𝑮𝒓𝒂𝒏𝒂𝒅𝒂 | 𝑼. 𝑰𝒕𝒂𝒄𝒉𝒊 | SPA

II.

...

El constante sonido de gotas chocando contra el suelo te sacó de la densa neblina de ensueño en la que te habías sumergido, devolviéndote a la realidad.

Parpadeaste una, dos, tres veces para quitar la pesadez de tus párpados. Tu nariz olfateó tratando de distinguir algo que te diera una pista del lugar en el que estabas. Un murmullo suave y sin aliento abandonó tus labios cuando te reincorporaste de tu posición anterior.

Sentías como si tu cabeza estuviera dando vueltas, haciendo que te sintieras mareada.

Tus ojos se abrieron con sorpresa cuando vislumbraste un viejo barco flotando sobre el río oscuro que estaba frente a ti. Te levantaste torpemente mientras bajabas la mirada tratando de distinguir algo en la oscuridad del agua, pero fue imposible; era lúgubre y oscura, haciendo que no lograras captar ninguna imagen de lo que podría estar en sus profundidades, aunque una vocecita te dijo que era mejor no saber qué estaba ahí abajo.

Tus ojos se movieron hacia arriba, viendo que el viejo navío se estaba acercando en tu dirección.

Te moviste nerviosa. No sabías dónde estabas o cómo habías llegado a este lugar.

Mentalmente hiciste una lista con varias preguntas para hacerle a la persona que estuviera en la pequeña embarcación.
Ansiosa y con los nervios al tope, diste un paso más cerca cuando el barco arribó a la orilla donde estabas tú.

Abriste la boca con la primera pregunta que necesitabas hacerle desesperadamente al encapuchado frente a ti, pero tu voz murió en tu garganta cuando la voz del hombre encima del barco habló: "Pasaje".

"¿Eh?"

"¿Dónde está tu moneda para tu pasaje?"

"Yo... eh", te atragantaste sin saber si hacer primero la pregunta que querías o preguntar a qué se refería.

El hombre soltó una risa burlesca mientras se quitaba con una sola mano la capucha, revelando su piel de un azul prominente y sobresaliente. Sus rasgos eran parecidos a los de esos seres que habitaban el océano.
Aunque nunca los habías visto, por la descripción que habías escuchado de otros, podías intuir que los rasgos de este hombre eran similares a los de un tiburón.

Quizás, antes era un habitante del mar.

Con una voz y una tranquilidad que solo te podían indicar que el hombre frente a ti ya estaba acostumbrado a lidiar con la confusión de los recién llegados, explicó: "El pasaje que te dieron antes de morir, humana".

Te quedaste en silencio por unos momentos tratando de procesar todo, y luego te fijaste en algo; ¿humana? ¿Te confundió con una humana?

"Disculpe, señor... creo que se confundió", tus palabras hicieron que el hombre te mirara comprensivamente aunque con un deje de lástima. Quizás estaba pensando otra cosa, quizás estaba pensando que simplemente estabas negándote a aceptar que estabas muerta.

Antes de que el hombre pudiera expresar palabras que seguramente ya había usado antes con otros, te adelantaste apresuradamente: "Me refiero a que no soy humana, ni siquiera recuerdo haber muerto".

Fue entonces que su expresión cambió; ya no mostraba lástima, ahora era de genuina sorpresa. Se quedó un momento en silencio, escudriñándote con la mirada, quizás buscando el brillo singular que algunos dioses poseían y que los hacía fáciles de distinguir entre varios humanos.

Después de un momento, él se detuvo y te miró a los ojos con total asombro.
Inmediatamente, casi como si no se hubiera quedado en silencio por un largo rato, habló, volviendo a su antigua compostura: "De acuerdo... subete, sé quién te puede ayudar".

Dejaste escapar el aire que no sabías que estabas conteniendo en un largo y ruidoso suspiro que seguramente se escuchó por todo el lugar. Subiste tu mirada nerviosa, dirigiéndola avergonzada cuando viste la mirada burlona que te estaba lanzando el barquero.

"Por cierto, soy Kisame", habló sin más mientras hacía espacio para que te subieras al viejo barco.

Le dijiste tu nombre, aún sintiéndote apenada y nerviosa por toda la situación.

...