Una sensación nueva

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Suspiré, tomando un sorbo de mi café, para luego posicionar la tasa en la mesa de mi escritorio. Hoy es otro día nuevo en la oficina, y no ha dejado de llover desde que estoy aquí en la tarde. Las calles están llenas de agua, se escucha claramente el sonido de las gotas cayendo al suelo y sobre las ventanas de forma no muy suave, el clima también es bastante frío.

Seguí escribiendo en la libreta las ideas para la próxima reunión dentro de quince días, en la cuál tendríamos que exponer temas muy importantes. Ya casi es mi hora de salida, así que tengo que apresurarme para terminar mi parte del trabajo de hoy. Puedo escuchar aparte del ruido que hace mi pluma al escribir en la libreta las voces de mis compañeros quejándose por la lluvia, hablando sobre cómo se organizarían mañana, qué apuntes deberían hacer o simplemente cosas tan triviales como qué cenarán hoy.

Estaba tan concentrada en lo mío que no me dí cuenta de cuando mi nombre fue llamado múltiples veces por Joaquina, la supervisora.

— ¡...(N)!

— ¡Ah! Discúlpame Joaquina, tenía la cabeza en otro lugar... — Me disculpé avergonzada.

— Eso ya lo noté... — Suspiró — deberías desocuparte ya, faltan diez minutos para tu hora de salida.

— Ah, de veras. Gracias por avisarme. — Comencé a poner en orden todo de nuevo, los sobres, las plumas, mi bolso, mientras veía de reojo cómo asintió y se retiró de mi lado. Oh cierto, tengo que llevarle la libreta a Sheinbaum.

Dejé mi bolso en la mesa y me dirigí a su oficina, a la cuál toqué dos veces y esperé a que me fuera abierta, lo cual pasó en no menos de cinco segundos.

— Oh, ...(N). Pasa, pasa. — Dijo ella, al parecer estaba buscando un libro en particular en su estantería. — Déjanos un momento a solas, por favor. — Comentó a su guardaespaldas, quien asintió ante la órden y salió de la espaciosa oficina.

— ¿Necesita ayuda, doctora? — Pregunté, acercándome a ella, pero no tanto, siempre fui muy cuidadosa en ese aspecto para no incomodarla.

— No, gracias, ya lo encontraré después. — Se volvió hacia mí, y después de que mis ojos hayan buscando los suyos durante todo el tiempo ahí, los encontraron.

— Bueno, quería decirle que ya es mi hora de salida, ¿necesita algo antes de que me vaya?

— Mhm... Creo que no, yo también me iré en un momento. ¿Quieres que te lleve?

Algo en mí me hizo querer acceder, pero rápidamente negué.

— No se preocupe, vendrán a recogerme.

— ... — La vi guardar silencio por unos segundos, parecía dudar. — ¿Quién?

— Mi hermano.

— Ah, bien entonces.

— Bueno, nos vemos mañana, le dejaré esta libreta. — Le entregué la pequeña libreta y sus manos rozaron con las mías por una fracción de segundos.

— Claro, gracias. — Dejó la libreta en su escritorio y antes de que pudiera reaccionar, avanzó hacia mí y me abrazó. Me quedé estática, sin saber a qué venía este contacto. — Me supuse que lo necesitas, se vienen días de mucha presión y necesitamos a nuestra gente preparada, sé que puedo contar contigo, ...(N).

No pude decir nada, al sentir sus brazos envolviendose suavemente alrededor de mi cintura un escalofrío recorrió mi espalda y fue cuando reaccioné y le correspondí el abrazo.

— Gracias, doctora, daré lo mejor de mí. — Dije en un tono bajo, embriagandome con el olor de su perfume y su calor corporal. No supe por cuánto tiempo nos quedemos así, sólo que no me quería mover. Hasta que ella rompió el abrazo y me sonrió cálidamente.

Sentí que la sangre se iba a mi cabeza y mi cara caliente, joder, debo irme antes de que se dé cuenta.

— Ya debo irme, nos vemos mañana. — Dije apartandome suavemente, para salir de forma no apresurada de la oficina. Al cerrar la puerta detrás de mí y mientras caminaba hacia la salida con la cabeza baja por la vergüenza, sentía mi cara caliente, todavía podía sentir su toque sobre mí, un toque delicado y suave...

Sheinbaum, ¿qué me estás haciendo..?

Secretos Prohibidos - Claudia SheinbaumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora