── | 00:00 | ❝ Cuando las manecillas de los segundos y minutos estén en el mismo lugar, a las doce en punto, todo será diferente ❞
Tengo odio de todo el mundo
Mi corazón está estrujado y mis
palab...
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Se fue caminando sin darse cuenta que daba saltitos de tanto en tanto.
Llegó a su casa feliz, sus padres le preguntaron por que traía tan buenos ánimos, Ophelia solo respondió que la celebración del primer mes del voluntariado había estado muy bonita.
Almorzó con tranquilidad debido a que tenía tiempo para hacerlo con paciencia, el consultorio de su psicóloga no estaba tan lejos, podía llegar caminando en una media hora.
Además le gustaba el camino hacia el consultorio, habían flores, un parque y un perro muy cariñoso de una pequeña tienda de abarrotes cuya dueña le había puesto de nombre Jon Snow, ya que era un labrador blanco y grande.
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Se lavó los dientes antes de salir de nuevo de casa, llevó el dinero que le dio su padre para pagarle a la psicóloga en la mochila. Se despidió de su familia momentáneamente, diciendo que traería algo para la tarde.
—Ay hija, no gastes tus ahorros en cosas que no necesitamos. —Le decía la madre.
—Pero regresando de la psicóloga puedo traerles un postre. —Decía Ophelia desde la puerta entes de abrirla. —Hay una pastelería al lado de su consultorio, además ¿Quién no necesita un postrecito? ¿Verdad Pa? —Dijo contenta.
El hombre asintió de acuerdo con su hija. La madre miró negando divertidamente a su esposo.
Ophelia salió de casa, igual de abrigada que en la mañana, y empezó su camino al consultorio de la psicóloga.