· N u e v e ·

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- ¿Y bien? - pregunto, con una sonrisa forzada

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- ¿Y bien? - pregunto, con una sonrisa forzada.

Zuko se encuentra quieto, en su lugar, mirando a un punto en la habitación, sin decir nada. Tal vez está intentando asimilar todo lo que le acabo de decir, porque a mí también me costaría. Al menos eso creo yo, porque sino, no me gustaría saber la razón de su silencio eterno.

Juego con mis dedos y muerdo mi labio inferior con fuerza, intentando acabar con el nerviosismo de mi interior, algo que no consigo. Bueno, como para hacerlo, dándonos cuenta de todo lo que está sucediendo, los nervios no son algo sencillo con lo que acabar.

- Pues... - murmura, girando su rostro para volver a mirarme. - Creo que lo primero de todo es poner a salvo a ese tal Lemogas.

- Legolas. - lo corrijo, con una pequeña sonrisa.

- Bueno, eso. - contesta, pero en vez de parecerle mal como en un inicio pensé que se tomaría mi interrupción, me ofrece una gran sonrisa. Se levanta de golpe, y yo hago lo mismo, quedando uno enfrente del otro. Ahora tiene el ceño levemente fruncido, y sé que está pensando en algo muy concentrado. - Mandaré ahora mismo a mis guardias para que se encarguen de traerlo aquí, donde estará más seguro.

- No. - niego. ¿Qué hará si ve a toda esa gente intentando atraparlo? - Lo podemos asustar Zuko. - respondo, haciendo que se de cuenta de su terrible idea. - Iré yo a por él. Le diré que tengo un mejor lugar donde dejarlo y lo llevaré aquí. Pero no mandes ningún guardia, a saber cómo actúa.

- Vale. Pero voy contigo. No pienso dejarte sola.

- Zuzu, no me va a pasar nada y lo sabes. - niego, divertida.

- Ya, pero prefiero acompañarte. Además, no tengo nada más importante que hacer.

- Claro, como no eres el Señor del Fuego... - ruedo los ojos, escuchando cómo suspira y bufa ante mi comentario. - Nada importante, claro que no.

- Deja de hacer la tonta. - pone los ojos en blanco, pero sé que a él también le hace gracia, aunque intente ocultarlo. - Vámonos, no debemos tardar mucho. Ve a cambiarte, princesa, te espero aquí.

Asiento y me encierro en el cuarto de baño después de haber escogido el conjunto de este día.

Tan pronto como entro aquí, recuerdo cómo ayer, antes de caer dormida en la cama, Zuko se había encerrado sin decir nada. ¿Qué haría? No lo sé, pero me obligo a olvidarlo y centrarme en acabar de lavarme y vestirme cuanto antes para poder traer aquí a Legolas.

¿Cuánta más gente habrá? Si soy sincera, ahora no quiero saberlo. ¿Diez, cien, mil... más? Me asusta pensar la cantidad de personas y el mucho tiempo que pueden llevar aquí algunas, sin que yo me de cuenta. Sin que nadie lo supiera.

Acabo antes de lo que pensé en un inicio, saliendo por la puerta y encontrándome a Zuko tal y como me dijo hace diez minutos. Se encuentra acariciando a Colmillos, quien al verme, se abalanza a mis brazos. Pero ahora no es momento de jugar, sino de hacer lo correcto.

Eternos {Zuko y Tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora