Confusiones (segunda parte)

445 34 19
                                    

- Siéntense, yo voy a ver si Guido necesita ayuda con algo.- tras decir esto, corrió también hacia la cocina dejando a su hermano y los dos Sardelli restantes mirándose entre sí un tanto extrañados.

- ¿Qué?- dijo el rubio al ver a la joven ingresando en la cocina corriendo.

- Eh...-comenzó a hablar Aurora, pero por alguna extraña razón al cruzar miradas con su amigo de toda la vida se encontró sin posibilidad alguna de hablar.- ¿Necesitas que te ayude con algo?- preguntó finalmente

El rubio volviendo a poner en marcha su plan inicial dijo,- Si, decime que tal está esta salsa de champignones.- acto seguido le tendió una cuchara con un poco de la salsa, poniendo una mano bajo la cuchara para que no ensuciar el piso. Aurora atinó a sostener la cuchara pero él se la negó, por lo que simplemente sostuvo su mano para guiarlo mejor hacia su boca. 

La tensión dentro de la cocina era palpable, ambos se deseaban mutuamente pero ninguno se atrevía a decir nada. De hecho, la joven castaña recién estaba descubriendo todos estos sentimientos hacia el joven al que llamó amigo desde pequeña. Probó la salsa con una sonrisa mientras miraba al rubio directamente a los ojos. Ambas miradas marrones se cruzaron y trataron de decir todo aquello que sus portadores no se atrevían a decir. La salsa había pasado a segundo plano, los jóvenes estaban perdidos en la mirada del otro y como por arte de magia el tiempo se había detenido.

De fondo se escuchaba las risas de sus hermanos, quienes parecían estar recordando historias de su juventud. Guido dejó la cuchara en la mesada, apagó la hornalla y sin retirar su mirada de la castaña, colocó una mano en la mejilla de la joven, quien sintió como su cuerpo se estremeció al tacto de su amigo y solo atinó a cerrar sus ojos. Las suaves yemas de sus dedos acariciaba con suavidad el rostro de la joven, como queriendo grabar en su memoria cada parte de el. Sin pensarlo, el rubio se fue acercando a la castaña hasta que pudo sentir como sus respiraciones chocaban entre sí y apoyó su frente en la de la joven. La mano del músico tomó suavemente el mentón de su amiga y elevó su rostro un poco, obligandola así a mirarlo a los ojos una vez más. 

La tensión en ese pequeño espacio se hacía cada vez más palpable y el tiempo cada vez se hacía más lento, o al menos así lo percibían ellos. Nuevamente se perdieron en la mirada del otro, allí encontraban la manera de comunicar todo lo que no podían con las palabras. Guido volvió a acariciar el rostro de Aurora con su mano y se frenó en la comisura de sus labios, su mirada también bajo hasta ellos, se veían suaves y carnosos, expectantes a encontrarse con los de él. Él estaba decidido a terminar aquello que quedó pendiente minutos atrás, pero el universo siempre tiene otros planes y no era diferente con ellos. Por eso, cuando el rubio estaba a punto de besarla, se pudo escuchar una voz que se acercaba a la cocina

-Guidin, ¿falta mucho?- se escuchó a metros de la puerta. Los jóvenes se apresuraron en tomar distancia pero no pudieron disimular demasiado, ante la picara mirada de Patricio.- Perdón, ¿interrumpo algo?- preguntó con una enorme sonrisa en su rostro. El Sardelli del medio sabía del interés de su hermanito para con su amiga y aunque sabía que la joven no se percataba de sus sentimientos, también sabía que ella sentía lo mismo. Por lo que, lo hizo muy feliz ser él quien los enganchara en esa situación. 

- Eh...-comenzó a responder el menor de los Sardelli, mientras se frotaba la nuca de los nervios.- No, nada. Eh... ya vamos, ahí llevamos la comida.- respondió nervioso y con su voz un tanto temblorosa. 

- Ok, entendido. Los dejo entonces.- respondió Patricio sin más, pero antes de salir de la cocina y asegurándose que sus hermanos mayores no lo vieran, giró y dijo,- Ey, ojito pendejo eh...

Guido lo miró fijo y quiso matarlo en ese preciso instante, pero se contuvo porque no quería llamar la atención de los otros dos invitados. Solo atinó a reírse, un poco de los nervios y otro poco por la cara que había puesto su hermano al salir de la cocina. 

El clima estaba completamente cortado, por lo que los jóvenes simplemente se dedicaron a servir la comida. La cena constaba de pollo al champignon y papas españolas, en el caso de Gastón, en lugar de pollo tenía un rico salteado de verduras con quinoa, además de las papas españolas. Una vez que tuvieron los platos servidos, se dirigieron a la mesa con ellos. 

La cena continuó en tranquilidad, con risas, recuerdos e historias que aunque repetidas siempre hacen bien recordar. Guido y Aurora se habían sentado enfrentados y cada tanto, en silencio, cruzaban algunas miradas cómplices. Miradas que no pasaron desapercibidas por sus hermanos, que de igual manera decidieron no hacer comentario alguno. Tanto Andres como Gastón y Patricio, eran conscientes de lo que sentían los jóvenes por el otro, pues la ventaja de ser hermanos era el poder leerse como si fueran libros abiertos. 

Dos veces estuvieron a punto de besarse, dos veces estuvieron a punto de dejarse llevar por todo lo que les sucedía y dos veces fueron interrumpidos. 

Eran las cinco de la mañana y Aurora no podía conciliar el sueño, todo lo que había sucedido aquella noche giraba por su cabeza una y otra vez. ¿Qué había sucedido? ¿Desde cuándo le pasaba todo esto con el rubio que nunca se había dado cuenta? ¿Cuándo fue que Guido, su mejor amigo, pasó a ser otra cosa ante sus ojos? Se levantó de su cama y se fue a bañar, quizás así podría dejar de pensar en el rubio. El agua siempre servía para despejar la mente. Parecía que la ducha había servido, y la joven finalmente consiguió conciliar el sueño. 

Por otro lado, a un par de cuadras de donde se encontraba la joven, la silueta de un joven sentado en su sillón se podría percibir con la luz de la luna que ingresaba por la ventana. Guido tampoco podía conciliar el sueño, parecía un adolescente completamente feliz por todo lo que había sucedido aquella noche. Casi besa a su mejor amiga, a esa joven que conocía desde que ella tenía seis años y de la cuál estaba completa y perdidamente enamorado. Su sonrisa no se borraba de su rostro y no creía que se fuera a borrar pronto. 

Algo personal - Guido SardelliDove le storie prendono vita. Scoprilo ora