Capítulo 40; Amigas reencontradas.

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—Hola— Amy lo saludó abriéndole la puerta para que entrara. Desde que había muerto su esposa, Markus la visitaba siempre que tenía tiempo, Amy como siempre era un apoyo totalmente incondicional para él.

—Hola, amor— entró y depositó un tierno beso en su frente.

—¿Estás bien?— le preguntó preocupada.

—Ahora lo estoy— Amy asintió con una sonrisa y lo abrazó con ternura, permitiéndole sentir su apoyo y cuánto lo amaba.

—¿Quieres algo de comer?

—No, ya he comido, solo necesito tu compañía — respondió sin soltarla.

—Ven— lo tomó de la mano y lo llevó al sofá, dónde ambos se sentaron.

—¿Está bien si me quito la chaqueta y la corbata?, hace calor.

—Es aún mejor si yo te lo quito — los ojos de Markus se encendieron de deseo, hacia mucho, mucho tiempo desde la última vez que estuvieron juntos, Amy le había pedido respetar su espacio y eso es lo que había hecho, no habían ido más allá de los besos, pero ahora parecía que todo había cambiado... ¿Había llegado la hora al fin? Amy se sentó a horcajadas sobre él, y con sus verdes ojos fijos en la mirada masculina, comenzó a desvestirlo, al tiempo que lo besaba, Markus suspiró de satisfacción, allí estaba su Amy, su dulce Amy...

Después de tanto besar su boca, comenzó a dejar una hilera de besos por todo su cuello, mientras la iba despojando de sus prendas, poco tiempo pasó, hasta que ambos estuvieron expuestos, perdidos en un amasijo de brazos y piernas, de gemidos y suspiros, contrario a lo que hubiesen creído aquella no habia sido una unión salvaje, pasional y enfebrecida, todo lo contrario, a pesar del tiempo que tenían sin intimidad, aquella habia sido una unión dulce y tierna, Markus se hundió en su humedad, y ella lo abrazó con su interior, dos almas, dos cuerpos que se reencontraban, el verdadero significado de hacer el amor... el climax lo golpeó tan sorpresivamente, Amy no pudo contener las lágrimas de felicidad, y Markus se aferró a ella, queriendo estar así para siempre.

Su amada Amy, era todo lo que necesitaba para ser feliz.

Permanecieron en el sofá, abrazados, envueltos en la bruma de satisfacción y amor, mientras se dedicaban tiernas caricias...

—¿Podré quedarme está noche?

—Si— respondió ella con una sonrisa— quédate a mi lado, amor.

—Amor... sabes que he estado atravesando momentos difíciles — Amy asintió— estar así contigo es lo único que quiero, si fuese por mí, ahora mismo tomariamos un vuelo lejos de todos, Amy necesito solo un poco de tiempo.

—¿Tiempo para qué?

—Para guardar un luto prudente, no quisiera ofender a la familia de Clara, por respeto.

—Lo entiendo, no estoy presionandote.— le sonrió.

—Las cosas serán diferentes está vez Amy, no hay lugar para nada más que no sea la felicidad.

—¿A qué te refieres mi amor?

—Sé que no es quizás el mejor lugar, ni él mejor momento, lo repetiré cuándo sea el momento indicado, pero necesito preguntarlo ahora —Amy frunció el ceño— cuando todo esto pase, ¿Te quieres casar conmigo, mi amor?— Amy los miró con ojos enormes que no tardaron en llenarse de lágrimas.— Sé mi esposa Amy, es matrimonio lo que quiero, una vida juntos, swr feliz a tu lado mi amor, te amo con locura.

—Claro que quiero ser tu esposa — respondió con lágrimas deslizándose por sus mejillas— te amo — dijo antes de acercarse a su boca y reclamarla en un beso.
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Ámbar estaba muy triste, hacían ya dos días desde que Samuel se había marchado, no tendrían ningun tipo de comunicación durante ese tiempo, y aquello no hacia mad que entristecerlalaseria muy duro ni saber nada de él. Por si aquello no fuese suficiente, había tenido una nueva discusión con sus padres, quienes se negaron a ir a cenar con ella, ya que habían hecho planes de ir a un casino, Ámbar suspiró dándose por vencida, no puedes obligar a alguien a que te ame, ni siquiera a los padres, así que ese nuevo peso en el corazón no hacía mas que entristecerla e incrementar su dolor, pero no todo era malo.

Jessie y Bou, llegarían aquella misma tarde desde australia a pasar una temporada en la Ciudad y aquello la llenaba de ánimos, si bien era cierto que Amy y Melina, eran buenas amigas, Jessie era su mejor amiga desde hacia media vida, era esa hermana que siempre había querido y no tuco la dicha de tener. Además, adoraba a Bou, no solo por hacer feliz a su amiga, sino porque se había convertido con en tiempo en un buen hermano, tenía mejor relación con él que con Ray, aunque a decir verdad, la relación con su hermano era casi nula, supuso que por los padres y el hermano que le habían tocado, la vida la había compensado con gente tan maravillosa a su alrededor.

Jessie y Bou, se habían negado a quedarse con ella en el departamento, y no insistió porque sabía de la cultura de él, como digno Australiano, Bou sentia que llegar a su departamento sería causarle molestias e incomodidades, y aunque ella le había jurado mil veces que no era así, respetaba su cultura y aceptó que se quedaran en un hotel, sin embargo les advirtió que aquella noche debian ir al departamento ya que había organizado una pequeña reunión para darles la bienvenida, Jessie y Bou estuvieron de acuerdo y felices con el detalle.

Había rentado un auto para la ocasión, la próxima semana comenzaría a buscar su propio auto, al fin podría comprarlo, pensó feliz, así que después de salir del trabajo, manejó directamente al aeropuerto a esperar a sus amigos...

En cuánto los vió salir con el resto de los pasajeros, sintió mucha felicidad. Jessie, era pequeña de rasgos delicados, hermosa cabellera rubia a la altura de los hombros, y unos preciosos ojos verdes. Bou, era muy alto, rubio, con una bien cuidada barba, aunque con aspecto relajado, sus lindos ojos verdes reflejaban tranquilidad y alegría.

Ámbar vió como Bou sonreía y se dirigía a otro lugar, mientras Jessie corría como una loca en su dirección, corrió también para abrazarla y se fundieron en abrazos y risa.

—¡Te extrañe, te extrañe demasiado!— decía Jessie.

—No sabes la falta que me has hecho— respondió ella devolviendo el gesto. —¿Has enviado a Bou por las maletas?— preguntó riendo.

—No podia esperar para abrazarte— dijo feliz. — ! estás preciosa!

—Y tú, la vida de casada te sienta de maravilla.

—El amor, amiga, el amor. — Bou llegó rodando un amor de maletas y le regaló una sonrisa.

—Ámbar, que bueno verte.

—¡Ven y dame un abrazo!— dijo riendo, los amigos se abrazaron con cariño.— los llevaré al hotel para que puedan descansar, y por la  noche nos reuniremos para celebrar que estan aqui.

—¿Estarán tus padres?— preguntó Jessie, y la sonrisa de Ámbar disminuyó instantáneamente.

—No, y es mejor así.

¡He Pecado!Where stories live. Discover now