CAPÍTULO 16(PARTE II)

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Eric no lo soportaba. Se había propuesto no intervenir para nada en la vida de lady Lilian, dejarla que fuese feliz y encontrara un partido adecuado, pero no era capaz de hacerlo.

Primero había tenido que tolerar su cercanía en el desayuno y verla después de dos días en los que ella había desaparecido. Él no había preguntado por su ausencia, puesto que llamaría la atención si de repente preguntaba por la dama, aunque tampoco fue necesario, ya que, su cuñada les había informado que su hermana se encontraba indispuesta.

Eric no lo había creído ni por un minuto. Lo que en realidad tenía la joven era aversión por su persona y estaba evadiéndolo.

Él se dijo que era lo mejor, que mientras menos la viera, más sencillo sería mantener su intención de dejarla tranquila.

El problema era que ella no lo dejaba a él. Pensaba en lady Lilian de día y de noche. No se podía sacar de la cabeza el beso que se habían dado, y menos todavía la idea de repetirlo.

Ya habían pasado meses desde que había probado aquellos labios por primera vez, y su cuerpo le gritaba que necesitaba volver a hacerlo.

No lo haría. No la besaría ni arruinaría su posibilidad de tener una vida mejor.
Eso era lo que se repetía mientras la observaba hablar con el comandante Craig.

Todavía no se habían unido al grupo que estaba comiendo.
Eric intentaba tragar el sándwich de pavo, pero le sabía a tierra.

Le escocía verla riendo y hablando con el militar. Sobre todo, porque este no era una mejor opción para ella. Era incluso peor candidato que él mismo.

Craig no tenía una fortuna para vestirla con las mejores sedas ni llenarla de finas joyas. Tampoco poseía una mansión para darle las comodidades que necesitaba. Además, su trabajo era peligroso; podía dejarla viuda en cualquier momento, y ¿en qué posición quedaría ella si enviudaba y tenían hijos que mantener?
Un momento. ¿Hijos? Ellos tendrían bebés, y para eso él tendría que tocarla que hacerla suya.

De ningún modo. No.

Abrumado, se puso en pie, y casi tiró la bandeja de carne que estaba a su lado.
Todos lo observaron con curiosidad.

—¿Te encuentras bien, hijo? —preguntó Arabela con el ceño fruncido.

Eric la miró, con la mente en blanco y la visión enrojecida.

—Yo… eh…

—¿Te vas? ¿Tan pronto? Tenemos un juego, y necesitan ser pares para jugarlo—se lamentó la marquesa viuda.

El miró en dirección de su amigo, pero el americano, que casi había devorado el almuerzo como si fuese la última comida de su existencia, se limitó a mirarlo con expresión sardónica.
El muy patán sabía que estaba deseando largarse del lugar y las razones para querer hacerlo.

—No se vaya, milord —suplicó lady Mary, a quien apenas había escuchado mientras le hablaba de su experiencia en la temporada social.

Eric reprimió un gruñido.

—¿Qué juego es, madre?

—Ah, ¡uno que te encantará!

Desvió la vista hacia la pareja que estaba acercándose hablando con entusiasmo, se encogió de hombros y asintió. No tenía más remedio; si se iba, despertaría la sospecha de los demás.

Una vez que todos los jóvenes estuvieron reunidos en un círculo, Arabela explicó las reglas a Logan, que era quien nunca había participado de ese juego.

El hilo de Ariadna se jugaba en parejas. Todos se vendarían antes de empezar. Después a los hombres se les ataría una cuerda a la muñeca y el extremo libre caería hasta el centro del círculo. En silencio, las damas tomarían una cuerda cada una y se dejarían guiar por su pareja hasta un árbol, en el cual, usando el canto de un lápiz de cera, ambos debían inscribir sus iniciales, y se llevarían un pedazo de la corteza del árbol. Para terminar, todos volverían al círculo y, una vez libre de las vendas, las mujeres deberían encontrar al árbol en el que escribieron y así descubrirían quién había sido su pareja secreta. La dama que primero encontrara el árbol usando su sentido de orientación ganaría junto a su compañero.

Conquistar a un lord*PRÓXIMAMENTE RETIRADO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora