2º Italia, dulce Italia

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Mientras el avión comienza lentamente el descenso, saco nuevamente las cartas que guardé en mi mochila, y acaricio la pulcra caligrafía del dorso de la que está encima de todo, la cual es evidente que fue hecha con estilográfica. Cada una, durante todo el tiempo que me tomó leer las dieciséis cartas, me hizo estrujar el corazón. Eran emotivas, me hablaba de cuánto me extrañaba, de todo lo que pensaba a la distancia mientras me veía crecer lejos suyo a través de las fotos y videos que le mandaba mi madre, de lo mucho que odiaba el hecho de haber tenido que enviarnos lejos por tanto tiempo...

Quizás solo eran papeles que podían ser una farsa, y sin embargo, cada palabra parecía desbordar verdad y sentimientos, tanto de amor como de tristeza y dolor.

Estaba enojada, furiosa por la mentira en la que me habían mantenido durante casi toda mi vida, mas podía entenderlo, era capaz de comprender las razones de su decisión. Incluso podía llegar a considerar el estar de acuerdo con ellos.

Eso no implicaba que lo aceptaba y que haría como que nada había pasado, no, mi enojo estaba justificado y haría que se ganaran mi perdón, no se las iba a dejar tan fácil. No obstante, y aunque nunca lo admita en voz alta, la niña en mí, esa que siempre añoró el amor de un padre, su compañía, sus consejos y todo lo que implicaba tener una figura paterna en su vida, se encuentra secretamente feliz y ansiosa por aterrizar y conocerlo finalmente.

No tardamos mucho en venir, al día siguiente ya teníamos los pasajes de primera clase (cortesía de mi padre, quien al parecer ha pagado cada cosa que me ha rodeado durante toda mi vida) y empacamos todo lo necesario en dos días. Solo objetos personales, nada de muebles u otras cosas, al parecer, no necesitaríamos nada de todo eso.

Era un shock muy grande aún para asimilar...

Finalmente aterrizamos y bajamos del avión en el aeropuerto Leonardo da Vinci, para pasar finalmente por migraciones (con un pasaporte italiano que no sabía que tenía) y acercarnos a las bandas a por nuestras valijas. Ambas llevamos dos cada una, y aún faltan los paquetes que mi madre mandó por correo hacia aquí que, se supone, llegarán en un par de días.

Ya lista, enfilamos hacia la salida, cuando un grito de parte de mi madre me sorprende al punto de que suelto las manijas de las valijas y éstas caen al suelo por la impresión y la veo correr hacia un hombre que al principio no reconozco, hasta que la atrapa en sus brazos y la besa.

-Papá...

Estoy dura, estática en mi lugar, no tengo idea de cómo reaccionar, mucho menos cuando ellos finalmente se separan y mi madre me señala para luego acercarse juntos hacia mí. Los ojos de los dos, los verdes de mi madre y los negros de mi padre, están húmedos (aunque los de él no han dejado escapar ni una sola gota, imagino que eso arruinaría completamente su imagen de hombre rudo y Capo Mafioso) y se detienen frente a mí, solo mirándome sin que puede hacer ni decir nada.

Aunque no es necesario: sorprendiéndome, mi padre clava rodilla en tierra y me toma de las manos, besando ambas juntas con una sonrisa tan llena de sentimientos que casi hace que me eche a temblar. Su voz gruesa y ronca (evidentemente de fumador) me hace estremecer al escucharla.

-Mi niña, la mia bambina... No sabes cuánto tiempo llevo esperando éste día. Eres incluso más hermosa de lo que mostraban las fotos y no hay duda de que eres hija de tu madre.

Su mano acaricia mi mejilla con suavidad y no puedo evitar cerrar los ojos, llevando mi rostro de forma involuntaria hacia su toque. Siento la primera lágrima deslizarse por mi piel y él rápidamente la limpia con su dedo con cuidado, llevándome contra su pecho para abrazarme con fuerza contra él antes de que me largue a llorar sin poder evitarlo.

Huele a tabaco, a bosque y a algo más que me pica la nariz, aunque no de forma incómoda o negativa, por el contrario, por alguna razón, me hace sentir segura, como en casa.

La Heredera de la Mafiaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن