肉 1.06 cortes.

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Un cálido sábado por la tarde, Benedict se hallaba en la carnicería como de costumbre. Cortaba las carnes restantes para tenerlas listas y que los clientes de aquel día no tuvieran que esperar tanto por ellas cuando pidieran, pues los horarios en los que solía llegar la clientela era muy variado durante el fin de semana.

El algoritmo dependía muchísimo de la fecha y día de la semana. Tanto a principios como a finales del mes por ejemplo, a veces llegaban a tempranas horas de la mañana, y en otras ocasiones un mar de gente se aparecía por eso del medio día. También había un grupo de gente que pasaba por la carnicería cuando por la tarde para llevarse las últimas porciones que quedaban de ese día.

La gente solía pedir tanto carne vacuna como porcina, cordero y lomo, entre otros despojos. A las personas les encantaba la carne y estaba claro que la solicitaban hambrientos.

Sería una gran falacia decir que Flesh & Feast Butchery no vendía. Ya que, a pesar de la clientela corriente, habían varios cocineros más que ordenaban carnes en dicha carnicería para sus respectivos negocios. Las porciones que pedían eran grandes y regulares.

Entonces, Benedict esperaba paciente cada miércoles y cada sábado sin falta a que la hija de los Doliner llegara, pues se había vuelto una costumbre que la muchacha se hiciera presente en aquellos dos días. Era por eso que, incluso, el chico intercambiaba de puesto con sus demás colegas para que fuera él quien la atendiera en esos específicos días.

Esperando durante aquella tarde, Benedict se sentía un poco impaciente porque de entre todos los clientes que entraban y salían, la persona que realmente esperaba no se hacía presente. Aquello fue algo que le resultó bastante extraño, porque no era común en los Doliner faltaran de esa manera.

—Benedict, ¿puedes hacerme un favor? —fue hasta que se le acercó el Sr. Nitsche a pedirle si podía seccionar cinco cerdos y dos terneras que acababan de llegar, que el muchacho se distrajo de sus ansias.

Tras dicha petición, Benedict naturalmente no se negó, pues los cortes y el desmembramiento eran su talento.

—Hoy no es día para recibir pedidos, ¿no? —cuestionó Benedict a su jefe mientras le seguía.

—No, pero ya sabes quien encarga estas cantidades cada semana. —bufó el señor.

Ambos hombres caminaros hacia la parte trasera de la carnicería, pasando por el extenso espacio en donde se preparaban las carnes y se hallaban las máquinas para trabajar. Así continuaron bajando por unas escasas escaleras que los guiaban hasta el almacén de la localidad. Allí guardaban los cuerpos de los animales que aún debían ser cortados, los despojos de los mismos, y más carne.

Benedict reconoció de inmediado los cerdos y las terneras que él debía cortar, pues sobresalían entre los demás. Estos se notaban que estaban frescos. La sangre chorreante manchaba el piso y a diferencia de los demás animales, aquellos cuerpos olían a un crudo excepcional y también estaban blandos, no congelados.

—Los trajeron hace un momento —reiteró el Sr. Nitsche— Creo que el Sr. Doliner los quiere para hoy. ¿Crees que puedas terminar? Te pagaré el doble las siguientes horas.

Y es que con aquella oferta, ¿quién se iba a negar?

Benedict no se tardó en iniciar, cambiándose su delantal para luego colocarse guantes y demás prendas que debía usar, pues era el único que sabía cómo cortar para el Oliver, aparte de su jefe. Este, como era de costumbre, quería los animales perfectamente seccionados, la piel retirada junto a la grasa, las patas y perniles separados, las vísceras fuera, las costillas limpias, y cada sección principal debía ser cortado en piezas pequeñas siguiendo las técnicas adecuadas.

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