Cap. 19.- AUNQUE SE DESPLOMEN LOS CIELOS

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Las nubes de tormenta empezaron a acumularse a eso de las cuatro, purpúreas y colosales, preñadas de lluvia, cargadas de rayos. La gente hacía sus recados a paso rápido con cierta intranquilidad, con un ojo puesto en el cielo. Los parques y plazas de Amegakure, poco poblados durante el verano quedaron desiertos alrededor de las seis.

Los truenos resonaban, grueso; eso y el grave murmullo del tráfico en la calle principal eran los únicos sonidos que llegaban por la ventana del recibidor de la Funeraria Shimura.

Hasta que Ino Yamanaka llegó.

—Y la hija pródiga vuelve al redil... —Anko sonrió con un entusiasmo odioso enarcado en sus mordaces labios—¡Mi querida niña...!

—¡Guárdate tu hipocresía para quien se la crea! –la rubia avanzó directa y decidida hacia el escritorio—¡¿Qué rayos le has hecho a Sai?!

Anko puso los ojos en blanco con apatía.

—Lo siento "princesita", pero nosotros no tuvimos nada que ver. Las cosas pasan así, nada más, nosotros sólo nos ocuparemos de lo que tú has arruinado, como siempre.

Ino le lanzó una mirada envenenada. Sin perder el ufano y displicente porte, la mujer de oscuros cabellos se limitó a erguirse levemente sobre la mullida silla.

—Tú lo reclutaste, pero luego, lo abandonaste. Se despertó con nosotros, no sabía dónde estaba y preguntaba por ti. Nosotros nos encargamos de él lo mejor que pudimos pero entonces, tú intentaste recuperarlo.

Ino sintió un trago amargo en la garganta.

—Fue... —musitó dudosa. Luego segura—Sai fue a buscarme. Por voluntad propia.

—¿Y qué querías que hiciera? Eras su mundo, Ino y ni así te importó –Anko se levantó, yendo hacia la joven a paso parsimonioso—Las cosas no funcionan así, niña. Cuando yo te recluté, no te abandoné. Me ocupé de ti, ¿Sabes porqué? Porque eras mi responsabilidad.

—Yo también lo estaba ayudando.

—¿Cómo? ¿Haciéndole creer en tu ridícula y estúpida manía? –se burló Anko en tono acusador.

—¿Mi qué?

La mujer se giró sobre sus talones y contempló a la rubia con un fuego de ardiente suspicacia en los ojos.

—Eso que estás haciendo con tu pulgosa amiga de pelo rosa. Alquilando un departamento en medio de las "presas", fingiendo que son seres humanos. Y lo mismo querías hacer con el pobre muchacho.

—Yo...

—Tú le arrancaste su mortalidad y ahora quieres recomponerla con retazos de conducta humana. ¡Eso es cruel, Ino! ¿Por qué no lo dejas "vivir" como el ser en el que tú lo convertiste?

Ino reprimió un suspiro de impaciencia.

—¿Y dejarlo con alguien como tú?... o peor aún, ¿cómo Danzo?

—Por lo menos soy consecuente. Cosa que tú no eres...

—¡No eres más que una basura! –exclamó Ino— ¡Si has llegado hasta aquí ha sido por meterte bajo las sábanas de inmundicias como Orochimaru...!

Anko abrió la boca para empezar su diatriba. Ino se puso tensa, aguardándola, pero en el último segundo, Anko cambió de idea y le propinó una fuerte bofetada con el dorso de la mano.

—¿Y te crees con más derecho que yo? Mírate nada más... —Susurró Anko, contemplándole con un gesto odiosamente lastimero y compasivo—Eres una vergüenza para nosotros, Ino. ¿Qué pensaría tu padre? ¿Qué crees que haría en Consejo en cuanto se enterase?

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