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Por un momento pensó que había imaginado el sonido, ese pequeño sonido que delataba que le habían hecho una fotografía, pero no, puesto que unos segundos después escuchó una hermosa risa a su lado y si no fuese porque la reconocería en cualquier momento como la de su novio, se habría asustado un poco.

Aún así había algo que lo inquietaba, por lo que se apoyó en sus codos, levantándose levemente del suave pasto en donde ambos estaban recostados disfrutando del calor de una tarde de verano en su parque favorito.

— Pensé que no te gustaban las fotografías — Levantó la ceja de manera curiosa mirando al rubio aún con el celular en la mano, mostrándolo como si no fuera evidencia de su crimen y mirando a la pantalla como si hubiera visto el objeto más hermoso de esta tierra. 

El mayor de ellos alejó la vista de su teléfono, sin quitar ni un poco el rostro de enamorado que portaba y en cambio observó al castaño frente a él con una sonrisa, antes de comenzar a explicarse.

— Me gustan Gyu, pero no cuando son falsas — Tomó la mano del chico que le había robado el corazón hace ya un tiempo dejando suaves caricias en ella— Me gustan cuando son descuidadas y repentinas, naturales, porque jamás verás que una flor comience a posar o que alguna criatura revise más de una vez su pelaje, cuando solamente tomas la captura perfecta en el momento perfecto, sin prepararlo, simplemente por recordar. 

El castaño arrugó la nariz un poco, demostrando que estaba algo confundido y adormilado aún — Pero Riri, yo no soy una flor, además la tomaste sin que estuviera listo y probablemente mi cabello salga horribl-... — Pero jamás pudo terminar de hablar cuando ya tenía un par de labios callándole de la mejor manera que existía.

— No hay manera de que salgas horrible Gyu, y es por eso que te tomé la fotografía sin decirte. Tú eres la persona más hermosa de este mundo sin ni siquiera intentarlo, lo noto cada minuto que paso contigo, no necesito que sonrías a mi cámara para que te veas perfecto, porque ya lo eres.

Las mejillas de Gyuvin delataban el efecto de aquel discurso y al terminar de escuchar a su pareja simplemente volteó su rostro hacia otra dirección, demasiado sonrojado como para querer que lo vieran de esa manera. 

Y ahí estaba otra vez, el inconfundible sonido de la cámara. 

Varias risas y un par de besos fue lo que terminó la discusión.

Porque al final de todo, Ricky tenía razón y las fotografías perfectas no debían ser planeadas.

Photograph - Ryuvin Where stories live. Discover now