amarillentos que contrastaban con la palidez de su piel, ahora de un tono grisáceo. Se miró en un reflejo distorsionado y vio cuernos que se alzaban sobre su cabeza, dándole la silueta de un ser que pertenecía más a las leyendas antiguas que al mundo que conocía.

Con cada movimiento, sentía cómo su presencia imponía un aire de autoridad y misterio. Su vestimenta había cambiado por completo: un traje de rayas que evocaba una época pasada, una pajarita que adornaba su cuello. Naruto ya no era el niño que había sido.

-Es sorprendente verte ahora en tu verdadera forma hijo mío-. Dijo una voz que resonó en todo el lugar llenando todo el aire y haciendo todo temblar.

-quién eres tú-. Dijo Naruto aún con aquella sonrisa pegada en su rostro que se sentía muy natural aún más que en su estadía en el campamento de las cazadoras y las manos en la espalda como si esa fuera la posición que alguien como él desviado adoptar.

-yo soy la contraparte masculina de gea soy aquel en el que ya hacen encerrados los Titanes yo soy, el infierno primordial yo soy tártaro-. Dijo el ser haciendo retumbar todo con su voz llena de orgullo.

-y que es lo que desea de mi estimado caballero-. Dijo Naruto aún con su gran sonrisa y con un lenguaje muy soez como el de un refinado caballero el cual ni él mismo sabe de dónde había sacado.

-mmm que cumplas el propósito para el cual fuiste con cedido tu hijo mío con la diosa de la luna estás destinado a alzarte sobre todos en este mundo-. Dijo con orgullo tártaro al ver que la transformación de su hijo se había completado.

-disculpe pero no lo entiendo La diosa de la luna me dijo que fui concedido cuando ella fue mancillada por un cerdo eso me dijo a mí y a todos en el Olimpo durante toda mi vida-. Dijo Naruto enfureciéndose un poco a pesar de que su sonrisa se mantenía.

-jajaja esa cazadora solo me sirvió para tenerte pero demuestra que no sirve para nada más en realidad pequeño tú no eres hijo de un simple criminal o de alguien que la agarró con la guardia baja tú eres hijo de un primordial-. Declaró tártaro

-yo uní mi esencia con la de ella cuando ella en una ocasión vino aquí todo con un único propósito lograr que tú nacieses y cumplieras con tu destino que te fue dado por un ser que escapo incluso de la imaginación de nosotros los primordiales-. Seguía monologando tártaro sin perder ese orgullo en su voz por ser el que engendrase a Naruto.

-La cazadora simplemente fue la elegida para hacer el trabajo después de todo muy pocos seres podrían soportar la energía de un primordial pero ella al descender de una titán y no de cualquier titán sino de leto la Titanic de la maternidad indirectamente fue protegida por su dominio permitiéndole soportarlo el tiempo suficiente para que tú nacieses, no obstante ha llegado el momento de que tú Naruto te levantes y de muestras a todos en este mundo de que eres capaz y les demuestres a todos la existencia que tú eres el único dueño de tu propio destino-. Dijo tártaro mientras la sombra de Naruto parecía cobrar vida.

La sombra de Naruto se alzaba, cobrando vida propia en el crepúsculo del inframundo moverse con voluntad propia. La sombra se erguía, imponente y viva, como si respirara al ritmo de una melodía inaudible.

Naruto, aún aclimatándose a su nueva forma, observaba con asombro cómo la sombra se inclinaba hacia él,Con un movimiento fluido y casi teatral, extendía  extendiendo un objeto que reflejaba destellos de luz rojiza. Era un objeto de poder que demandaba atención, no solo por su presencia sino por su diseño intrincado. La empuñadura, un micrófono de estilo antiguo, brillaba con un lustre metálico, evocando los días de gloria de la radio de los años 20. El cuerpo del bastón era elegante, lacado en negro profundo que absorbía la luz circundante.

Al tomarlo, una oleada de energía recorría su ser, una promesa silenciosa de que ahora, él era el maestro de ceremonias en este circo infernal que sería el mundo griego

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Al tomarlo, una oleada de energía recorría su ser, una promesa silenciosa de que ahora, él era el maestro de ceremonias en este circo infernal que sería el mundo griego.

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⏰ Última actualización: Mar 29 ⏰

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Naruto (alastor) el azote de la luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora