4. Avances

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—¿Esteban?

No se lo puede creer. Creía que toda la Nación del Fuego había sido arrasada y que todos sus amigos habían muerto, pero aparentemente no es así. El barco que atranca en la costa del Atolón Volcano, justo al lado del suyo, se lo demuestra.

—¿Lo conoces? —le pregunta Fran. Sus ojos ya no son verdes sino azules como el mar que surcan, en pleno control de su elemento, listo para activarlo y marcharse de allí rápidamente si es necesario. Por suerte, no lo es.

—Es mi mejor amigo —dice, ansioso. No sabe lo que les ha pasado, aunque se lo imagina. Tiene mil preguntas que hacerle—es de confianza, voy a bajar a recibirlo.

Agustín llega antes que él, por supuesto, todo es más fácil cuando puedes volar, pero el omega se limita a observar como su mejor amigo desembarca junto a más personas pertenecientes a su ahora extinta nación. No lo engaña su apariencia calmada ahora que lo conoce un poco mejor, sabe que no dudará en atacarlos si suponen una amenaza, pero también sabe que nunca iniciaría el primer golpe.

—¿Matías? —oye como lo busca Esteban, y va rápidamente a su encuentro. Lo agarra en un fuerte abrazo y deja que el aroma a chocolate con nueces del otro alfa lo envuelva.

Creía que nunca volvería a captar ese olor, pero se alegra de haber estado equivocado.

— ¿Cómo me encontraste? ¿Qué pasó? ¿Cómo lograron escapar?

Esteban se ríe suavemente y lo suelta para darle a Enzo un abrazo corto y respetuoso. No diría que su esposo y el alfa son amigos cercanos, pero su relación siempre ha sido buena y Esteban no es un alfa muy típico de la Nación del Fuego, por eso estaba en palacio en primer lugar.

—Más despacio, Mati. Recién estamos asimilando que estás vivo, que todos los señores de los elementos lo están. —dice Esteban, mirándolo a él ya los tres omegas que lo acompañan— Te daban por muerto, pero yo sabía que no lo estarías. No con Enzo a tu lado.

Ronronea ante el elogio a su esposo. Se casó con un omega fuerte y valiente, y le gusta cuando otros alfas reconocen el valor de su Enzo. Alfas como Esteban, aunque sabe que la mayoría no son así y menos en la Nación del Fuego.

—¿Saben qué sucedió? ¿De dónde vinieron los ataques? —interrumpe Fran, y no se le escapa como su amigo lo mira.

—Tenemos una idea, pero pará... ¿vos sos Fran? ¿El señor del agua?

Fran asiente, ligeramente confuso, y él tampoco entiende la sonrisa brillante de Esteban.

—Se va a alegrar tanto... —lo oye murmurar, y de repente se gira y grita— ¡Eh, Polidori! ¡Vení, encontramos a tu omega!

***

Fran casi se cae al suelo cuando oye ese apellido de los labios de ese alfa atractivo y desfigurado. No puede ser.

—¡Sos un sorete, Kukuriczka! ¡Mil veces te dije que no es mi omega!

Esa voz lo desestabiliza y las amables manos de Agustín lo sostienen, impidiendo que se caiga de verdad. Sus ojos se llenan de lágrimas y solloza cuando ve a Blas Polidori saliendo del interior del barco recién llegado. Está quemado como la mayoría de los refugiados, pero a diferencia de Esteban, cuyas heridas ya han cicatrizado, las del otro alfa siguen en carne viva.

—¡Blas! —dice, corriendo hacia él.

Cuando lo tiene delante no lo toca, todavía no, no quiere lastimarlo. Se quita el collar que lleva siempre oculto entre capas de ropa y abre la pequeña botella que cuelga de su cuello. Atrapa el agua con las manos y sus ojos son azules de nuevo cuando la usa para curar a su amigo con ella, sin llegar a tocar su piel lastimada con las manos en ningún momento. Puro control del agua, la técnica de sanación que aprendió cuando entrenaba para convertirse en señor del agua.

Elemental [Poliamor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora