Parte Única

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[*] CONTENIDO +18 ENTRE PERSONAS MAYORES DE EDAD.

-¡Su majestad, la emperatriz!

Rashta ignora los gritos de Delise y Mastas a sus espaldas, perdiéndose entre los largos pasillos del palacio. El sonido del taconeo resuena secamente por la larga alfombra roja que cubre el centro del pasillo.

Heinley, su esposo, había salido hacía bastante del gran salón donde celebraban su casamiento. Él prometió que volvería pronto después de beber algo con el gran duque Kaefman... Pero no regresó.

Muchas ideas pasaron por su mente, en su mayoría malas. Quizás era porque quien lo había llamado había sido ese hombre de Luipt a quien su ahora esposo había amen*zado en su momento para que no se atreviera a romper sus relaciones diplomáticas con el imperio de Occidente por la situación candente entre los más grandes imperios y la rubia de Oriente.

Rashta muerde su labio. No sabía hacía donde dirigirse, solo caminaba sin rumbo esperando encontrar una pista hacía donde se había dirigido su marido.

Preocupada mira hacía todos lados, caminando de un lado a otro angustiada porque algo podría haberle podido pasar a Heinley.

En medio de sus largas caminatas y desesperación, pudo escuchar el sonido de una puerta abrirse al final del pasillo a su derecha. De allí, salió el hombre moreno que Rashta comenzó a detestar desde que lo conoció formalmente en la corte.

Rashta acelera sus pasos al saber que allí dentro debía estar su marido, en alerta absoluta al ver que Heinley no salía tras ese hombre.

Sus miradas fugaces se encuentran. Kaefman deja de respirar por un momento cuando la ráfaga de pensamientos de Rashta lo atropellan. Eran tan desagradables... Eran como una pesadilla.

¿Qué clase de persona tan retorcida era esa albina?

De un golpe, Rashta abre la puerta entreabierta de la alcoba encontrándose con una escena que hierve su sangre. Ahí estaba Heinley buscando separarse de las piernas de su cuñada Christa para ocultarse dentro del armario.

Aún cuando Rashta quiso volverse loca en ese mismo instante, una gota de esperanza la mantenían cuerda. Ignora la mirada de Christa y se dirige a paso indiferente hacía su esposo arrodillado. La albina se pone a su altura.

-Heinley... - Llama con un tono suave, dejando relucir su dulce voz. - Heinley... - La cuál, se rompe poco a poco. Rashta retiene sus lágrimas y con las pocas fuerzas que le quedan toma el rostro de su marido con sus manos acunándolo entre ellas. El rostro de Heinley estaba caliente, casi como si tuviera fiebre. - Mírame Heinley, por favor...

Heinley no se atrevería a engañarla. Nunca. Rashta no cree que él haya echo eso por su voluntad.

-Ah... - Heinley jadea sin decir una palabra, mirándola con los ojos entrecerrados. -

Rashta repasa con sus manos la frente sudada del rubio, analizándolo de manera detenida en busca de algo de verdad en los ojos de su marido.

Y la encontró. Ese fue el detonante de su ira y calma.

Los ojos de Heinley tenían un reflejo extraño. Parecido al reflejo que ella pudo ver ilustrado en un libro de magia que uno de los magos al servicio del imperio le mostró.

El reflejo rosado en la iris de la poción de amor. Era tan leve y suave... Que verlo era casi imposible sino analizabas los detalles a milímetro. Incluso si eso fuese notado, podrían dudar si eso estuvo allí antes o no.

Pero Rashta lo sabía, conocía los detalles en la mirada en Heinley. Sus ojos amatistas nunca reflejaron rosa en ningún momento.

¿Cómo pudo pasar algo así? ¿Cómo se habían atrevido?

Rosa sobre amatista [Rashta/Heinley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora