𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖔

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En una pequeña aldea de la región olvidada, en una iglesia, un 4 de octubre, el padre encontró a dos niños abandonados frente a la puerta

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En una pequeña aldea de la región olvidada, en una iglesia, un 4 de octubre, el padre encontró a dos niños abandonados frente a la puerta. Sin dudarlo, acogió a los pequeños y les brindó un lugar al que pudieran llamar hogar.

Un mes después, específicamente en la noche del 10 de noviembre, el padre regresaba a la iglesia después de hacer algunas compras para él y sus dos nuevos inquilinos. Escuchó un llanto que provenía del bosque cercano. Se acercó al lugar de los lamentos y encontró una canasta. En su interior, había una bebé rodeada de luciérnagas y lo que parecía ser un halcón de ojos dorados con un plumaje blanquecino.

Sin embargo, su atención se centró en la pequeña que lloraba. Parecía hambrienta y había estado allí por un tiempo. Su corazón compasivo no pudo permitir que la bebé quedara abandonada. Se acercó a la cesta y la tomó en sus manos, notando que el halcón lo observaba como si lo estuviera analizando. Luego, el ave emprendió el vuelo.

Cuando la pequeña bebé sintió que la alzaban, dejó de llorar y comenzó a respirar con más tranquilidad. Esto alivió al padre, quien se dirigió hacia la iglesia con la niña en brazos. Al entrar, encontró a Asta y Yuno esperándolo en la habitación. Los dos niños gateaban por el suelo: Asta, el más travieso, y Yuno, observando todo desde su rincón.

El padre se acercó a ellos, sosteniendo la canasta en sus manos. Con una sonrisa, les dijo:

- Oh, Asta, Yuno, parece que ahora tendrán una hermanita a la cual cuidar cuando crezcan.

Colocó a los dos pequeños a cada lado de la canasta. Luego, movió la manta que cubría a la bebé recién despierta. En su ropita, vio escrito el nombre "Dai", un nombre encantador. Pero lo que más llamó su atención fue el collar con un colgante de gema roja que rodeaba el cuello de la niña. Supuso que pertenecía a sus padres biológicos. Además, notó algo peculiar: las orejas de Dai eran un poco puntiagudas.

La pequeña de ojos verdes observaba al hombre con curiosidad. Pronto, se unieron a su vista dos niños más: uno con cabello rubio cenizo y ojos verdes, y otro con cabello negro y ojos dorados. Ambos la miraban con curiosidad. El niño más extrovertido de los dos extendió su manita hacia la bebé, quien estaba en la canasta. Con igual curiosidad, la niña estiró su pequeña mano para tomar la del niño. Al hacerlo, ambos sonrieron y comenzaron a reír, lo que también provocó unas risitas en el niño de cabello negro. A él le alegraba escuchar la risa de la pequeña.

El padre, conmovido por la escena, se regocijó al ver que los dos pequeños que ya vivían con él aceptaban a la nueva integrante de la iglesia.

- Muy bien, Dai, este será tu nuevo hogar. ¡Bienvenida! -dijo el padre mientras observaba a la niña mover levemente sus bracitos y piernitas.
....
Han pasado cinco años desde que la pequeña niña llegó a la iglesia. Durante este tiempo, creció junto a Yuno y Asta, quienes siempre estuvieron a su lado, haciéndola sentir bien consigo misma a pesar de dos aspectos que no le agradaban mucho de su apariencia: sus orejas y otros pequeños detalles que, en este momento, no resultaban relevantes.

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