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Verde contra azul, azul contra verde...

Erik empezó a andar en dirección a Dani, que estaba hablando con la madre del primero. Estaba junto a la puerta, que aún estaba abierta, y seguía aguantándole la mirada.

—Ya está, mamá —dijo Erik sin quitarle los ojos de encima al invitado—. Ya puedes irte.

La mujer les sonrió a ambos y desapareció tras la puerta del salón. Erik esperó un momento y se acercó a Daniel.

—¿Qué quieres? —dijo directamente.

—Hola —contestó Dani poniéndose de brazos cruzados; Erik puso cara de impaciente—. Tengo que hablar contigo.

El chico de ojos azules miró a todos lados y le indicó con la mirada a Dani que le siguiera. Subió las escaleras que hacía un momento había bajado y se paró frente a la puerta de su cuarto. Dani entró, y acto seguido, Erik también. Inclinó la puerta y se giró hacia su compañero.

—Dime —dijo Erik pensando en qué podría decirle.

¿Sobre la piedra? A lo mejor sí que le había visto. ¿Y si era para terminar la conversación que habían tenido sobre escuchar detrás de las puertas? Esperó aguantando la respiración un momento, deseando que no fuera su primera opción.

—Tenemos que hacer equipo —dijo Dani escaneando la habitación con los ojos.

Erik frunció el ceño.

—¿Qué?

—Mi padre va a hacer una especie de competición o pruebas, como quieras llamarlo —empezó Dani—. Es en pareja, y nos ha juntado.

Mateo había convocado a un miembro de cada pareja hacía apenas unos minutos antes.

Por la rendija de la puerta se entrevio una figura negra, sería alguno de los padres de Erik.

Erik también se dio cuenta, pero lo dejó pasar con un suspiro.

—¿Por qué los dos juntos? —se quejó Erik—. Se nota a ocho kilómetros a la redonda que nos llevamos mal.

Erik lo dijo más alto de lo esperado, así que trás la puerta apareció de nuevo la sombra. Dani asintió.

—Aquí no podemos hablar... —dijo Erik y se acercó a la puerta, haciendo que aquella persona se fuese.

En el pasillo estaban tanto su padre como su madre, así que les avisó de que salían y bajó las escaleras. Dani les saludó y siguió rápidamente a su compañero, que ya había llegado junto a la puerta.

Salieron. Dani iba al lado de Erik sin mediar palabra, porque cada vez que lo intentaba el chico le pedía silencio. Cruzaron de acera y el hijo del comandante no pudo reprimir una pequeña risa al ver a los padres de Erik pegados a una ventana, siguiéndolos con la vista.

—¿Siempre son así? —Lo intentó de nuevo Dani al haberse alejado un poco.

Erik asintió.

—¿A dónde vamos? —preguntó de nuevo el chico de ojos verdes.

—A una cafetería de por aquí cerca —dijo Erik mirando a los dos lados se la carretera—. ¿Cómo sabes mi dirección?

Dani no esperaba esa pregunta, así que se quedó callado un momento bajo la mirada atenta del otro.

—Me la ha dado un compañero —dijo por fin, sabía que no le gustaba que compartieran dónde vivía.

En realidad se la había dado Paul, pero no quería meterlo en problemas.

Erik volvió su mirada al frente y asintió por segunda vez.

—Ha sido Paul —dijo sobresaltando a Dani—. ¿verdad?

La princesa de la oscuridadWhere stories live. Discover now