capítulo uno

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Dos vidas

Aquella madrugada del diez de Octubre, Minato vive en carne propia el milagro de la vida y el desgarro de la muerte.

Fue en Otoño, en medio de una brisa fría dentro de una habitación de hospital dónde sus ojos azules vieron por primera vez a esos dos seres que años más tarde serían su razón de vida. Y también, en esa misma habitación, Minato recibe el último «Te amo» por parte de la mujer que le acababa de regalar la dicha de convertirse en padre.

Kushina Uzumaki, su esposa y madre de sus hijos no había logrado sobrevivir a las complicaciones de un parto gemelar, falleciendo sólo a pocos minutos de dar a luz.

Fue esa misma madrugada cuando Minato comenzó a vivir una vida para la cuál no estaba listo. Al menos no sabiéndose solo, viudo, desdichado. Porque aún si esos dos niños pronto se convirtieron en su motor, su corazón seguía sufriendo todos los días y todas las noches por la ausencia del amor de su vida.

Kushina para él significaba todo. Lo fue todo.

Y de pronto, de la noche a la mañana, se vio en la obligación de aprender a vivir sin ella. Minato debió aprender a vivir un mundo sin su mundo, sabiendo que su misión ahora, su vida, absolutamente todo de él estaba con esos dos pequeños que apenas comenzaban a abrir sus ojos.

—Naruto... —sus dedos juguetean con las mejillas abultadas del pequeño, el cuál lo observa con sus grandes ojos azules. Con sus brazos y sus pequeñas piernas mueve su cuerpo de manera inquieta. — Menma... —sus ojos ahora se dirigen hacia el otro pequeño que, a diferencia de su hermano, duerme plácidamente.

Los dos, a su corto tiempo de vida, habían demostrado ser muy diferentes pese al idéntico parecido físico que existía entre ambos.

Ambos niños habían heredado los rasgos de su padre. Cabello rubio alborotado y un par de grandes ojos azules. De seguro Kushina estaría evidenciando el notorio parecido físico que había entre sus hijos y él. Y sí, era verdaderamente cierto, pero Minato había logrado encontrar en ellos un cierto parecido a Kushina, independiente de sus ojos azules y brillante cabello.

—Cómo me gustaría que pudieras estar aquí... —Minato, por un momento, siente sus ojos ardientes. Respirando hondo se pone de pie rápidamente limpiándose de inmediato.

Podía sonar un poco ridículo, pero no quería que sus hijos le vieran llorar.

No se había permitido derrumbarse por completo, al menos no frente a ellos. Su vida había dado un vuelco tan grande que habían muchas cosas para las que ya no tenía tiempo. Era un hombre exitoso, ni a él ni a Kushina jamás les faltó algo y por supuesto a sus hijos tampoco, el dinero no sería problema para tener una segunda mano que pudiera ayudarle, pero Minato no estaba dispuesto. Sus hijos no tenían a su madre, tampoco les podía quitar el derecho de tenerlo a él.

¿Era difícil? Por supuesto que lo era. Lidiar con llantos nocturnos que a veces parecía ser una competencia entre ellos, cambiar pañales por montón, preparar biberones día, tarde y noche le enloquecía, pero ahí estaba él, siempre dispuesto. Tal como lo haría si Kushina estuviera a su lado.

El primer año fue difícil, y sin embargo los que vinieron después de ese no fueron ni más sencillos, ni más fáciles.

Naruto y Menma eran idénticos, pero con cada día que el tiempo pasaba, Minato entendía que ese “idénticos” no iba más allá del físico, porque ambos tenían personalidades completamente diferentes.

Bad decisions [Naruhina]Where stories live. Discover now