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El viernes, antes de irse de la casa de Enzo, Clara llamó a Juan, su representante. Lo saludo formalmente y luego le tiró la bomba.

— Quería presentar oficialmente mi renuncia.

El hombre del otro lado se quedó sorprendido, sin entender lo que estaba pasando. Enzo hablaba muy bien de ella, no se había mostrado disconforme con su desempeño, al contrario.

— Está bien, ¿se lo comunicaste a Enzo?

— No, creo que lo mejor es que se lo digas vos —dijo Clara, jugando con un mechón de su pelo— ¿Cuándo debería dejar de ir?

— Danos tiempo para conseguir a alguien más, ya me pongo en campaña. Gracias por tus servicios, Clara.

Hablaron unos minutos más y cortaron. Clara se sintió fatal, pero era lo mejor para ella. No toleraría otro día con el jugador, viéndolo llevar chicas como si nada. Estaba en su libertad de hacer lo que quisiera, como también lo estaba ella.

Al salir de la fiesta de la mano de Cesare, Clara sintió un poco de esa libertad. El chico le interesaba, al menos sexualmente, por lo que llevárselo a la cama, como a cualquier otro, fue lo que la incentivó en primer lugar a irse.

Llegaron a la casa de él, que olía a nuevo y a pintura, y el chico no perdió el tiempo, acercándose a Clara para darle un beso. Ella le correspondió, sonriendo, sintiéndose deseada.

El jugador la llevó entre besos a la habitación, en donde la dejó con cuidado en la cama. Los besos continuaron por un rato, con los dos tumbados, riéndose de los ruidos que hacían.

Entonces Clara comenzó a quitarle la remera, dejándolo desnudo de la parte de arriba. Arrastró sus manos por su cuerpo marcado, sintiendo cada centímetro de su piel.

Los besos escalaron en intensidad, hasta que finalmente quedaron desnudos y el jugador sacó un preservativo de su billetera.

Clara no lo pensó dos veces antes de decidir de hacerlo con él, enredando sus piernas. Se sentó encima de su cuerpo, obligándolo a penetrarla desde abajo, él moviendo sus caderas para alcanzar mayor profundidad.

Los gemidos de los dos eran lo único que se escuchaba en la habitación, sus cuerpos temblando producto del orgasmo.

El jugador se dejó caer a un costado de Clara, intentando recuperar el aliento. Cesare la rodeó con los brazos, dejándole besos en la cara, mientras ella sonreía ante eso.

— Tengo que irme —dijo Clara después de unos minutos.

— Quédate a dormir conmigo —pidió Cesare.

Y Clara, débil, aceptó.

La mañana siguiente su celular vibró sin parar, despertándola. Observó la pantalla y, para su sorpresa, se trataba de Enzo. Decidió atender, mientras Cesare dormía a su lado.

— ¿Qué pasa? —preguntó molesta.

— Así que renunciaste... —dijo Enzo del otro lado, estaba muy enojado— Me cogiste y ahora te vas, como si nada.

— ¿Quién es? —preguntó Cesare con la voz medio dormida.

— ¿Quién es ese? —indagó Enzo— ¡¿Te quedaste a dormir con Cesare?!

Clara se sentó en la cama, con la atenta mirada del jugador. No sabía qué decirle a Enzo, más que repetirle que necesitaba renunciar, pero él estaba demasiado enojado para escucharla.

— No vengas el lunes, no te necesito más —dijo furioso y acto seguido cortó la llamada.

La cocinera se acurrucó entre los brazos de Cesare, que la escuchaba atentamente mientras le explicaba todo lo que le estaba pasando, sin entrar en detalles sobre su relación con Enzo.

𝓛𝓪 𝓬𝓸𝓬𝓲𝓷𝓮𝓻𝓪 | ᴇɴᴢᴏ ꜰᴇʀɴᴀɴᴅᴇᴢ | ᴄʜᴇʟꜱᴇᴀ ꜰ.ᴄ. | +18Where stories live. Discover now