13. Con cada nuevo amanecer

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Ningún tratamiento médico es mágico, como tampoco lo es la atención psicológica; sin importar el modelo de terapia que se elija. Acudir al terapeuta solo es el inicio, se debe querer mejorar y poner el esfuerzo necesario para lograrlo. Se supone que aquella realidad la dicta el sentido común, pero Jaime sabía de primera mano que el común es el menos presente de los sentidos en la mayoría de las personas.

La anterior era la principal razón de que hubiera un tipo de pacientes a los que sacaba la vuelta sin pensar: los infantiles. Aunque los niños le parecían una fuente de aprendizaje inagotable. Para él, la niñez representaba el estado más inocente y natural, plagado de una instintiva y saludable manera de vivir. Sin embargo, eran los padres a los que solía esquivar. Incluso hubo ocasiones, cuando su paciencia llegaba al límite de lo intolerable, que fantaseó con arrojarlos por la ventana.

A menudo, llegaron a sus primeras consultas adultos egoístas buscando una solución fácil para el gran dilema que era criar a otro ser humano y hacerlo funcional. Adultos que creían que cumplir era dejar a sus hijos en el consultorio, a merced de otro adulto del que no sabían casi nada, excepto que contaba con un título que lo avalaba como profesional de algo que ni se molestaban en comprender.

En esos años, se desgastó mucho con quien solo pretendía cumplir lo mínimo de una función vital. Pero en su actual situación, en la que no le faltaban pacientes, rechazaba a cualquier consultante menor de catorce años. No obstante, gracias a Valentina, había considerado subir la edad a veinte.

La adolescente frente a él era similar a un muro infranqueable, de actitud distante y fría cual concreto, imposible de penetrar o rodear. Las miradas esquivas y cargadas de desinterés, y una indiferencia glacial al no responder, añadían altura a la barrera entre ellos, cortando de raíz cualquier intento de comunicación de su parte. La miró luchando por no manifestar su propia incomodidad, y de un rápido vistazo que buscaba alivio a la penosa interacción, hizo lo mismo con el reloj en la pared del consultorio.

—Estamos por terminar. ¿Hay alguna duda que quieras compartir sobre lo que te hablé? —preguntó a la jovencita.

Ella negó con la cabeza, evadiéndolo y destilando un aura apática que drenaba todo pensamiento positivo. Si Jaime hubiera creído en vampiros energéticos, Valentina sería uno. Con un atisbo de exasperación, usó el lápiz que sostenía entre los dedos para tamborilear con suavidad en la libreta, y soltó el aire que contuvo por un breve instante.

—Bien —convino, igual de deseoso que ella porque se fuera.

Otra sesión en la que se dedicó a exponer información que creyó útil para su consultante, buscando inútilmente engancharla. Lo frustraba bastante no encontrar luz que lo guiara. Finalmente, decidió que se lo comunicaría a los padres, no tenía sentido continuar.

Al salir esperaba encontrar a alguno, pero como de costumbre Valentina se iría sola, y él tendría que rogar porque el mensaje que le enviara a quienes pagaban sus honorarios fuera respondido. Se disponía a irse tras los pasos de la adolescente cuando al consultorio ingresó una mujer con un niño; no era pequeño, parecía transitar la pubertad, y lo reconoció enseguida como una de las consultas de Julia.

La recién llegada lo saludó, la frente le brillaba con ligeras perlas de sudor y respiraba como quien acaba de terminar un maratón. Haciendo pocas pausas, apenas justas para tomar aire, le explicó una lista de pendientes y el escaso tiempo para cumplirlos, incluyendo la razón de por qué había llegado antes de la hora de su cita. La bomba llegó cuando le pidió de favor cuidar al niño mientras Julia llegaba. Sumado al apremio de la mujer, recibió un mensaje de su socia solicitando lo mismo.

Él enarcó las cejas y resopló con discreción, no era que tuviera algo que atender de inmediato, pero hacer de niñera tampoco estaba entre sus proyecciones para la siguiente media hora. Al final aceptó, a Julia cada vez podía negarle menos. Seguía sin estar de acuerdo con la mayoría de los métodos que ella solía utilizar. Pero ver a sus pacientes, sobre todo los infantiles, mostrarle tanto cariño, lo hacía admirar su entrega.

¿Y si me analizas y yo a ti? #PGP2024Where stories live. Discover now