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Moqueó y decidió ir a por papel de cocina. El agua la ayudaría a serenarse. Entró a la sala dispuesta a llenar su taza favorita y calmar la tempestad que tenía dentro. Bebió sorbos pausados y regulares. El gato asomó, soltó un miau cauteloso y miró a su espalda. No venía solo.

La madre de Valentina apoyó las palmas en sus hombros, envolviéndola en su calidez. Preguntó si todo iba bien. Las había escuchado, el barrio al completo estaba enterado de su pelea. Eva musitó un "no" lastimero.

—Ay, el mal de amores...

La joven limpió sus lágrimas con el costado de la camiseta y la mayor tendió su pañuelo. Lo aceptó.

—Hemos sido muy irresponsables, Carmen —reveló rompiendo el silencio.

Esperaba una regañina o un coscorrón, no un suspiro y los brazos en jarras:

—¿Para qué están los veinte, Evita? Ya te lo digo yo, para cagarla. Para vivir, disfrutar, hacer locuras y salir de fiesta —sirvió dos vasos de limonada y tendió uno a su invitada—. Piensa que en el futuro no vas a tener tiempo, porque te vas a construir una familia: llegan las cargas y los horarios, y las cosas que querías hacer, no las habrás llevado a cabo. Yo me quedé con ganas de bañar elefantes en Tailandia.

La mujer retiró un mechón salvaje de su rostro. Bajó la cabeza, reflexionando. Tras una pausa, articuló:

—Al menos ha sido una aventura divertida. He conocido gente nueva.

La madre con moño y sortijas la apretujó contra sí en un signo de afecto.

—¿Ves? Las situaciones no son blancas o negras, hay escala de grises. Lo que tienes que hacer es relajarte y disfrutar.

Su interlocutora gruño por respuesta:

—Un adulto responsable no me debería decir eso.

—Oh, sí que debo —esta vez utilizó un tono de reprimenda—. Eres demasiado buena chica, Evita. Siempre se lo he dicho a Val, ¡y a tus padres! Tienes que hacer algo para preocuparlos de vez en cuando, que para eso son tus progenitores.

—Bastante tienen con sus vidas.

La actitud seria que adoptó Carmen asustó a la veinteañera:

—Conozco a tu padre de hace mucho tiempo atrás. Te aseguro que desean lo mejor para ti, y están contentos de que seas amiga de mi hija porque sales más, estás menos paraíta —suspiro—. La existencia no se reduce a ir a la universidad y sacar buenas notas. Hay un mundo allá fuera.

Bebió su vaso de un trago y lo dejó en la encimera. Palmeó la espalda de la chica, continuando.

—Para una ocasión en la que te vas de fiesta y conoces a un hombre...

"Tengo claro de dónde ha sacado Val su temperamento"

—Palos te van a dar continuamente. Estás comenzando. Siempre hay que intentarlo de nuevo. No hay manual de instrucciones para las personas ni para las situaciones. Es correcto que se te vaya de las manos, ¡no naciste aprendiendo!

—Si todos se van a sentir así, prefiero anular mi suscripción.

La carcajada de la adulta animó el ambiente. Chicken se frotó contra las piernas de ambas.

—Habrá buenas experiencias, habrá malas. Chicos que te encanten y otros que odies, y no por eso vas a dejar de conocerlos.

La de moño escuchó cómo el agua de la ducha se detenía. Su hija solía tardar en producirse y terminar el ritual de baño. Dio un empujoncito a la menor que ella hacia la salida de la cocina.

—Quizá si deba plantearme nuevos objetivos —dijo, dubitativa, viéndose arrastrada.

—Esa es la actitud. Espera a Valen en la habitación, anda.

*

Un rayo de optimismo se coló en la bruma de sentimientos de Eva. Seguía ofuscada en que su vida se iba a pique, pero tal vez podía aliviar los síntomas: buscar una solución, paliar el daño, pensar en lo que estaba bajo su control.

Abandonó el vaso de limonada que aún tenía en sus manos sobre el escritorio cuando el móvil de Valentina comenzó a vibrar. En la pantalla apareció el nombre de Mike junto a un corazón. Miró la hora. Quedaban veinte minutos para el descanso de la comida del programador, si mal no recordaba. Extraño.

—Val está en la ducha —dijo a modo de saludo.

Recibió un quejido por el altavoz.

—No hay tiempo. Tiene que ser rápido. La apuesta era contigo, ¿cierto? Es que he conseguido entrar y desbloquear código en la aplicación.

El corazón la dio un vuelco.

—Cuando detecten mi presencia, no sé si volveré a conseguirlo —continuó el informático.

—¿Puedes borrar los datos, la columna en la que aparece mi cara?

La joven paseó por la habitación, frenética, en círculos. Escuchó el teclear al otro lado de la línea.

—No, la papelera no funciona y la inhabilitación manual tampoco. Si consigo... —calló durante unos segundos que a la chica se le hicieron eternos— ...eliminar imposible, pero cambiar la información, o intercambiarla... la última opción es la más segura. Y la más probable.

Ella tragó saliva. El pulso la temblaba. Era una carrera contrarreloj y su decisión estaba tomada en cuanto analizó las palabras del hombre.

—Bien. Mi lugar por el de Xeno.

Contuvo la respiración, a la espera del veredicto del alemán.

—...hecho —un suspiro de satisfacción prosiguió, de ambos—. Él está ahora en la casilla de casar. ¿Esto lo arregla? ¿Todavía debes dinero?

La sincera curiosidad del inocente chico atravesó su pecho. Musitó un "sí, soy libre" con el tono quebrado. Oyó maldiciones en un idioma que no entendía.

—Me... —pausa—. Me han bloqueado el acceso. Prometo seguir indagando, buscar si puedo deshacerme de la fila.

Las lágrimas abnegaron sus ojos.

—Genial, Mike. Gracias de nuevo. Por ayudarme y por el esfuerzo. Siempre he creído que Valen no te merece, le permites demasiado.

El pobre no esperaba aquel sincericidio de parte de la mejor amiga de su novia. Balbuceó antes de recomponerse:

—Nuestra chica puede tener muchas cosas, y no lo niego, pero si algo amo de ella es que me saca de la rutina. Visitar un camerino el otro día fue divertido, a pesar de que terminara mal (lo siento). De haber seguido en mi pueblo alemán de mil habitantes con mi mentalidad trabajadora, no hubiera experimentado lo que mola. Ir a fiestas es muy guay.

La pronunciación de los españolismos quedaba rara. Ella rio amargamente en medio de su llorera. Su tono tembló al hablar.

—Es una aventurera, tienes razón.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado de verdad y cauteloso.

Confirmó:

—Llama a Val cuando se acabe tu turno. Querrá oírte.

—Sin falta.

—Eres un sol.

Y colgó.

Eva limpió su cara con el pañuelo ya húmedo, metió el teléfono prestado en el bolsillo de sus vaqueros y, haciendo el mínimo ruido posible, abandonó la casa de su mejor amiga.

Besar, matar, ¿cas4r?Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz