•𝓞𝓾𝓻 𝓼𝓸𝓷•

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                               105 D. C.

El príncipe se encontraba entrenando, con su esposa viéndolo desde el balcón mientras acariciaba su vientre. La ahora princesa, apreciaba a Rhaegor, con su cuerpo musculoso, su pelo corto de color blanco, sus ojos azules y sus facciones dignas de un Targaryen, hacía suspirar a Alicent.

-¡¿Dónde está mi daga?!-pregunto con enojo el príncipe, empujando a un joven de cabellos negros-¡Tú tomaste mi daga!

-¡Yo no tome nada!-negó el joven, quitando las manos del príncipe de su pecho para que dejara de empujarlo.

-¡Puse mi daga justo aquí y ya no está!-siguió alegando el Targaryen, empujando con más fuerza al chico-¡Dime dónde está!

-¡Que yo no la tengo!-volvió a negar el peli negro, usando toda su fuerza para no dejarse caer.

-¡Admítelo! ¡Admítelo!-grito apuntando con su dedo al más bajo-¡y tal vez no te rompa la cabeza ahora mismo! ¡Dime dónde está mi daga!

-Rhaegor...-hablo Alicent tomando el brazo su esposo para que se detuviera.

El joven príncipe jaló su brazo para que la pelirroja lo soltara, dándole un puñetazo en la cara al joven peli negro, que lo tumbó al suelo mientras dirigía su mano a su cara para comprobar que no hubiera sangre.

-Quiero que la busques-le ordenó el ojiazul al joven en el suelo.

El Targaryen tomó la mano de su esposa, caminando lejos del chico antes de que él pudiera contestar. Alicent mantuvo su boca cerrada durante el camino, sabiendo que su esposo estaba enojoda y no quería enfadarlo más. Caminaron hasta los aposentos del príncipe, un lugar en el que cada que Alicent entraba se sentía incómoda, recordando sus malas acciones. Rhaegor ordenó que le prepararan un baño para relajarse, espero a que le prepararan la tina y entró en ella, sintiendo el agua hirviendo relajar sus músculos, la pelirroja se acercó a él y comenzó a tallar su piel con delicadeza mientras el príncipe cerraba sus ojos.

—Tú toque es mejor que cualquiera de esas sirvientas—hablo Rhaegor.

—Gracias...—Alicent sonrió mientras seguía tallando la piel de su esposo.

—Tengo algo para ti—informó Rhaegor, abriendo los ojos.

—¿Para mi?—cuestionó con sorpresa la princesa.

El joven asintió y los ojos de la Hightower se iluminaron, el nunca le había dado nada e incluso ignoraba su presencia en varias ocasiones, así que ese gesto se sintió como lo mejor para ella.

—Debajo de la cama, hay una caja—dijo el príncipe haciéndole una seña a Alicent para que fuera por ella.

La futura reina consorte se levantó del suelo y caminó hasta la cama, sacando la caja, posándola sobre la cama y abriéndola con lentitud, una gran sonrisa apareció en su rostro al ver el contenido, era un hermoso vestido rojo, con escote y los hombros ligeramente descubiertos.

—¿Te gusta?—pregunto el platinado, observando como Alicent sacaba el vestido de la caja.

—Me encanta—aseguró la pelirroja, regresando el vestido a la caja con cuidado.

La Hightower regresó a su lado en la bañera, arrodillándose en el suelo para seguir tallando a su esposo.

—Tal vez ahora no te quede, pero después de que nazca el bebé podrás usarlo—hablo Rhaegor sonriéndole a Alicent.

Ella asintió con una leve sonrisa, sintiendo como el platinado se acercaba a ella hasta juntar sus labios.






                                    (...)







Blood runs thicker than water Donde viven las historias. Descúbrelo ahora