10 La lista

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Bajo las sábanas se nos pasó el tiempo volando, sus besos lentos sobre mi espalda hacían que me estremeciera.

¿Estaba enamorada? Perdidamente.

─ Llegó el momento. ─ susurra en mi oído.

─ ¿A dónde quieres llevarme exactamente? ─ la curiosidad era parte de mí.

─ ¿Te han dicho alguna vez que haces demasiadas preguntas? Tienes que dejar que la vida te sorprenda de vez en cuando, siempre quieres saberlo todo. ─ su risa provocó la curvatura de mis labios.

─ ¿Y a ti no te han dicho que a veces eres demasiado grosero? ─ claramente no lo decía en serio.

Hugo agarró mis manos y me ayudó a levantarme de la cama, me dio un beso en la frente una vez estando de pie, desnuda miraba sus ojos verdes, esos ojos que conseguían erizar toda mi piel en cuestión de segundos.

Todo había sucedido tan rápido, superar el daño que me habían causado, amar de nuevo a otra persona una muy distinta y especial, no quería que estos momentos a su lado se acabaran algún día.

─ ¿En qué estas pensando? ─ frunce el ceño.

─ En nada, tus ojos son lo más bonito que vi en mucho tiempo.

─ ¿Sólo mis ojos? Yo pensé que estabas conmigo porque te gustaban las uñas de mis pies me decepcionan tus palabras Paula.

─ Eres tremendamente idiota Rodríguez. ─ le digo riéndome.

─ ¿Ahora me vas a llamar por mi apellido? ─ vuelve a fruncir el ceño.

─ Resulta más divertido, creo que lo voy a considerar. ─ bromeo.

Hugo sonríe, coje mi ropa del suelo y me la da como señal de que era hora de irnos. Yo observo cómo en cuestión de segundos se termina de vestir y yo solamente me había puesto la camiseta.

─ Eres muy lenta. ─ afirma y por su cara noto que le parece divertido.

─ Y tú demasiado rápido, somos todo lo contrario en todos los sentidos.

─ ¿Nos vamos?

─ Nos vamos. ¿Sabes ese dicho de la curiosidad mató al gato?

─ Claro, ¿quién no lo conoce?

─ Pues sin ser gato noto que me estoy muriendo. ─ mi chiste no le hizo ninguna gracia.

─ Tus chistes son malísimos, desde luego no son lo tuyo.

─ Seguro que a ti se te dan mejor. ─ escupí con ironía.

─ No lo dudes, se me dan de lujo.

Su sonrisa blanca y perfectamente alineada era algo que nunca podría sacar de mi cabeza, cada vez que lo miraba me sorprendía ver que, para mí, él no tenía ningún defecto visible. Cuando estamos enamorados vemos a esa persona como la más guapa del mundo, eso me estaba pasando a mí con Hugo. Ante mis ojos era el más guapo.

Y ahí estábamos, con la ropa más deteriorada que teníamos, yo sin peinar y él con la barba de tres días, encima del capó de su coche mirando las estrellas, nunca me había detenido a mirarlas fijamente.

─ Esta noche sé que es especial. ─ le digo de repente.

─ Yo también lo siento así, gracias por este momento Paula.

─ ¿Por qué me das las gracias? ─ le pregunté sin entender absolutamente nada.

─ Por haber coincidido conmigo en esta vida.

Sus manos sujetaron mi nuca y sus labios, en ese momento fríos, se dispusieron a tocar los míos. Hugo me estaba dando las gracias por haber coincidido con él en esta vida y yo lo único que quería era coincidir en todas las vidas que tengamos por delante.

Dime que somos eternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora