CAPÍTULO 4: BIENVENIDO AL TEMPLO UZUME

3 1 0
                                    


La puerta de corredera se abrió desde dentro, dejando ver el rostro alegre de una joven muy atractiva. A diferencia de la mujer de antes, que irradiaba energía negativa, en esta ocasión era todo lo contrario. La chica tenía una sonrisa sincera de oreja a oreja, una mirada amable y tenía el pelo recogido en un tocado precioso. Su vestuario era bastante llamativo, ya que, a pesar de que llevaba también un kimono, lo llevaba de tal manera que éste dejaba ver un escote pronunciado.

A Cupido eso le gustó. Significaba que estaba orgullosa de su cuerpo y eso podía significar que, esta vez, sí que se había topado con la hechicera de la publicidad.

- Bienvenido al Templo, señor Cupido.- Lo saludó ella, con amabilidad.

Seguía sin entender cómo podían ser conocedoras de quién era él, pero decidió que ya lo averiguaría, y aprovechar para ver si aquella visita merecía la pena o no.

La chica lo invitó a pasar con una sonrisa. Él se adentró y, haciendo caso a la joven, tomó asiento en un cojín que había sobre el suelo. Ella hizo lo propio en otro cojín que se encontraba en frente de él.

- Me conocen como Amane, hechicera del amor, hoy en día. Pero no siempre fui esa persona.

Cupido frunció el ceño, sin entender a qué venía la última parte. Él había ido, pura y exclusivamente, a hablar con la hechicera del amor; bastante poco le importaba quién podía haber sido anteriormente aquella mujer.

- Cada vez que nos visita un Dios de otra cultura, termina haciendo el caos.- Murmuró ella.

Y, de repente, toda la amabilidad que había sentido antes, desapareció.

¿Dios de otra cultura? ¿Por qué sabían quién era?

Cupido se puso de brazos cruzados con el ceño todavía más fruncido, si cabía.

- Mi verdadero nombre es Ame-no-Uzume-no-Mikoto, diosa de la aurora y la alegría. Y la feliz compañera que has conocido anteriormente es, nada más y nada menos, que la diosa de la creación y la destrucción: Izanami-no-Mikoto.

Dioses japoneses.

Jamás pensó que tendría que lidiar con algo así. Ya bastante complicado era lidiar con los dioses de su propia cultura, por ejemplo sus dos hermanos, pero encima con los de otras culturas...

Maldita la hora que había decidido escuchar aquella publicidad.

- Vienen a destruir todo aquello que nosotras hemos tratado de construir.- Murmuró, de pronto, una voz apagada y monótona que le resultó muy familiar.

Con sorpresa y, asustándose nuevamente, comprobó que a su lado había aparecido aquella joven tenebrosa que había conocido antes.

- Si ibas a entrar podías haber entrado conmigo.- Murmuró él a modo de respuesta, bastante molesto, y olvidando los modales que merecían dos diosas.

La mujer rió, como si considerase divertido su comentario.

- Cupido, dios griego o romano del amor.

- Griego.- Declaró él.- Mi nombre real es Eros. No obstante, la mitología romana me apodó "Cupido". Es un nombre mucho más comercial, así que es el que he terminado dándole a mi marca personal.- Explicó.

- Me importa bastante poco.- Replicó la mujer de ojos rojos.- Deja hablar a mi hermana.

¿Aquellas dos diosas eran hermanas? Cupido no sabía si eso podía ser una causa mayor de preocupación o no.

Cupido está en un líoWhere stories live. Discover now