Capítulo 10 // Roma no quiso acabar en la ruina

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 Pasado

Lara

Cuando cumplimos los doce años Víctor y Marcos se pelearon por primera vez. Fue en clase de educación física tras un partido amistoso de baloncesto. Cada uno era el capitán de su equipo y debían elegir con quién querían formar equipo entre el resto de la clase. Víctor fue el primero en elegir y escogió a Kevin. Debía empezar por los mejores para que Marcos no tuviera forma de ganarle. Siempre me elegía a mí, en cualquier situación yo era la primera para él, excepto en baloncesto. Era malísima, yo era consciente de ello así que nunca me lo tomaba mal ya que de todas formas terminaba jugando con él, pero ese día, algo cambió.

–Trencitas –dijo sonriendo, refiriéndose al peinado que llevaba ese día, al tiempo que me ofrecía la mano para levantarme. –Hola, Lara. –me dedicó su primera sonrisa pícara.

Ese día Marcos me eligió a mí la primera. Y fue la primera vez que me quedé prendada de su sonrisa.

También fue la primera vez que Víctor no me esperó al salir de clase.

Estábamos en los baños del colegio después de la clase de educación física cuándo Amelia se me acercó para confesarme algo que ya me rondaba la cabeza.

-Creo que es la primera vez que Marcos elige a una chica para su equipo.

-Eso no es cierto, Berta siempre juega con él.

-Pero eso es porque es buenísima en baloncesto. La tía las encesta todas, no se le pasa ni una.

-Supongo que le he dado pena, siempre soy la última a la que eligen.

- ¿Marcos sintiendo pena? -me pregunta observándome a través del espejo -Nah, le gustas.

- ¡Anda ya! Deja de decir tonterías, venga termina de lavarte las manos y vámonos que ha sonado el timbre hace un buen rato.

Recuerdo las vueltas que di en la cama esa misma noche por los nervios de vivir mis primeras colonias al día siguiente, eran las que nos iban a despedir del colegio para empezar el instituto en el siguiente año. Compartí algunos mensajes de texto con Victor antes de irme a dormir y se disculpó por el repentino enfado que pagó conmigo por culpa de su hermano.

-¡¡Mi niña se me va de colonias!! -chilló mama mientras salía del coche e inmediatamente corrió hacia mí, que estaba ocupada cargando el saco de dormir.

Me quedé de pie frente al coche esperando a que me comiese a besos. Era obvio que una parte de mis padres estaba triste teniendo que lidiar con el hecho de que me iba a ir, a pesar de que tratasen de disimular.

-Vale, mamá. -me quejé. -Que en tres días ya estoy aquí.

-Toma anda, por si te entra hambre. – me metió algunas barras de cereales en los bolsillos, lo cual me causo una carcajada.

Nos tocó ir a una casa rural, el camino estaba a unas dos horas, por lo que nuestros padres tuvieron que poner algo de dinero para alquilar un autobús.

Cuando subí las altas escaleras que me llevaban directa al conductor del bus, el estrecho pasillo que había entre los asientos llenos por mis compañeros me hizo ser el centro de atención y algunos se me quedaron mirando, pero fue Amelia quién me ofreció un asiento a su lado.

El ajetreo que había en el bus me activó. Tenía mucha curiosidad por saber que me deparaba ese viaje; me sentía independiente por primera vez. A pesar de que estábamos controlados por algunos profesores que voluntariamente habían decidido venir con nosotros.

-Puede que me apunte a la actividad de equitación, siempre he tenido curiosidad por los caballos.

-Yo me mantendré lo más alejada que pueda de esos animales grandes y con mala leche, prefiero la jardinería ya que las flores son inofensivas -añadió con una sonrisa de oreja a oreja.

-...se ve que es bastante pequeña, pero algo es algo tío -escuchamos en los asientos detrás nuestra.

-Lo importante es que podemos jugar al baloncesto. Aunque te aseguro que no vuelvo a casa sin probar la piscina -reconocí la voz de Marcos.

-Según el mapa -mi amiga abrió el papel que se desplegaba en tres trozos. -El establo está justo al lado de la cancha de baloncesto. Ten cuidado, -me susurró con picardía -no se te vayan a ir los ojos donde no deben y te caigas del caballo.

Una hora más tarde mientras jugueteaba con el botón del aire el motor del bus rugió al arrastrarse por la colina empinada hacia la casa rural. Sin distraerme demasiado fui a la parte trasera del bus a por las maletas en cuanto nos bajamos.

Al llegar a esa casa lo primero que pensé fue que no me gustaba el olor que desprendía ese lugar, pero que iba a aprovechar al máximo por los noventa euros que pagaron mis padres. La habitación la compartía con Amelia y cuatro chicas más. En total éramos seis personas y al contrario de muchos otros me pareció divertido ya que soy hija única y siempre había sentido curiosidad por saber que se sentía al convivir con otras personas de mi edad.

El tercer día los profesores organizaron una mini fiesta de despedida a las cuatro de la tarde en el comedor. Las mesas que habían ocupado los dos días anteriores se pusieron en una esquina y las sillas se retiraron una encima de otra junto a la barra dónde estaba el self service. Las luces se mantuvieron apagadas dejando la estancia iluminada por un par de bolas cutres que colgaban del techo y un foco de luz en cada esquina del techo, pero a todos nos alucinó y nos sentimos un poco más mayores de lo que éramos.

Me pinté por primera vez los labios de un color cereza sin tener ni idea de que eso marcaría un antes y un después en mi vida.

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⏰ Last updated: May 22 ⏰

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TIRO LIBRE AL CORAZÓNWhere stories live. Discover now