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Capítulo 10: Cosas que dan miedo

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Había cosas que a Camila siempre le dieron miedo.

Y una persona con miedo suele cometer muchas estupideces.

Y ella sabía de eso.

Cuando tenía apenas 3 años y, mientras corría desaforadamente por el jardín de su casa, conoció lo que eran aquellos insectos que sí, picaban directo en tu piel, producían hinchazón y tal vez dejaban una huella morada en el lugar.

Le temía y odiaba por igual a las abejas.

A sus 7 ocurrió lo mismo con Ada, aquella tarántula que su padre había escogido como la mascota de la casa y que, en una tarde de rebeldía, la misma escapó de su casita de vidrio y fue ella quien acudió a su búsqueda, al tomarla debajo de un sillón, fue su brazo el que sufrió una pequeña mordida que la hizo lagrimear el resto del día.

A sus 10 pasó algo totalmente distinto.

Un anochecer de verano en el parque, una caída directa con su rostro desde el tobogán y ningún síntoma de dolor, le enseñaron que el miedo era eso: anticipo de dolor a algo que creemos nos hace daño.

Y Lauren estuvo a la par del juego riendo a carcajadas luego de que ella riera por igual.

Lauren.

Esa noche le había tendido la mano, ayudado a levantarse y luego acarició su rostro preguntándole si todo estaba bien, y realmente todo estaba perfecto.

Así se sentía cuando Lauren la rondaba.

Y a los 15 encontró un nuevo miedo.

Ese miedo la tomó, ella lo padeció y, como en la mayoría de las anteriores, con un solo toque la hizo llorar: el miedo al amor. Amar a la persona que creía equivocada, saber que no lo era y que luego todo se desmoronara...era el peor miedo que realmente entendió como dolor y tiró al demonio aquel concepto.

A los 15 había aceptado su amor por Laure, su vecina y su mejor amiga. Y eso le dio miedo, creía que el amor no era recíproco y que, por el contrario, si la ojiverde se enteraba, su amistada iba a acabar de un momento a otro.

Pero todo se desmoronó de otra
manera.

Y es que tal vez solo debía haberse quedado callada. No debería haberle dicho a Lauren que la quería y mucho menos debió haberla besado aquella noche.

Porque las cosas no salieron como ella esperaba.

Era imposible no tenerle miedo a las cosas que la rodeaban y apuntaban directamente a Lauren. Y el embarazo por el que estaba pasando ahora se debía a Lauren. Y a ella tal vez; y las decisiones temblorosas que tomaban cuando se trataba de la pelinegra.

Tal vez las cosas ya deberían acomodarse como le dijo su madre la noche anterior, estaba esperando un bebé de Lauren y ellas deberían volver a ser como antes, pero claro, Sinu aun no sabía la nueva noticia de otro niño y estaba segura eso realmente cambiaría las cosas.

Suspiró intentando olvidar eso por el momento justo cuando Lauren caminaba nerviosamente hacia ella.

Estaba sentada contra la puerta de entrada de su casa, con las rodillas elevadas y abrazando sus piernas. Alumbrada apenas por la luz de la luna que se colaba por el árbol que ocupaba su vereda.

La ojiverde se sentó a su lado, rozando sus brazos y desprendiendo un calor reconfortante, y ese perfume que salía directo de su cuello y ella deseaba percibirlo más de cerca.

La causa perfecta (Lauren g!p)Where stories live. Discover now