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Ivy's POV
La pelirroja se puso su chaqueta observándose en el espejo, su atuendo era pulcro y sin ni una sola arruga. El uniforme de la U.A.
Jalo un poco la mangas debido a que estas no terminaban de cubrir las vendas de sus brazos.
—¡IVY!— una pequeña de cabello castaño corrió a abrazarla con los dedos manchados de dulce.
— Naoko, limpia tus manos, la mancharas— mencionó otro niño, irrtitado, que perfectamente podria ser la versión masculina de la mas pequeña.
Ivy empezó a reír arrodillandose para limpiar con una toalla las manos de la niña.
— Tal vez en el futuro tu también puedas usar el uniforme— le dijo, y los ojos de la niña brillaron de ilusión.— Igual que tú, Hideki.
El niño sonrió y se sonrojo de la emoción pero pronto regreso empezó a balbucear con vergüenza haciendo sonreír de ternura a la pelirroja.
—Naoko, Hideki, no molesten a su hermana— dijo una voz sería y profunda que hizo que el cuerpo de la adolescente tiemble y se levante de inmediato — ¿Estás lista? El auto te está esperando.
La pelirroja asintió.
—Si, padre.
Ivy cogio su mochila y se despidió vagamente de los mellizos esbozando una pequeña sonrisa. Camino hacia la salida donde el hombre la esperaba junto a su madre.
— Oh, Ivy, que descuidada eres, esa corbata esta fuera de lugar, ¿que no te enseñé como es que debía lucir?— le menciono la mujer acercándose para acomodar las solapas de la camisa de la chica y apretar el nudo de su corbata.
La pelirroja se resistió de liberar su cuello, acercándose a su padre sin mirarlo directamente.
— Hoy empieza tú camino, hija— la sujeto de los hombros obligandola a levantar la mirada, queriendo observar unos ojos resplandecientes de orgullo, el hombre se acerco a su oído— No me hagas arrepentirme Ivy...— su tono de voz cambio súbitamente a uno muy serio.
La pelirroja tembló y sintió como las enredaderas empezaban a moverse dentro de las vendas.
—Lo prometo.
...
Ivy comenzo a salir del auto sin mucha prisa, realmente había llegado temprano, el chófer prometió ir a buscarla al acabar sus clases, anunciando que su padre la llevaría al campo de entrenamiento.
— ¡Buena suerte, señorita Akiyama!— se despidió con entusiasmo.
No la necesito
— ¡Muchas gracias Yoshi, me esforzaré!— ignoro sus pensamientos y rápidamente correspondió a sus buenos deseos.
