La bufanda

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Mientras caminaba hacia casa, con los auriculares en las orejas, pensaba en cómo devolver la bufanda a su dueña.

El taller iba a ser en una semana y con el desorden de mi habitación, tenìa miedo de perderla entre montones de otras ropas.

Podía encontrar a Violeta por los pasillos, como siempre con su grupo, pero la idea de entrometerme entre ellos me avergonzaba.

Podía esperar una semana ¿y luego qué? ¡Oye, Violeta, aqui tienes tu bufanda! Por supuesto que no.

Como de costumbre, me estaba volviendo paranoica sin razòn.

Al darme cuenta de lo absurdo de la situación, decidí enviarle un mensaje por instagram.

Su respuesta llegó aproximadamente después una ducha, una cena y un episodio de Dickinson.

"Ahí estaba mi bufandaaaa, por cierto ni siquiera es mía, me la habían prestado" leí desde la notificación del móvil.

Tomé el teléfono y, después de esperar unos minutos, escribì: " Mejor que el pobre no sepa que estaba a punto de perderla ahahah".

Una vez mas, su respuesta se hizo esperar: "Bueno, pero Bea está acostumbrada, siempre pierde sus bufandas, una no le cambiarìa la vida" con un emoji de risa.

Conocía a una Bea que tenía una pasión incondicional por las bufandas, estaba en mi clase del instituto, no estabamos muy cerca pero a veces charlábamos.

Intrigada, le pregunté si era la misma.

Me contestó que sí, que era ella y que era su prima.

Me sorprendiò , ¿qué pequeño era el mundo?

Comenzamos asì, de la nada, a hablar de nuestros amigos en comun.

Descubrì que Alex, el ex de Ruslana, estaba con la mejor amiga de Violeta.

Por otro lado le conté que Martín tenía un flirteo con el chico argentino aquì en Erasmus, Juanjo.

Seguimos chismorreando, luego divagamos en temas aún más aleatorios, incluso le pregunté cuál era el perfume de la bufanda, tan peculiar.

Era una sensación extraña la que sentia mientras escribía con Violeta, una mezcla de agitación y euforia.

No me di cuenta de que, entre un mensaje y otro, era muy tarde.

O sì, me di cuenta, a la mañana siguiente, cuando me desperté muy cansada.

Me quedè dormida con el teléfono en la mano y el ordenador en el borde de la cama. No estaba acostumbrada a quedarme despierta hasta tarde.

"Podemos encontrarnos mañana si quieres, así me das la bufanda y hablamos del vídeo".

Era el último mensaje del chat con Violeta que, al parecer, había visualizado antes de caer dormida.

Por pura casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora