Capítulo 2

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Los ojos vidriosos y preocupados de mis amigos no dejan de mirarme, incluso cuando vuelvo a ponerme al teléfono. Procuro no llorar; de que no me afecte lo suficiente por el momento.

—Estamos yendo ahora al tanatorio, ya hemos arreglado el tema de la funeraria.

¿Esa fue la razón por la que tardaron tanto en llamarme? Es lo más seguro. En el momento en el que mi madre me dijo que la tenían que operar del corazón me preocupé, sabía que era una operación de riesgo. Es obvio que lo era. Sentía una leve sensación de que nada saldría como cabría esperar, pero quería mantenerme positivo.

Era.

Verbo en pasado.

Pasado.

Sin presente ni futuro después de eso.

Ya no más.

Se fue.

Nunca tuve una relación estrecha con mi madre, todo el mundo lo sabe. Convivía con ella, y poco más. Siempre me he callado las cosas, nunca le contaba nada de mi vida. Pero a pesar de ello, era mi madre. La persona que me dio la vida, me ha criado y me ha visto crecer hasta mis veinte años de vida. Ya no me verá crecer más. Hasta aquí llegó su momento.

—Vale, luego me acerco cuando lleguéis.

—Si necesitas algo antes nos llamas.

—Vale...

Cuelgo.

Siento vacío a mi alrededor. No consigo escuchar la voz de Sergio a mi lado. Es un eco en la distancia. Parece como si estuviera hablando con Rosa. O no. No tengo la menor idea. Unos brazos me rodean, y no me quejo, dejo que el abrazo me haga volver a la realidad.

—Llora lo que tengas que llorar.

No sé a ciencia cierta quién lo dijo, sigo sin poder identificar las voces. Mis ojos van de un lado para otro sin freno, mi corazón acelera el ritmo y mi respiración lenta se va convirtiendo en una rápida. Me cuesta meter el aire en los pulmones, arde como el mismo fuego. Mi pecho sube y baja a una velocidad vertiginosa.

—Intenta respirar lentamente —dice Ibar que está frente a mí.

Cuesta respirar y mantener la tranquilidad.

—Todavía tienes un rato. Si quieres te acompañamos al tanatorio.

Asiento. No hago nada más, me quedo aún quieto sin saber bien qué hacer.

—Vamos a jugar al Virus un rato para que te distraigas. —Y ahí está la respuesta que necesitaba a mi problema.

Recojo la Switch como si mi alma hubiera salido de mi cuerpo y lo estuviese viendo desde una distancia lejana. Es una sensación extraña. Sigo sin saber todavía qué sentir.

Nos vamos los tres a una mesa de atrás. Mientras preparan el juego yo escribo a Eduardo mencionando que mi madre ha muerto. Pasan unos escasos segundos cuando lee el mensaje. Solo lo lee y por ende no recibo respuesta alguna. Es extraño, pero mejor olvidarme de ello un rato.

Dejo el móvil a un lado y reviso mis cartas. Tengo dos órganos y un medicamento que no sirve para ninguno.

«Al menos algo en lo que no empiezo ni tan mal», pienso.

La partida avanza con rapidez, ya conocemos de sobra el juego, además de que intento evadirme un poco de lo que acaba de suceder.

—Te vas a cagar —dice Ibar a Sergio, el cual va ganando. Solo le falta un cerebro y sanar el estómago. Mientras tanto Ibar y yo tenemos dos órganos —. ¡Toma!

Destinos ImprevistosWhere stories live. Discover now