Capítulo Uno

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Ohm Thitiwat era un banquero que descendía de una antigua y aristocrática familia europea.

Al abrir el informe del investigador privado sobre su escritorio, estudió la fotografía de cuatro personas sentadas a una mesa. El multimillonario griego Mean Phiravich había invitado a cenar a Monty Natouch, el dueño británico de la cadena de hoteles Royal, a su mujer, Ingrid, y al hijo de ambos, Fluke.

Fluke, al que los medios de comunicación apodaban Campanilla por su estatus de celebridad, su pelo castaño y sus pequeñas proporciones, llevaba lo que parecía ser un enorme anillo de compromiso.

Evidentemente, los rumores de compra de la empresa respaldada por una alianza familiar eran ciertos.

Probablemente, el odio de Phiravich hacia la publicidad se debiera a la ausencia de un anuncio oficial, pero parecía sin duda que estaban planeando una boda.

Ohm, conocido por su cerebro astuto y su búsqueda despiadada de beneficios, frunció el ceño.

Su hermoso rostro se endureció y sus labios se apretaron. Su mirada oscura brilló de rabia y amargura porque se ponía enfermo solo de ver a Monty Natouch aún sonriendo y en lo más alto de su negocio. Por un instante se permitió recordar a la hermana que se había ahogado cuando él apenas tenía trece años, y le dio un vuelco el estómago al recordar aquella pérdida que le había dejado solo en un mundo inhóspito. Su hermana era la única persona que verdaderamente lo había querido. Y el momento por el que había trabajado durante casi veinte años por fin se acercaba, pues Natouch parecía estar a punto de lograr el mayor de sus triunfos.

Si Ohm esperaba un poco más, su presa podría volverse intocable al convertirse en el suegro de un hombre tan poderoso como Mean Phiravich.

Aun así, ¿cómo había conseguido Monty pescar un pez tan gordo como Phiravich? Aparte del hecho de que, en otra época, la cadena hotelera Royal hubiera pertenecido al abuelo de Phiravich, ¿cuál era la relación?

¿Serían los encantos de Campanilla, de cuyo cerebro se decía que era tan ligero como su cuerpo, la única fuente de la inesperada buena suerte de Natouch? ¿Sería verdaderamente la única atracción?

Ohm nunca había permitido que alguien se interpusiese entre su inteligencia y él, y habría imaginado que Phiravich tendría el mismo sentido común. Sonrió con desprecio. Si se aseguraba de que se rompiese el compromiso, tal vez el pacto empresarial también se fuese al traste, y él se desharía por fin de Monty Natouch, que necesitaba desesperadamente un comprador.

Ohm nunca había soñado que tendría que acercarse tanto a su enemigo para lograr la venganza que su alma tanto necesitaba, pero seguía convencido de que la crueldad de Monty Natouch exigía una respuesta de igual magnitud.

¿Acaso no debía ejecutarse el castigo de acuerdo con el crimen? No era el momento de ponerse exigente, pensó.

No podía permitirse respetar esas barreras. No, solo le quedaba una opción: tendría que jugar sucio para castigar al hombre que había abandonado a su hermana y a su hijo nonato a su suerte fatídica.

Siendo un hombre que siempre había disfrutado de un enorme éxito con las conquistas, Ohm estudió a su presa, Campanilla. Sonrió.

En su opinión, se encontraba en la categoría de daño colateral. ¿Y acaso el sufrimiento no reforzaba el carácter? Con aquellos grandes ojos azules, el hijo de Natouch era innegablemente guapo, pero también parecía tan superficial como un charco, y no sería más que un virgen vergonzoso.

Sin duda lamentaría la pérdida de un hombre tan adinerado como Phiravich, pero Ohm se imaginaba que, al igual que su madre, tendría la piel de un rinoceronte y el corazón de una piedra, y se recuperaría deprisa de la decepción. Y si su experiencia con él le servía de algo, acabaría saliendo beneficiado...

01- Venganza inmerecidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora